Lo usual en las cumbres de Jefes de Estado es que todos –o casi todos–, se comporten a la altura de las circunstancias, excepto cuando hace acto de presencia el Presidente de Estados Unidos de América (EUA), que se ha caracterizado por romper (o tratar de hacerlo), las reglas del juego. Es más, Donald John Trump no solo tiene fama de soberbio, irrespetuoso, y maleducado, sino que cree que el mundo gira a su alrededor, imponiendo los intereses de la Unión Americana, sin importarle, aparentemente, las consecuencias.

Por eso llama la atención que ahora, en Biarritz, Francia, donde se inventó el concepto moderno de veranear a mediados del siglo XIX, el actual residente de la Casa Blanca, con motivo de la 45a. Cumbre del G7 se comportara, como decían los viejos cronistas, “como gente decente”. Quizás lo adecentó el lugar donde hospedó Macron a los líderes del G7, el legendario Hotel du Palais de la localidad, por cierto el único establecimiento de cinco estrellas de la costa atlántica de Francia, construido en 1885 por Napoleón III como obsequio para su esposa, la andaluza Eugenia de Montijo de Guzmán, que siempre tuvo añoranza por su España natal. La Montijo vendió el inmueble llamado Villa Eugenie a un banco parisiense que lo convirtió en un hotel-casino. En 1903 un incendio lo volvió cenizas. Pero en poco tiempo fue reconstruido respetando la planta en forma de E (por Eugenia), hasta la fecha. En el local del casino se montó la sala de prensa. Simple breviario cultural. Al toro.

El hecho es que Donald Trump, aislado en prácticamente todas las reuniones de esta cumbre y en otras, porque los otros participantes lo rehuyen (estar cerca del representante del Tío Sam no es conveniente), casi siempre con la atención enfocada en sus pleitos con la prensa estadounidense e internacional, o en sus innumerables enemigos políticos (hasta senadores y asambleístas republicanos ya lo desprecian), o preparando su estrategia electoral para el año próximo o sus imprescindibles tuits, ahora mantuvo la cordura, sin salirse del guión, y mostró, como nunca, su mejor cara. Sin insultar a ninguno de sus pares, ni menospreciar el bien cuidado menú (aunque no perdonó su Coca Cola zero, mientras que Melania disfrutaba una bien servida copa de vino tinto francés aunque su marido quería gravar los caldos galos), incluso se “felicitó” por los “grandes encuentros con sus socios”, y permitió que el anfitrión, Emmanuel Macron, hubiera invitado, sin anuncio previo, al ministro de Relaciones Exteriores de Irán. La pregunta obligada era: ¿Qué le pasó a Trump? Parece que le funcionó a Macron su estrategia para apaciguarlo. A ver por cuánto tiempo.

Como haya sido, el hecho es que todo mundo estuvo pendiente de lo que sucedió el último fin de semana del mes de agosto en Biarritz, la pequeña localidad costera del País Vasco francés. En el Hotel du Palais se alojaron los siete jefes de Estado y de Gobierno que forman el selecto G7: el italiano Giuseppe Conte, la germana Angela Merkel, el estadounidense  Donald Trump, el británico Boris Johnson –que apenas cumplía 30 días como primer ministro del Reino Unido–, y que enseguida polemizó con el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, sobre el Brexit sin acuerdo, tema candente que no estaba en la agenda de esta cumbre. Así también el canadiense Justin Trudeau, que saludó de beso a la esposa del mandatario estadounidense causando muchos comentarios. El japonés Shinzo Abe, y el anfitrión Emmanuel Macron. Los representantes de las siete economías más importantes del mundo occidental en la que se incluye al Imperio del Sol Naciente. Hasta hace no mucho tiempo eran también las más grandes del planeta, pero China y la India ya están en los primeros puestos de la economía mundial. No obstante, las potencias que conforman el G7 representan el 59 por ciento del PIB mundial. Por eso es importante esta Cumbre cuyo formato diplomático fue idea de otro presidente francés, Valéry Giscard D´Estaing, que en 1957 reunió en el Palacio de Rambouillet a los mandatarias de los seis países más ricos del mundo. El séptimo, Canadá, se unió al grupo un año más tarde. La de Biarritz es la Cumbre número 45.

