La Cumbre del Clima (COP25), que tuvo lugar en Madrid de último momento, y que debería haber terminado el viernes 13 de diciembre, como un último campanazo de advertencia para todo el planeta, se alargó hasta las seis horas del domingo 15, por el desacuerdo entre los negociadores de 196 países, para hacer frente a la crisis climática que se ha agudizado más rápido de lo previsto. La cumbre se cerró con un texto que hace un simple llamamiento a los participantes a presentar compromisos más ambiciosos de reducción de emisiones contaminantes en el año 2020, pero no logró cerrar el artículo 6 del Acuerdo de París sobre los mercados de carbono. Este punto se pospuso para la próxima cumbre, COP26, en Glasgow (Escocia). Un objetivo que no está a la altura de las recomendaciones de los científicos.
Así las cosas, después de infinitas horas de negociaciones truncas y mucho cansancio, por la mañana del domingo 15 se reanudó la sesión plenaria, tantas veces pospuestas desde el viernes anterior cuando se programaba el cierre oficial. Pero, tal y como se acostumbra en este tipo de negociaciones globales, en las que se llega a acuerdos por consenso, los pendientes suelen cerrarse después de la medianoche o incluso días posteriores de la clausura oficial. Así sucedió en Madrid. Lograr el punto de entendimiento no fue nada fácil. Pudo haber sido peor: no alcanzar un acuerdo.
Así lo afirmó Carolina Schmidt, presidenta de COP25 y ministra chilena del Medio Ambiente: “No estamos satisfechos. Los acuerdos no son suficientes para atajar con urgencia la crisis climática”. Lo cierto es que esta reunión tenía dos objetivos: por una parte, que los gobiernos se comprometieran con planes de recortes de emisiones de gases de efecto invernadero más ambiciosos, porque los previstos hasta ahora no son suficientes, y, por otra, cerrar el artículo 6 del Acuerdo de París sobre los mercados de carbono, los dos puntos que han tensado y alargado las negociaciones.
Sobre el primer punto, hay dos bloques de países con intereses diferentes. Unos que buscan ir más rápido, como las Islas del Pacífico o la Unión Europea, que se comprometieron a revisar sus compromisos el año próximo, y otro bloque, que no tiene la menor prisa por hacer nada. Entre estos se encuentran grandes emisores como Estados Unidos de América, cuyo presidente, Donald Trump, ya inició los trámites para abandonar el Acuerdo de París, China, India y Rusia, que durante la cumbre recién finalizada, dejaron claro que no tienen el menor propósito de ser “más ambiciosos” por ahora.
La ONU, en estas semanas de discusiones sobre el medio ambiente, no dejó de exigir acciones urgentes” y el “compromiso de todos”, en especial de los países más contaminantes, para evitar las perores previsiones de la ciencia. Así, el documento final establece que los países deberán presentar en 2020 unos compromisos más ambiciosos de reducción de emisiones.
La necesidad de aumentar la ambición climática entró con fuerza en esta COP tras los informes del último año del IPPC, panel intergubernamental de científicos que asesora a la organización internacional en la materia. En este aspecto, la ciencia es muy clara: no hay tiempos que perder para frenar el cambio climático. Los próximos Díez años son determinantes para imitar el irreversible aumento de la temperatura a Un límite manejable de 1,5 grados, un objetivo fijado en el Acuerdo de París, firmado en 2015 y que debería entrar en vigor el año próximo. En este texto, los signatarios se comprometen a frenar el calentamiento irreversible del planta, a un límite asumible. Pero, por ahora, los esfuerzos de los países no son suficientes. De seguir emitiendo gases de efecto invernadero al ritmo actual llegaríamos a más de tres grados al final de siglo, de ahí la urgencia y la necesidad de aprovechar esta conferencia para aumentar la ambición y no posponerla un año más, hasta la próxima cumbre en Glasgow.
Respecto a los mercados de carbono, un complejo mecanismo internacional para el intercambio de derechos de emisión de CO2 (dióxido de carbono) entre países y empresas, el conflicto reside en determinar cómo funcionarán. La principal dificultad es asegurar que son transparentes y fiables desde el punto de vista de la contabilidad de los créditos y permisos, para contaminar, es decir, para evitar trampas o contabilidades opacas. Del tal suerte, los observadores decían durante la cumbre que mejor no tener acuerdo, que tener uno malo”. Desde días antes del cierre, en la presidencia de la COP25 se pensaba concretar un acuerdo muy general sobre este artículo y aplazar las cuestiones más técnicas para la siguiente cumbre. Así sucedió.
