No hay fecha que no se cumpla, indefectiblemente llega su día. Si los cálculos de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos de América (EUA), Nancy Pelosi, fueran exactos (algo que podría no ser así), el 45o. Presidente del vecino del norte, Donald John Trump sería el tercer mandatario estadounidense en afrontar un impeachment (juicio político) en ese país (de hecho hubiera podido ser el cuarto, si Richard Milhous Nixon no hubiera renunciado en el último momento), y el primer Republicano en afrontarlo). Los otros dos, Johnson y Clinton, demócratas, evitaron la destitución. El caso Trump es de nuestros días y millones de norteamericanos y de extranjeros, darían cualquier cosa por que el mendaz magnate fuera echado de la Casa Blanca. Claro está que esta opinión no es objetiva. Además, bien pudiera ser que el sucesor de Barack Hussein Obama lograra la reelección para mala suerte de la Tierra. Ni más, ni menos.
En el caso del sucesor de Abraham Lincoln –que como todo mundo sabe fue asesinado–, Andrew Johnson, cesó a su secretario de Guerra, Edwin M. Stanton (un radical que fue nombrado por el propio Lincoln durante la Guerra de Secesión), a lo que la mayoría reaccionó denunciando que eso era ilegal y arreglaron el Impeachment. En aquellos tiempos la mayoría de dos tercios para destituir al presidente estaba fijada en 36 apoyos. La votación se repitió hasta tres veces, y en las tres ocasiones el resultado fue de 35 votos favorables a la destitución –culpable–, y 19 en contra –inocente–. Johnson salvó el puesto, pero, la historia siempre tiene dos versiones.
Así, el mandatario, con todo y su “pírrica victoria, se convirtieron durante el último año de su mandato, en un lame duck: un presidente sin poderes y sin relevancia social. El fracaso de la destitución supuso un golpe para los radicales y un impulso para los republicanos moderados. Esa sería la suerte de Trump si fuera absuelto.
En el caso de Clinton, él y la acusada, Mónica Lewinsky, ambos mintieron, pero se les descubrió porque intervinieron en el caso otras mujeres. Una declaración de la joven becaria a un fiscal independiente, Kenneth Starr (que ahora fue fichado como abogado defensor de Trump), facilitó que procediera el juicio político contra Clinton en 1998. Después de tres semanas de audiencias los senadores decidieron absolver al presidente, por 55 votos a su favor y 45 en contra.
Richard M. Nixon, republicano, hubiera sido el segundo mandatario en sufrir el impeachment, por el escándalo Watergate, que descubrió el robo de información de la sede del Partido Demócrata –en sus oficinas del hotel del mismo nombre, en Washington, D.C.–, y toda la serie de maniobras del propio Nixon por encubrir los hechos con gran despliegue de ilegalidades. Antes de sufrir la humillación de ser destituído, Tricky Dicky –insultante apodo popular de Nixon–, el 8 de agosto de 1974 renunció al cargo, salvando la guillotina política.
Ahora, tras semanas de ríspidas polémicas entre demócratas y republicanos por las condiciones en que se celebraría el juicio político en contra del presidente Donald Trump, la presidente de la Asamblea de Representantes, Nancy Pelosi el miércoles 15 de enero firmó el envío de los artículos del impeachment al Senado donde se realizará el dichoso proceso.
“Estamos aquí para cruzar un umbral muy importante en la historia estadounidense”, dijo Pelosi, antes de que los representantes votaran la moción del envío, que se aprobó por 228 votos a favor y 193 en contra. Sólo un demócrata Collin C. Peterson, por Minnesota, votó al contrario del resto de sus compañeros de partido. La poderosa lideresa demócrata, la abuela Pelosi, explicó que “esta es la esencia del juicio político. El presidente violó su juramento, socavó nuestra seguridad nacional y puso en peligro la integridad de nuestras elecciones. Cualquiera que sea el resultado del proceso, el pueblo estadounidense quiere un juicio justo”.
Trump es acusado por abuso de poder al presionar a las autoridades de Ucrania, reteniendo ayuda militar aprobada por el Congreso, para que investigara a su rival demócrata, Joe Biden. Asimismo, se le acusa de obstruir la investigación de estos hechos, por parte de la Asamblea de Representantes. En la misma reunión se nombró a siete impeachment managers (fiscales) encargados de argumentar el caso ante la Cámara Alta. Además, se tomó el juramento a los cien miembros del Senado como jurados del proceso. De todas formas, el proceso como tal debería empezar el martes 21 de este mes, o lo que es lo mismo cuando esta crónica aparezca el juicio ya está en curso.
