Desde la primera hora del día, el presidente de la república se dedica a “tomarnos el pelo” a los mexicanos. Su retórica no solo está plagada de mentiras o inexactitudes, sino de engaño y sarcasmo.

Se trata de un autócrata que se carcajea cada vez que da un golpe de autoridad y se define al mismo tiempo, ante la masa ingenua que lo sigue, como un demócrata.

El asilo a Evo Morales, la imposición de Rosario Piedra Ibarra en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, la intención de controlar el INE y otros retorcimientos de la política y de las leyes son ejemplo de un proyecto de gobierno que está sustentado en todas las variantes del fraude. Por eso, el apoyo histérico a Evo Morales.

El asilo político al expresidente de Bolivia representa el aval de la Cuarta Transformación a la estafa electoral y a todo tipo de prácticas arbitrarias y antidemocráticas para imponer decisiones y preservarse en el cargo.

Llama poderosamente la exagerada, excitada y nerviosa atención hacia Evo Morales. Se le permite, incluso, que utilice el país para declarar la guerra a Estados Unidos. Ojo con eso.

México fue el único país que hizo de comparsa para avalar el triunfo anticonstitucional del exmandatario y repetir el cuento de que había sido víctima de un golpe de Estado.

¿Qué le debe, de qué tamaño es la deuda que tiene López Obrador con el boliviano como para olvidarse de toda esa demagogia de austeridad que tiene a miles de mexicanos sin recursos, y gastar millones de pesos en un vuelo de la Fuerza Aérea para salvar al “hermano”?

Por cierto, el que varios países hayan negado al avión mexicano a aterrizar, sobrevolar o cargar gasolina para trasladar a Evo Morales demuestra que, para esos gobiernos de la región, el personaje no es el héroe, el demócrata o la víctima que la 4T nos quiere hacer creer.

El asilo al político boliviano nada tiene que ver con el refugio a los españoles de la república, tampoco a los chilenos de la era Pinochet o a los argentinos que salieron huyendo del gorilato de Videla. Tampoco, por cierto, con la acogida que se dio a Trotsky.

En el caso de España, Chile y Argentina, México abrió sus puertas a las víctimas de dictaduras; no a sus victimarios. Trotsky huía del sanguinario Stalin. Es falso, entonces, que la Cuarta Transformación esté siendo fiel a la tradición mexicana de extender la mano al perseguido político. Lo que hace con Evo Morales es abrazar y proteger al verdugo.

A la misma hora que el boliviano pisaba tierra mexicana, las calles de Ciudad de México estaban llenas de manifestantes.

Padres de familia exigiendo atención médica para sus hijos enfermos de cáncer, policías reclamando indemnizaciones, boleros en estado de miseria marchando contra el cobro de impuestos, campesinos demandando más recursos para el campo.

Para el pueblo de México, nada; solo maltrato y austeridad. Para Evo Morales, todo, lo que sea, hasta revivir al satanizado Estado Mayor Presidencial.

¿Esto es el cambio? No. A los mexicanos nos están tomando el pelo.