Por Cecilio Ferro Villa
Tras la comparecencia del titular de la Secretaría de Desarrollo Rural (SADER), Víctor Villalobos, aumentan las suspicacias sobre el incierto manejo que la 4T imprime a la política agroalimentaria de México. Ya habíamos observado la obediencia supina con que los titulares de las carteras del campo se someten a los deseos presidenciales. De nada o poco importan la experiencia y los conocimientos que los funcionarios y científicos tengan del sector agrícola, pesquero, pecuario, forestal y alimentario. Las visiones simplonas y engañosamente justicieras con la sociedad son los rieles sobre los que avanza un tren con un destino desconocido.
El futuro de la producción agroalimentaria está sujeta al conocimiento que el presidente López Obrador ha adquirido en sus largos recorridos por el territorio nacional, lo cual a su entender le brinda la autoridad moral (aunque no técnica ni científica) para determinar lo que necesita el pueblo. Así, en la 4T se dictan los valores que deben imperar, el beisbol que hay que practicar y los alimentos que tenemos que consumir, aunque para esto último se ignore la forma de producirlos. Una política agroalimentaria implica una escrupulosa y delicada planeación, el fortalecimiento de los bienes públicos que dinamicen los procesos de traslado y conservación de alimentos, el fomento de una cultura de nutrición adecuada, el uso racional de los recursos hídricos, entre muchos otros componentes. Pero lo que actualmente está trazado como “política pública” se reduce a promover mediáticamente una gastronomía derivada de la incierta producción de autoconsumo que se presenta como el principio de una “autosuficiencia alimentaria”, la cual se ve cada día más distante.
Y no que es esté mal, pero no es la ruta para obtener la rectoría del Estado en políticas agroalimentarias como aspira el mismo Villalobos cuando menciona que “estamos replanteando el papel que debe jugar el Estado mexicano como promotor de las políticas que faciliten el desarrollo económico y la inclusión social con un gobierno que haciendo uso responsable y honesto de los recursos públicos estimule las actividades productivas y otorgue mayor respaldo a quien más lo necesita”.
Y en efecto, no se pueden negar las grandes disparidades y brechas que existen en el México rural, donde la pobreza, además de estructural es dolorosa e ignominiosa. Una deuda social con la que han lucrado todos los gobiernos del último siglo y que todo indica, no tendrá diferencias en la actual administración: la cosecha también será electoral. La orientación de los programas de la 4T adolece de estrategia, no hay indicadores de resultados, no hay transparencia y serán infinitamente más caros para las finanzas públicas porque hoy por hoy, no existe nación alguna que solamente se alimente de la producción de autoconsumo familiar y tampoco hay país que produzca toda la comida que consume. Tan es así que México, es el décimo país exportador de productos agropecuarios en el mundo.
Por lo anterior, resulta atrevida la declaración de Villalobos en San Lázaro, en el sentido de que están disminuyendo las importaciones de maíz blanco cuando sabemos (y él lo sabe también) que en maíz blanco México es autosuficiente, o al vender como paradigmas programas como el de fertilizantes, el de Crédito Ganadero a la Palabra e incluso la ratificación del compromiso de AMLO en cuanto a que se alcanzará la autosuficiencia alimentaria en granos como maíz, frijol, trigo y arroz, del que somos altamente deficitarios no sólo en producción también en productores. ¿Cómo lo va a conseguir si no hay fichas ni reglas para jugar competitivamente?
La realidad planta otra cara. Para muestra la violencia que se suscitó en Guerrero cuando los campesinos no recibieron fertilizantes ni semillas. Denunciaron que el responsable del programa, el expriísta y cenecista Jorge Gage Francois, nunca se presentó, ni lo conocían. Hoy suplican el apoyo federal para no seguir sembrando amapola. El malestar por el desmantelamiento estructural de la SADER y los recortes presupuestales vienen empujando con fuerza para recurrir incluso a medidas jurídicas. Sin embargo, para el titular de la dependencia, no pasa nada, todo está bien y dice que no le queda el saco.
Con la misma línea que otros secretarios. los posicionamientos de Villalobos fueron una retahíla de mentiras e inconsistencias que se dan de frente con la realidad una y otra vez. La semana próxima se esperan movilizaciones de organizaciones de productores inconformes con las políticas para el campo, y todo apunta que aplicará la máxima “todo escucha y nada atiende”. Los mexicanos pagaremos el costo de retraer a un sector productivo y no será un día de campo ¿Hacia dónde se conduce el tren de la producción de alimentos? Posiblemente hacia una pesadilla alimentaria. Al tiempo.

