Por José Eduardo Campos
México y Estados Unidos comienzan su frontera común en la ciudad de Tijuana, Baja California y en Imperial Beach en San Diego California y concluye 3 mil 169 kilómetros después en Matamoros, Tamaulipas y en Cameron en Texas; en ella se ha florecido una nueva cultura, en el sentido más amplio de la palabra.
Son por lo menos 13 millones de personas que están a ambos lados del Rio Bravo o Rio Grande, que han creado una realidad particular, incluso sin darse cuenta en la que hay un lenguaje, una economía, una cultura, hasta una forma de vida diferente del resto de los 2 países. Pasan de una nación a otro con toda tranquilidad; cruzan la línea (como le dicen) casi igual que como lo hacen en una calle.
La tarjeta fronteriza les permite moverse con toda tranquilidad en la región, saben cuales son las mejores horas la pasar de un lado a otro, que puente tiene menos tránsito vehicular o peatonal, que está permitido llevar y como hablar y conducirse con los agentes en ambos lados, son en muchos casos, hasta sus conocidos.
Muchos de ellos son ciudadanos mexicanos que cruzan cada mañana a los Estados Unidos para ir al colegio, para realizar sus compras o sencillamente para visitar a algún familiar, igualmente están los estadounidenses que ingresan a México en busca de realizar compras, realizar negocios, visitar al doctor o simplemente en busca de diversión.
En 2016, cruzaron a los Estados Unidos de manera legal, por los 16 puentes peatonales a lo largo de toda la frontera, 42 millones de personas, según datos del Instituto de Políticas de Migración, en 2017 la cifra creció 5 por ciento y, el año pasado 7. Se estima que este número se duplicara en los próximos 30 años. Viven en un país y trabajan en otro, tiene amigos y familiares en ambos y sin darse cuenta se convierten, de hecho, en habitantes de 2 países. Las autoridades migratorias lo entienden, pero sobre todo lo consienten, sabedores de que ahí esta el motor que mueve la región, le da vida e identidad.
Datos del Banco de Desarrollo de América del Norte (Nadbank) señalan que la construcción de nuevos puentes, o cruces fronterizos, implican un proceso muy complejo que involucra a muchos actores de ambos países desde regionales, estatales o federales, sin dejar de lado la participación de actores de la iniciativa privada.
Actualmente existen 56 puertos de entrada a lo largo de la franja fronteriza entre México y los Estados Unidos, 53 de ellos en operación y 3 cerrados. De ellos 21 se clasifican como cruces (terrestremente) y 35 como puentes que libran el Rio Bravo. Según el tipo de tránsito, los cruces se catalogan como turísticos (vehículos ligeros) comerciales (transporte de carga) o mixtos. También se dividen en peatonales, para vehículos de carga o solo de uso personal.
El comercio vía terrestre entre los países se ha cuadriplicado desde la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio en mil 994, la problemática en la región, es, sin duda la infraestructura, que no ha crecido al mismo ritmo y, que en los próximos años puede volverse un dique que dificulten los cruces terrestres, lo que año con año implican año más y más horas, lo que va en detrimento de la actividad económica.
Información de Nadbank señalan que en 2018 habían más de150 proyectos de cruces, adecuaciones o ampliaciones de puentes o puntos de acceso. La información de este año aun no se ha procesado.
Juan Aguilar es un estadounidense que estudia fotografía y trabaja en el condado de San Diego, pero que tiene su hogar en Tijuana y a diario cruza la frontera en su automóvil, hay días más difíciles que otros, el transito hace la diferencia, sin embargo, explica, uno se acostumbra. Nació en Estados Unidos al igual que su esposa, los padres de ambos son mexicanos, Pasaron sus primeros años en suelo estadounidense, ahí estudiaron y crecieron, pero ya en edad adulta establecieron su residencia del otro lado de la frontera, en Mexico.
Juan, Teresa y su pequeña hija van y viene entre 2 países diariamente, se internan menos de 50 millas u 80 kilómetros, con solo su pasaporte estadounidense, pero hablan todo el día en español, ven la televisión en ingles y toman las ventajas que los 2 países les ofrecen. Así como ellos, están millones de personas.
Un importante número de niños y jóvenes mexicanos pasan todos los días a las primarias, secundarias y hasta preparatorias estadounidenses, en donde se comunican mayormente en inglés, sin embargo, al final de la jornada académica vuelven a cruzar la línea y regresan al idioma español. Este fenómeno para ellos tan sencillo y natural, también lo viven y hasta lo sufren millones de adultos. Buscan vivir en pesos, con los dólares que ganan.
Los millones que viven en ambos lados de la frontera, entienden, saben y se preocupan por mantener una cotidianidad en la que los dólares, el “splanglish” y la biculturalidad, son elementos predominantes, sobre los que descansan estos millones de habitantes, que se sienten mexicanos o estadounidenses, son habitantes de la frontera, de su frontera.
La vida cotidiana de la zona, se ha visto alterada mayormente este año, con la llegada de miles de inmigrantes que se han establecido en la zona. Ya no solo se encuentran los México-Americanos, ahora están los centroamericanos, los sudamericanos, los caribeños y hasta los africanos, que con su forzada presencia han alterado el ritmo de vida de los habitantes de estos 2 países.
La inmigración se ha convertido rápidamente en un problema urgente de atender, que no solo amenaza la estabilidad de la región y de los 3 mil 169 kilómetros que separan a estos países, sino que incluso con la desaparición de una forma de vida que en incluso han marcado el rumbo de las relaciones binacionales.
Las autoridades de México y Estados Unidos dicen trabajar para resolver la creciente presencia de inmigrante en su frontera, sin embargo la realidad y la tensión que diariamente se respira en la zona, nos hacen dudar que tan efectivas están siendo estas medidas.