Desde el 1 de enero de 2019, Jair Messias Bolsonaro (21 de marzo de 1955, São Paulo) es presidente de la República Federativa de Brasil. En los comicios presidenciales de 2018 logró el 55,54 por ciento de los votos, mientras Fernando Haddad, su principal contrario logró el 44,46 por ciento. Y, aunque el capitán en retiro se presentó como un candidato anti sistema —a semejanza de Donald John Trump en la Unión Americana—, lo cierto es que ya llevaba en la política casi 30 años. En esencia, Bolsonaro es un político típicamente de la ultra derecha, y como tal se comporta.

A los 22 años se graduó en la Academia Militar de las Águilas Negras en Río de Janeiro, en 1977. En la carrera de las armas llegó al grado de capitán del ejército y fue paracaidista. Después de un acto de protesta por el bajo sueldo de la milicia, tuvo que purgar 15 días de prisión y afrontar dos procesos disciplinarios.  En 1988 se retiró del ejército para dedicarse a la política, cuando fue elegido concejal de Río de Janeiro. El 1 de enero de 1991 asumió como diputado federal, escaño que logró mantener por 27 años. Es conocido por sus radicales opiniones y por su lengua viperina, En 1993 desenvainó la espada para defender a la dictadura que sojuzgó al país desde 1964 hasta 1985. En cierta ocasión dijo que el “error de la dictadura fue haber torturado y no matado”. Es padre de cinco hijos varones y se ha casado tres veces. Los tres descendientes mayores son Carlos, Flavio y Eduardo, de su primer matrimonio. Los dos primeros son políticos. Flavio es senador y Eduardo, diputado. Los menores son Renán, de 19 años, y Laura, de 7. De esta última ha dicho que “en la quinta ocasión de ser padre, tuvo un momento de debilidad y vino una mujer”.  En suma, ésta es la versión brasileña del actual presidente de EUA. Ni más, ni menos.

El año 2019 tuvo doce meses llenos de polémica y de conflicto para Jair Bolsonaro, que sin duda le dejó un amargo gusto en las evaluaciones que el mandatario brasileño ha recibido al cumplir su primer año de mandato. La encuesta Ibope, quizás la más conocida de Brasil, concluyó el año  afirmando que el ultraderechista mandatario es el peor evaluado en su primer año, desde que Fernando Collor de Mello (1990-199) fue destituido a la mitad de su régimen.

El ex capitán  arriba al primer año de gobierno con un índice de satisfacción de apenas el 29 por ciento, empatado con Collor, que perdió su popularidad al confiscar las cuentas de ahorro populares. Sin haber nada semejante de por medio, Bolsonaro consumió su popularidad con polémicas dentro y fuera del país, en las que se ha enfrentado, e incluso insultado innecesariamente, a políticos, artistas, científicos y hasta mandatarios extranjeros, desatando crisis diplomáticas como la que generó con el francés Emmanuel Macron. En este caso, el brasileño fue más allá de lo prudente lo que obligó al francés al defender a su esposa ante los medios. Todo se derivó de los incendios en la Amazonía porque Macron le echó en cara a Bolsonaro negligencia en el combate al fuego. El brasileño se “ofendió” y se originó un embrollo “diplomático” que terminó como agua de borrajas.

 

Como seguidor del mandatario estadounidense que no desperdicia el tiempo sin “denunciar” a la prensa como el “verdadero enemigo del pueblo”, Jair Bolsonaro hace lo propio con los medios de comunicación de su país. Poco después de las fiestas de fin de año, en su primer encuentro con los periodistas, no se pudo contener y le soltó a un compañero de oficio lo siguiente: “Ustedes, los periodistas, son una especie en peligro de extinción”.

“Quien no lee el periódico  no está informado. Y quien lee está desinformado. Tenemos que cambiar eso. Ustedes son una especie en peligro de extinción. Creo que voy a vincular a los periodistas de Brasil al Ibama”, dijo refiriéndose a la entidad estatal que cuida del medio ambiente y de los animales en peligro de extinción. Otro desplante de Bolsonaro con los medios se dio cuando un periodista le entrevistaba y no le gustó la pregunta y le dijo: “por ejemplo, tú tiene una cara de homosexual terrible y no por eso te acuso de homosexual. Lo cual tampoco lo prohíbe la ley”. La brutal respuesta era en defensa de su hijo mayor, el senador Flavio,  que está siendo investigado por desvío de dineros públicos.

