“Las verdaderas conductoras de
los pueblos son sus tradiciones”.Gustave Le Bon
El descubrimiento de América en 1492 impactó en el ánimo del pueblo castellano como la bendición otorgada por Cristo a las centenarias luchas por expulsar a los infieles de los reinos gobernados por los Reyes Católicos.
Consecuencia de siglos de fidelidad al catolicismo, la educación de los castellanos recibidos por Moctecuzhoma II en México-Tenochtitlán no pudo pasar por alto la celebración de las Navidades; a pesar de no tener constancia fidedigna de ello, es menester considerar que la Misa de Gallo debió haberla celebrado Fray Bartolomé Ochiasta, mejor conocido como de Olmedo, fiel capellán y confesor del propio Hernando de Cortés.
A pesar de la existencia de los insumos tradicionales de dicha celebración, que se extendía hasta el 6 de enero, seguramente de Olmedo propuso utilizar ramas de arboles nativos para adornar el espacio habilitado como capilla en el viejo palacio del padre del Tlatoani reinante, el reconocido Axayácatl (el de la máscara de agua), sitio de “palacio” ofrecido por Moctecuzhoma a aquellos visitantes maravillados por su factura y disposición.
Cuando aún reinaba la simulada diplomacia azteca en función a un cautiverio incierto de los de Castilla, seguramente los invasores pudieron recibir animales propios de la zona para cenar el 24 de diciembre y comer el 25, como la tradición mandaba, y Fray Bartolomé debe haberse esmerado en adoctrinar a las mujeres, regaladas a los españoles, en los misterios culinarios del Adviento y de la Natividad del Señor.
Ya instaurado el Cabildo de la Ciudad de México-Temisititlan como capital de la Nueva España, las navidades castellanas fueron prontamente difundidas por los evangelizadores, los conquistadores, y adoptadas por los naturales como un primer proceso de sincretismo al que luego las órdenes religiosas aportarán los procesos dramatúrgicos, musicales y visuales que a lo largo de los siglos han generado nuestras muy particulares formas de celebrar estas fiestas invernales.
La interacción cultural de la Ciudad ha facilitado la adopción de diversas tradiciones provenientes de otras latitudes, y así, con el fallido imperio austriaco, el pino navideño hace su primera aparición; como luego lo hace San Nicolás, trasmutado más tarde en Santa Claus, influencia estadunidense estérilmente combatida a mitad del siglo pasado cuando se intentó suplirlo con el mito de un Quetzalcóatl obsequiante de juguetes a niños pobres en el Estadio Nacional.
Desde el 2007, la tecnología ha facilitado la instalación de pistas de hielo temporales en diversos puntos de la Ciudad, y en este 2019 se colocará “Ecologisssima”, una de 4 mil metros cuadrados de superficie elaborada con polímeros que no dejan “huella negativa” al medio ambiente.
Junto a esta acción de siglo XXI, en este diciembre las actividades propias de las Navidades Mexicanas se dejarán vivir en el Corazón de esta #CapitalCultural, reconfirmando así la tesis del sociólogo francés, para quien las tradiciones han sido, son y serán las verdaderas conductoras de los pueblos.