“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre, por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”, dice don Quijote a su escudero en una de las más célebres obras escritas en español. Defender la libertad es precisamente lo que hacen los habitantes de Hong Kong, día y noche, desde el 9 de junio,  exactamente seis meses, en una muestra masiva de apoyo a un movimiento de reivindicaciones sociales y políticas que no tiene visos de flaquear a corto plazo.

El domingo 8 de diciembre, más de 800,000 personas –según los organizadores de la manifestación–, salieron a las calles de Hong Kong durante casi cinco horas en lo que se llamó una “marcha democrática” para conmemorar el Día Mundial de los Derechos Humanos que se celebra el martes 10. Al mismo tiempo, los manifestantes querían recordar que llevan exactamente seis meses echando un pulso al régimen de Pekín. Lo curioso del caso es que las autoridades de la isla concedieron el permiso al Frente Civil de Derechos Humanos y Civiles de Hong Kong, que ha organizado las primeras marchas en la antigua colonia británica, para llevar a cabo la manifestación dominical.

“Es increíble lo que está sucediendo aquí. Solo pedimos que China nos escuche y atienda nuestras demandas. Queremos una democracia completa”, afirma el abogado activista Calvin Lo, que enarbola, en su brazo izquierdo, una pancarta en la que también condena los abusos de la República Popular China en contra de la minoría musulmana de los aigures y los tibetanos.

Asimismo, el presidente del Frente, Jimmy Sham, de 32 años de edad, veterano en la defensa de los derechos del colectivo LGBTI, recién elegido concejal  en las municipales de noviembre pasado, instó a todos los participantes: “Solo hace falta un dictador para destruir los derechos humanos, pero para defender los Derechos humanos  de una sola persona hace falta una comunidad entera”.

En este sentido, de todos los aspectos inquietantes del régimen comunista chino, el peor es su comportamiento en Xinjiang con sus habitantes, los uigures y otras minorías musulmanas. Para Occidente, el problema con China es que éste mantiene una gran cantidad de frentes abiertos, no sólo es Hong Kong, sino la guerra comercial con Estados Unidos de América, la Nueva Ruta de la Seda, Huawei y el conflicto del mar del Sur de China.

 

 

De tal suerte, el periodista germano Bernhard Zand, jefe de la oficina del magazine alemán Der Spiegel, en Pekín, estudia los conflictos en los que está inmerso el régimen chino y cree que todos son susceptibles de negociación y acuerdo, pero el caso aigur no, porque en él late un problema de valores que no puede estar sometido a transacción alguna y destaca que la República Popular China exacerba la represión con la tecnología: “vigilancia digital masiva, perfiles de ADN, instalación obligatoria de apps (sic) de espionaje, algoritmos de reconocimiento facial, identificación ciudadana basada en rasgos  étnicos. Todo para mantener a raya a los aigures”.

Sea como fuere, el caso es que estimulados por la aplastante victoria de la oposición en los comicios locales de mediados de noviembre último, la marea humana de Hong Kong salió de nueva cuenta a la calle, el  domingo 8 de diciembre, para demostrar que el tiempo  no mella su voluntad de que el gobierno autónomo haga caso a su exigencia de mayor democracia en la antigua colonia británica.

El epicentro financiero de Asia –Hong Kong, donde viven en muy reducido espacio alrededor de 7 millones de habitantes–, se encuentra en un bucle de violencia desde que China trata de imponer mayor control sobre los hongkonenses, que desde que dejaron de ser colonia británica en 1997 viven en un régimen administrativo especial alejados de los brazos tentaculares de Pekín. Las demandas populares han ido subiendo de importancia. A últimas fechas ya piden investigar los abusos policiales durante las protestas, que comenzaron en junio, libertad para los detenidos y tener un completo sufragio universal para que el pueblo pueda elegir también al Jefe Ejecutivo en la isla.

 

Carrie Lam.

Al paso de los días, los enfrentamientos entre los manifestantes y la policía han sido más frecuentes, las protestas se han extendido por toda la ciudadanía. En agosto se dispuso una huelga general, se bloqueó el aeropuerto y las carreteras. En septiembre continuaron los disturbios y en octubre llegó el primer tiroteo policial, con derramamiento de sangre, aparte de muchos heridos.