Aunque el G7 –que Donald Trump trata de que sea el G8 con la presencia y el regreso  de Rusia, aunque no ha logrado el consenso suficiente para lograrlo. Los líderes europeos se negaron alegando que el grupo es un club de democracias liberales, y en todo caso, antes de que Moscú vuelva a su seno debería resolverse el motivo por que el que fue expulsado–, no es una “institución internacional” como otras, sino un grupo informal que juega un papel de orientación e impulso político, puede leerse en la página web del Quai d´Orsay –el ministerio de Relaciones Exteriores de Francia– que: “Los estaos miembros buscan concertarse sobre seguridad, gobernanza de la mundialización y la gestión de los bienes públicos mundiales”. En esta ocasión, pese a las tensiones previas a la reunión –sobre todo la guerra comercial entre EUA y China, que ha desquiciado los mercados en los últimos días–, que auguraban la ausencia de un acuerdo final, pudieron finalmente publicar un breve comunicado que no tiene mayores novedades.

El ámbito comercial es quizás el que más destaca en el contexto de una guerra arancelaria entre Pekín y Washington. Y, aunque el breve texto no lo dice, Trump comentó en la rueda de prensa conjunta con Emmanuel Macron que en breve se reiniciarían las negociaciones con China. En este sentido, el G7 defiende una reforma de la Organización Mundial del Comercio (OIC), “para que sea más eficaz en la protección de la propiedad intelectual, resolver disputas más rápidamente y erradicar prácticas comerciales desleales”.

En este sentido, y tras los cambios de opinión que manifiesta el mandatario estadounidense, sobre todo en lo que concierne a sus diferendo con China, antes de abandonar la cumbre, Trump comentó:  “Este es el camino que yo he negociado”. Sin dejar de elogiar a su homólogo chino Xi Jinping y los esfuerzos conjuntos por encontrar un acuerdo que sea “equilibrado, y bueno para toco el mundo”. Por su parte, China aseguró que estaba lista para tomar nuevas medidas para proteger sus intereses en caso de que EUA ordenara más aranceles suplementarios. Pero, el ministerio de Asuntos Extranjeros agregó que ambos países deberían resolver sus diferencias mediante la negociación. Un portavoz de la cancillería pekinesa manifestó que esperaban que los estadounidenses retomaran el camino de la razón. De parte y parte, continúa el intercambio de señales encontradas.

En síntesis, el grupo plantea alcanzar un acuerdo sobre esta reforma en 2020 y que ésta incluya simplificar la regulación y modernizar la fiscalizad internacional: “El G7 está comprometido con el comercio global abierto y justo y la estabilidad de la economía”, reza el texto.

El corto comunicado menciona también uno de los puntos estrella de la Cumbre: Irán, sobre todo después de la inesperada visita el domingo 25 del ministro de Asuntos iraní, Mohammad Yavad Zarif, a Biarritz: “Compartimos completamente dos objetivos: garantizar que Irán nunca obtenga armas nucleares y promover la paz y la estabilidad en la región”.

Respecto al problema de Ucrania, el G7 respalda que París y Berlín participen “en las próximas semanas” en una reunión junto con Rusia y Ucrania “para lograr resultados concretos”. Por lo que toca a la crisis libia, el G7 apoya un tregua para lograr un alto el fuego duradero. “Creemos que solo una solución política garantizará la estabilidad de Libia. Esperamos una conferencia  internacional bien preparada que reúna a todas las partes interesadas y a todos los actores regionales involucrados en este conflicto”, explica al tiempo que apoya el trabajo de mediación de la ONU y la Unión Africana.

En lo que toca a las recientes manifestaciones de protesta en Hong Kong, el G7 menciona la “existencia e importancia” de la Declaración Chino-Británica  sobre la antigua colonia inglesa de 1984 por la que Londres accedía a devolver la soberanía de China el 1 de julio y consagra el principio “un país, dos “ sistemas. Asimismo, el G7 hace un llamamiento a “evitar la violencia”, sobre todo porque Pekín ya ha ordenado concentrar tropas en las cercanías de Hong Kong.

Por último, los devastadores incendios en la Amazonia (en Brasil y los otros países que la componen), fue quizás el único punto, pese a todos sus matices, de convergencia en la cumbre del G7. Macron, pese a los ataques recibidos en su contra por parte del presidente Jair  Bolsonaro, anunció que Francia buscaba una vía para ayudar al pueblo brasileño y a los demás países afectados por el fuego. Se habló, incluso de la creación de un fondo internacional –de 20 millones de dólares– para combatir el incendio y apresurar la reforestación. La mala noticia es que el soberbio Bolsonaro –el “Nerón brasileño” le llaman ya en su propio país–, rechazó la ayuda del G7. Lástima. VALE.