La ira y la intolerancia son los enemigos
de la comprensión correcta.Mahatma Gandhi
El virus de la discordia, el encono, la división, esta inoculado: la rabia ciudadana hizo su aparición este domingo pasado. Las dos marchas convocadas con fines e intereses distintos, revelaron lo que en un año ha provocado la cuarta transformación en materia de ánimo social.
Por un lado, tenemos el hartazgo de los ciudadanos que ven mermar su vida diaria por los embates de la delincuencia, la inseguridad galopante, la falta de crecimiento económico e inversiones que permitan que nuestro país avance y genere más oportunidades. La salida de capitales del país, la falta de inversión en infraestructura de gran calado, el reparto de dinero por vía directa sin reglas de operación, ni controles que garanticen que es usado para los fines que al menos en el discurso menciona este gobierno.
Marcharon los que ven un año de estancamiento y retroceso, de caprichos presidenciales transformados en obras faraónicas que técnicamente son inviables. Los que exigen que el presidente deje de echar culpas al pasado y a los gobernantes que ya fueron. Los que le exigen se haga responsable de su gobierno y rinda cuentas, genere programas y proyectos de beneficio general para los mexicanos y no solo para su clientela político electoral.
Aquí se trato de una marcha ciudadana auténtica, libre. Los que participaron llegaron por sus propios medios y no se les dio nada a cambio. Los movió la convicción de que es necesario hacer algo para que el poder sea limitado y controlado como lo establece la Constitución. El Estado de Derecho implica que el gobernante rinda cuentas y cumpla su mandato en el marco de las instituciones, no dañándolas y pasando por encima de la ley.
Paralelamente, existió la marcha convocada por el Presidente López Obrador, acarreo en toda su extensión. Uso de recursos públicos para la movilización. Operación torta. Hasta el nombre que usaron para el festejo “AMLO Fest” como si de una estrella de la farándula se tratara, se convocó al espectáculo faraónico a los beneficiarios de los programas, a los militantes morenistas, a los incondicionales servidores públicos de su gobierno. A quienes bajo las condiciones de la necesidad y pobreza en la que viven, las dádivas que les da el gobierno los obliga a asistir.
Hay otros en esa misma convocatoria que se encuentran obnubilados con el líder mesiánico, con quien se cree inspiración divina y un ser superior.
En esas marchas vimos dos Méxicos, confrontados. Se sentía un ambiente de enojo unos contra el presidente y sus malas acciones y otros contra los ciudadanos que libremente nos manifestamos. El discurso del presidente divide, confronta y ha generado una rabia social, que puede derivar en conflictos sociales graves.
Así paso en Venezuela, terminaron peleando entre hermanos. En México ya vemos muchos rencores que recorren las calles, no debemos permitir esta división que solo fortalece a quien pretende perpetuarse en el poder.