En noviembre todo fue peor. El primer muerto. Por fortuna, hubo elecciones para consejos de distrito y el ambiente se calmó. Por primera vez en mucho tiempo, las barricadas dieron paso a las urnas. Gran paso. Y los candidatos prodemócratas lograron 387 lugares de los 452 en juego en comicios,  con la participación récord del 71.2%. En realidad, de lo que se trataba era un plebiscito a las autoridades pro Pekín, con papeletas de apoyo real a las protestas. Como se comprobó, el apoyo fue definitivo. Por lo mismo, antes que nada,  la victoria de los ciudadanos democráticos fue moral. Y así parece ser la tendencia; la manifestación del domingo 8 de diciembre, tuvo una base moral popular.

Al caer la tarde dominical, los participantes encendieron la luz de sus celulares mientras caminaban y cantaban el himno de las protestas, Gloria a Hong Kong. La manifestación terminó por la noche, cuando se apresaron  a 11 personas. En una pared, se leía la siguiente consigna: “Cuando una persona viola la ley es un problema de la policía. Cuando dos millones violan las ley es un problema de la política”. ¡Vaya si es el de Hong Kong un serio problema político para China! Dígase lo que se diga, Tianamen no se olvida. Irónicamente el lugar se llama también la Plaza de La Paz Celestial. La matanza que tuvo lugar ahí en 1989 se recuerda en todo el mundo.

Uno de los dirigentes del Frente de Derechos Humanos y Civiles, declaró a un periodista europeo: “tenemos que dejar claro que el resultados de las elecciones municipales no fue una casualidad, que seguimos movilizándonos  para presionar al Gobierno y que seguimos demandando que nos hagan caso. Después de los comicios, Carrie Lam sigue sin escucharnos. Nosotros vamos a seguir reclamando en la calle que nos responda. Es necesario que defendamos nuestras libertades”. Como si alguien escuchara las palabras de Don Quijote a Sancho Panza: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos…”

Claro está que las manifestaciones en Hong Kong ya han tenido resonancia mundial, especialmente en Estados Unidos de América. Así, Washington se juega el éxito con la República Popular para frenar la “guerra comercial” que ya lesiona a todo mundo, luego de aprobar una ley que protege los derechos humanos en el ex enclave británico.

 

Como todo mundo sabe, Hong Kong, con 7.4 millones de habitantes, regresó al dominio chino hace 22 años, en 1997. A partir de esa fecha, el enclave se gobierna bajo la fórmula de ” un país, dos sistemas” que garantiza a Hong Kong las libertades no permitidas en la China continental, pero mucho temen que Pekín esté apretando las tuercas, sobre todo por el avance de EUA en la zona.

El descontento popular creció exponencialmente en el enclave. Lo que en otros tiempos era una rareza, la violencia, ahora se ha intensificado durante seis meses, y lo que sigue. Durante más de medio año, se han vuelto “costumbre” la quema de vehículos, trenes, universidades, restaurantes y personas. Las fotografías y vídeos del hombre-antorcha de 57 años de edad, que recriminó la actitud violenta de unos jóvenes manifestantes que criminalmente lo rociaron con un líquido inflamable prendiéndole fuego, circularon por todo el planeta. Siempre ha sido impresionante ver cuando una persona muere víctima de las llamas. Lejos está el Hong Kong que solo conocía el incesante ir y venir de sus habitantes y visitantes  motivados por el comercio y todo tipo de transacciones financieras y económicas. Ahora lo común es el lanzamiento de bombas molotov contra automóviles y edificios públicos y privados, además de destrozar centros comerciales. La policía ha respondido contra los manifestantes con gases lacrimógenos, cañones de agua y, en ocasiones, con fuego verdadero.

La prisa de los habitantes de Hong Kong por conseguir que Pekín les conceda libertades permanentes reside en que su status especial terminará en 28 años más, en 2047. Cuando la isla regresó al dominio chino, los acuerdos entre Pekín y Londres fueron cumplidos, pero en la segunda década del siglo XXI el Partido Comunista Chino inició a desarrollar nuevos proyectos políticos y de infraestructura para integrar y absorber a los hongkonenses.

De ahí que las nuevas generaciones  sean absolutamente conscientes de los propósitos de Pekín, así como de la inevitabilidad del arribo del monolítico y poco democrático PC de China en Hong Kong. Por eso, viejos y jóvenes presionan por un cambio y no pretenden dejas las calles. Una carrera contra el tiempo y la fuerza que casi seguramente perderán, incluso antes de 2047. Así son las cosas. Al tiempo. Vale.