A decir verdad. Nadie ignora que Jair Bolsonaro tiene una tensa relación con la prensa, desde que asumió el cargo, especialmente con Folha de São Paulo, y con la cadena de televisión Globo, a los que les ha declarado la guerra abiertamente, con  amenazas de corte de suscripciones  y de concesiones. Mientras tanto, por otro lado, ha cultivado una excelente relación con otros médicos que lo apoyan, entre ellos, el Grupo Record, el segundo más fuerte de Brasil, que pertenece al pastor neopentecostal, Edir Macedo, dueño De la Iglesia Universal.

Lo cierto es que Bolsonaro es un tipo de malas pulgas. Lo analiza el especialista en política brasileña, Humberto Dantas, doctor de la Universidad de São Paulo (USP). Dice Dantas: “Es un gobierno muy difícil, el peor evaluado entre todos los presidentes en su primer año y esto es muy raro…Se trata de un Gobierno que en pocos meses ya fue cuestionado con propuestas de destitución, que es sometido a apuestas sobre si termina o no el mandato, que ha perdido sustentación y popularidad en muy poco tiempo”. El investigador se refiere a muchas polémicas y otras, como pelear con los principales líderes del partido por el cual fue elegido, hasta el punto de salirse de él y tener que crear el suyo. Un poco. O un mucho, como le ha sucedido al presidente de la 4a. Transformación.  En el mes de noviembre pasado anunció la fundación de Alianza por Brasil, su décimo partido en tres décadas de carrera, que dirige al lado de sus hijos, por quienes también ha peleado a toda costa. Dice Dantas: ”Es un Gobierno en conflicto, que es el propio conflicto”, sobre un presidente de temperamento difícil.

Asimismo, otra cuestión que contribuye al descenso de popularidad de Bolsonaro, es que no se ha enfrentado a la corrupción que fue uno de los temas que ayudó a su elección. El citado Dantas explica: “No hay un combate a las corrupción en su Gobierno. Al contrario, carga un pasivo gigantesco de sus hijos, llevándolos incluso al interior del poder”. El hecho es que, aunque Bolsonaro diga lo contrario, al corrupción es parte de su gobierno. No obstante, apenas cumplió un año en el puesto y una habla de su reelección.

 

Como se señala poco antes, Jair Bolsonaro por mediar por sus hijos se ha enfrentado con políticos, con el periodismo e incluso ha pedido la intervención de jueces o presionado a legisladores para alejarlos del centro de la discusión. El senador Flavio Bolsonaro, el mayor de los herederos, está inmiscuido en un escándalo de corrupción que ha comprometido al gobierno de su padre. Al tercero de la dinastía, el diputado Eduardo, propició que se presentara como candidato a embajador de Brasil en Estados Unidos de América (EUA), el puesto más importante del servicio diplomático del país (como sucede con la mayoría de las naciones de América y de otras latitudes), por el simple hecho de “hablar inglés”.

En otros aspectos, el militar retirado mantiene vivo desde su campaña electoral su discurso en contra de la izquierda, por lo que ha puesto a prueba las instituciones del Brasil. Respecto al Congreso, donde no cuenta con la mayoría, ha frenado sus iniciativas legislativas más radicales como eximir a policías y militares de responsabilidades en los tiroteos con la delincuencia o purgar de izquierdismo los libros escolares. En áreas como la política cultural ha metido tijera a todo aquello que no cuadre con su visión personal. Por tal motivo, los editoriales del periodismo independiente en contra de sus arranques autoritarios son frecuentes.

En tal tesitura, incluso la ONU ha dado la voz de alarma. En el mes de septiembre pasado, la Comisión de Derechos Humanos, que dirige la ex presidenta de Chile, Michelle Bachelet Jeria, en un informe oficial criticó el aumento del número de muertos por disparos de la policía y afirmó: “En los últimos meses hemos observado una reducción del espacio cívico y democrático caracterizado por ataques contra los defensores de los derechos humanos y restricciones impuestas al trabajo de la sociedad civil”. Bolsonaro reaccionó violentamente y con saña quiso ofender la memoria del padre de Bachelet, un general de la fuerza aérea de Chile asesinado por la dictadura al que acusó de Comunista.

Más allá de los tres retrocesos evidentes en el primer año del gobierno de Jair Bolsonaro: más militarización, menos democracia y más neoliberalismo, hay otros datos sobre el escenario político brasileño durante 2019: descontento social y desafección política. Por diversas razones, los respaldos ciudadanos a Bolsonaro han mermado durante los pasados doce meses de gobierno, así lo reflejan los últimos sondeos de opinión, tan solo un 29 por ciento lo considera óptimo, mientras que casi el 40 por ciento lo encuentra malo o pésimo. Así son las cosas. VALE.