Entre peras y manzanas, los activistas de Fridays for Future y Extinction Rebellion se retiraron desde el viernes 13, con muy pocas esperanzas de que sus exigencias fueran a ser oídas. Los jóvenes reunidos en Madrid no se cansaron de repetir sus consignas preferidas: “¿Qué queremos? Justicia climática ¿Cuándo? Ahora”. La repitieron una y otra vez.
La estrella de la cumbre, la joven sueca, Greta Thunberg lo dejó en claro en la masiva manifestación del pasado 6 de diciembre en la capital española: “La esperanza no reside dentro de los muros de la COP, sino en la calle, con todos ustedes”.
Los entretelones de la COP25 fueron evidentes. Aunque la mayoría de los participantes están conscientes de que el daño climático es irreversible, también es claro que los más contaminadores son los más avanzados tecnológicamente hablando como EUA. Por un lado se internaba encajar el llamamiento que se debe hacer a los países para que presentarán planes de recorte de emisiones más duros en 2020. Sin embargo, China, la India y algunos países africanos y petroleros preferirían que en la declaración final se hubiera incidido más en lo que no se ha hecho en cuanto a adaptación; básicamente, reprochan a los países desarrollados que no aportan lo suficiente a los en vías de desarrollo para que puedan adaptarse a los impactos negativos del cambio climático. La presidencia de la COP25, en manos de la chilena Carolina Schmidt, trato de conciliar estas dos posturas en los borradores que preparó, pero esos manuscritos fueron criticados por las ONG.
Así, Jennifer Morgan, directora de Greenpeace, al comentar la propuesta de Carolina Schmidt, dijo: “Es completamente inaceptable”, y Aiden Meyer, miembro de Unión de Científicos Preocupados, resumió: “nunca he visto una desconexión tan grande entre la ciencia y lo que piden los ciudadanos y los negociadores de una cumbre”. El otro gran escollo de la reunión madrileña fue la negociación sobre los mercados de carbono, asunto que tiene todas las implicaciones económicas para Estados y empresas.
Cuando el tiempo ya se había echado encima, la secretaria chilena Schmidt, convocó a una reunión a puerta cerrada –a la que el equipo de seguridad de la cumbre no dejaba que nadie extraño a la cúspide se acercara a la sala donde tenía lugar–, a los ministros y máximos representantes de la UE, China, India , Australia, Brasil, Arabia y Japón–, para intentar formalizar un pacto. A un lado de esta negociación se había establecido, hasta el sábado 14, la Unión Europea (UE), que en principio decía no estar de acuerdo de aceptar un pacto que no fijara reglas duras y seguras para garantizar que este tipo de mercados no se conviertan en un coladero de proyectos poco claros o de doble contabilidad de las emisiones de efecto invernadero que se ahorren con este mecanismo. Al otro lado, estaban China, India, Australia y Brasil, que cuentan con muchos derechos de emisión acumulados desde el Protocolo de Kioto, el pacto que será sustituido por el Acuerdo de París, a los que le quieren dar salida a partir de 2020. Esa reunión, a puerta cerrada, molestó a muchos otros países a los que no se les permitió acceder.
Al final todo ocurrió como ya se sabe y aunque el propio Antonio Guterres, declaró no estar satisfecho con los resultados, ya no fue posible lograr más. Hasta el año próximo en Glasgow.
La joven Greta, la estrella de COP25
Como ya se esperaba, uno de los principales tópicos de la Cumbre Climática en Madrid, fue la presencia de la joven sueca Greta Thunberg, que después de su presencia en Nueva York viajó al Viejo Continente a bordo de un catamarán porque evita trasladarse a grandes distancias por avión. Como corolario de su tournée la revista estadounidense TIME, la eligió este año, 2019, como Persona of the Year para su portada anual, lo que provocó que el “acusado” presidente de EUA, Donald Trump, se burlara de esa elección. El despropósito del magnate fue criticado por todo mundo, menos por otro presidente, el de Brasil, Jair Bolsonaro, que hizo causa común con el residente de la Casa Blanca. ¡Qué despróposito! Ninguno de los dos mandatarios jamás llegarán a contar con las simpatías de la jovencita que se ha convertido en el icono de la lucha en contra de la contaminación ambiental. VALE.