“El terrorismo nace del odio, se basa en el desprecio de la vida del hombre y
es un auténtico crimen contra la humanidad.”Juan Pablo II.
Las matanzas en Texas y Ohio generaron dos reacciones sociales, la primera que refleja una total indiferencia. Personas que ven la realidad cruda, descarnada, directa, pero no les genera ninguna sensación, pues tal parece que se han acostumbrado a que esto es lo de todos los días. La segunda genera enojo, indignación, denuncia y demanda de acciones de la propia sociedad y de las instituciones gubernamentales.
La indiferencia nos lleva a no evaluar ni razonar si lo sucedido fue bueno o malo para la sociedad, simplemente, no le importa al indiferente lo que sucedió ni por qué sucedió.
En cambio, los indignados están en la realidad, la perciben tal cual es y no se acostumbran a ella, por lo tanto, son los que levantan la voz, acusan y exigen, las acciones necesarias para que, en la medida de lo posible, estos hechos se controlen, regulen o se eviten.
Las lamentables masacres de hace apenas unos días, donde fueron asesinado más de 31 hispanos, entre ellos varios mexicanos, resultaron ser la tragedia más grande en contra de latinos en la Unión Americana. Aunque según ha trascendido, el objetivo del atacante eran hispanos, principalmente mexicanos, esto es lo que las autoridades se encuentran investigando en el comunicado que presuntamente el agresor escribió momentos antes de sembrar el terror y privar de la vida a tantos inocentes, que tuvieron la desgracia de estar en el lugar y momento del ataque.
Pero estas cosas no suceden por casualidad, tienen un origen y una causa. En este y muchos otros casos el caldo de cultivo, el germen que genero la masacre se encuentra en los discursos de odio generados por la clase gobernante. Que Donald Trump desde su primera campaña, centrará sus ataques contra la comunidad hispana, etiquetándolos como delincuentes, invasores y los generadores de sus graves problemas sociales, han contribuido a que grupos nacionalistas, supremacistas, racistas, albergaran odio y rencor hacia nuestros hermanos latinos y connacionales. Es ahí donde el discurso del odio engendra muerte. Aunado a un descontrol en la fácil compraventa de armas, donde inclusive hemos visto niños que tienen, usan y manipulan armas de grueso calibre.
Estos graves hechos, tal parece no importarle al Presidente Trump. Pues para su segunda campaña los ataques contra los hispanos sigue siendo su caballo de batalla. Este no es un asunto menor. No es un tema de mercadotecnia o discurso político, es decir, no es lo que los ciudadanos quieran oír para que el candidato gane una elección, se trata de hacerse responsable de los mensajes que se emiten y de saber que el discurso de odio genera consecuencias letales, como en este caso. No basta que México acuse de terrorismo, no basta que Estados Unidos exprese condolencias.
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