Días convulsos se vivieron en el país la semana pasada, las advertencias que hiciera el Presidente de nuestra potencia vecina del norte vía Twitter, fiel a su estilo, colocó nuevamente en la agenda de la discusión pública el tema migratorio en la frontera sur. Mucho puede opinarse al respecto, sin embargo, en esta coyuntura existen hechos que se encuentran en el campo de lo objetivo, uno de ellos es que el gobierno norteamericano coloca temas multilaterales y de derecho humanitario extrapolándolo al orden de lo económico.

La negociación que hiciera la delegación mexicana con el Secretario de Relaciones Exteriores a la cabeza y en representación del Estado mexicano evitó que un decidido Trump impusiera aranceles a todos los productos que se exportan desde nuestro país a los Estados Unidos, por ahora. Se ha anunciado que en 45 días se evaluarán bilateralmente el cumplimiento de los acuerdos. Es así que queda lugar a un sinfín de especulaciones, un universo de posibilidades cuyo límite es la mente de quien imagina qué pasará.

Mientras tanto, en la frontera sur deseamos que los trabajos que haga la Guardia Nacional sean en beneficio de la sociedad mexicana y de los hermanos migrantes, quienes a su paso por nuestro territorio históricamente han sufrido la vulnerabilidad de un Estado ausente. Un hecho cierto, notorio y conocido es que la región mesoamericana comparte condiciones de pobreza, inseguridad y marginalidad, lo que tiene como consecuencia la migración de los pueblos en su búsqueda legítima de un mejor porvenir. La crisis migratoria es del orden de los Derechos Humanos, en consecuencia, son los Estados los que deben dar solución a las causas primeras de la misma.

Basta contrastar la abundante riqueza natural, biodiversidad ecosistémica y agrobiodiversidad de Mesoamérica con los índices de pobreza para demostrar la eficiencia del modelo económico que impera en la región, un modelo que ha llevado a la crisis que hoy enfrentamos. Ante estos hechos, queda claro que se deben replantear los modelos de producción, existen grandes contradicciones cuando en una tierra fértil y con recursos naturales de todo tipo también los pueblos que la habitan sufren el hambre.

Es justo atendiendo a la situación geográfica que surge la oportunidad de replantear y cambiar los modos en los que se produce, transitando a un esquema encaminado a garantizar la seguridad hídrica y alimentaria de la región entera, los esfuerzos unilaterales no avizoran una verdadera solución.

La situación de Mesoamérica la ubica en el umbral de la transición hacia un nuevo modelo de gestión territorial, en donde las Ecoregiones pueden articular políticas públicas y alinear estrategias de cumplimiento de los Objetivos para el Desarrollo Sustentable (ODS).

El cambio de paradigma que ha planteado el Presidente Andrés Manuel López Obrador, obliga a entender la diversidad como una ventaja, una situación que enriquece a los pueblos, que los une y los hermana aún más. Por ahora, el Estado Mexicano ha ratificado lo que planteó desde el inicio del sexenio, salud, educación, seguridad alimentaria para todo ser humano, como lo ordena nuestra constitución y diversos instrumentos internacionales ratificados por nuestro país.