Andrés Manuel López Obrador, con toda su pasión esforzada, luchó desde hace varios sexenios para llegar a ser presidente de todos los mexicanos.

¡Y vaya actitud incongruente y contradictoria!, ya que al lograr AMLO la presidencia decidió, con grave irresponsabilidad, sólo ser presidente de su facción.

Como ejecutivo federal ha sido un sembrador de odios, envueltos en una falsa expresión de “amor y paz”; y lanza mentiras constantes, cubiertas con un: “yo tengo otros datos”.

Pública y expresamente abomina a todos los mexicanos que según él son fifís; maldice a todos los que conforme a sus cartabones son neoliberales; detesta a todos aquellos que a su criterio son conservadores; aborrece a todos los que él cataloga de corruptos; condena de antemano a todos los que considera miembros de la mafia; desdeña a millones que no apoyan a la 4a transformación; reniega contra todos los medios de comunicación que no le aplauden ni lo elogian; y repele a todo aquel que no valore (con loa para AMLO) el maravilloso inicio del nuevo tiempo histórico creado por él.

Así, Andrés Manuel odia a la mayoría de los habitantes de México, pues muchas decenas de millones de connacionales son del tipo que él mal califica de execrables.

Formalmente AMLO es el presidente, pero, en la realidad, parece que nos quedamos sin presidente la mayoría de los mexicanos.

Dado esa situación, supongo que él debe cambiar; salvo que López Obrador en papel de tirano nos haga cambiar con abrazos y balazos para hacernos felices a la fuerza.

AMLO y sus colaboradores esparcen mentiras como, o más que, sus antecesores.

Desde Huetamo, Michoacán, AMLO informó sobre el crimen del odio perpetrado por Patrick Crusius, quien siendo admirador del presidente Trump suscribió (antes de matar a más de 20 personas, entre los que hay mexicanos, en Wal-Mart de El Paso, Texas, y herir  a más de 26): “Este ataque es respuesta a la invasión mexicana en Texas. Mi objetivo es matar a tantos mexicanos como sea posible”.

Y cuidando a Trump en su próxima reelección, AMLO derivó su responsabilidad: “en este asunto la postura oficial la dará el canciller Marcelo Ebrard”, cuando aquí el propio presidente ha arrojado odio por doquier, irresponsablemente.

Con pocas horas de diferencia hubo ataques de odio contra migrantes en Dayton, Ohio, con 9 muertos y 27 heridos, y en Chicago, con 10 heridos, algunos graves.

¿Qué puede depararnos el destino si los propios presidentes generan y fomentan ese odio?

El presidente Trump asegura que esos tiroteos y muertes son “problemas de salud mental… y que el odio no tiene cabida en EU”. Con variantes, el presidente AMLO dirá lo mismo que Trump, mientras deja que la CNTE tome el control de las plazas en Oaxaca, y consume longaniza de 16 mil pesos el kilo, según gastos en Palacio Nacional.

La salud mental se inicia en la cabeza de los gobernantes, y éstos son, ahora, rudos sembradores de odio.