Al investigar los meandros del posible impeachment en contra del magnate presidencial saltan importantes personajes del Partido Demócrata, no solo la respetable Nancy Pelosi, sola no hubiera podido sacar adelante el asunto. Por ejemplo, Adam Schiff, presidente del Comité de Inteligencia del Congreso, y Jerry Nadler, su homólogo en el Comité de Asuntos Jurídicos. De Schiff fue el peso de la investigación y la dirección de unas pesquisas que han rematado finalmente en el tercer juicio político a un mandatario estadounidense.
La historia y sus paradojas. En el presente, los Schiff y los Nadler jugarán el papel que en el caso de Nixon y de Clinton ocuparon sus rivales republicanos, empeñados en lograr la destitución del entonces presidente demócrata, el esposo de la infortunada Hillary Rodham Clinton, acusado de mentir cuando negó relaciones sexuales en el Despacho Oval con la becaria Mónica Lewinsky.
Entre los managers of impeachment de la época figuraban políticos republicanos como Henry Haydé, que ejerció de presidente, el todavía senador Lindsey Graham, igual que otro veterano, Jim Sensennbrener, en este caso de la Asamblea de Representantes, donde continúa después de 21 mandatos, Bill McCollum, Steve Buyer, Ed Bryant, Steve Chabot, Asa Hutchinson, Chris Cannon o George Gemas. Otro destacado fiscal fue Charles Canady, presidente del Tribunal Supremo de Florida. Por supuesto, el abogado Bob Barr, que ha ocupado destacados puestos en la Fiscalía, y el juez de California, James E. Rogan.
De los actuales fiscales destacan, aparte de Schiff y Nadler, la congresista por California, Zoe Logfren, veterana de dos de las anteriores investigaciones de impeachment, la de Nixon y la de Clinton. Hakeem Jeffries, congresista por Brooklyn y líder del caucus demócrata. Por cierto, uno de los candidatos que más se mencionan para suceder a Nancy Pelosi al frente de los Representantes. Val Demings, congresista por Florida, antigua jefa de policía de Orlando y miembro de los comités de Schiff y Nadler. Y la única cara latina en este juicio político, Sylvia García, congresista por Texas. Fue de los últimos demócratas en solicitar la investigación de juicio político contra Trump. Y, Jason Crow, congresista por Colorado, aunque no votó por Pelosi como presidenta de los Representantes, lo hizo por la senadora Tammy Duckworth.
García, junto con Crow y Demings, tendrán la misión de percutir en los puntos débiles de la defensa de Trump, desmenuzar las pruebas, invocar testimonios y documentos, y, en definitiva, probar más allá de toda duda razonable, que efectivamente, el acusado obstruyó la investigación de los comités del Congreso y abusó del poder que le confiere su cargo para perjudicar a un rival político al tiempo que chantajeaba a un gobierno extranjero.
Nunca pensó Donald Trump que la llamada telefónica al presidente ucraniano Zelenski, a finales del mes de julio de 2019, llegara a tener tantas consecuencias que lo podrían echar del poder. ¿En qué terminará todo esto? En todo o nada ¿Culpable o inocente? Dada la mayoría de los Republicanos en el Senado lo último es lo más seguro. Eso sí, no parece en absoluto descartable que los senadores republicanos que se jueguen su cargo en distritos mal asegurados voten con el entusiasmo del resto del partido. Que Schiff, Nadler y el resto logren que todo esto se traduzca en algo más que unos discursos airados y una sentencia absolutoria es ya otra cuestión.
En fin, por mucho que Trump parece contar con una mayoría clara en el Senado, por mucho que el líder de los republicanos de la Cámara, el veterano Mitch McConnell asegure que todo está bajo control, todavía el magnate no tiene el triunfo en la bolsa. Sobre todo después que la Oficina para el Control del Gobierno (OCG) publicó un informe en el que se da por demostrado que La Casa Blanca violó la ley cuando congeló la ayuda económica y militar a Ucrania.
Una cosa es lo que digan Pelosi y sus colegas y otra, muy diferente, lo que afirme una investigación de la OCG: “El presidente violó la ley”. Más claro ni el agua. No obstante, Trump esta “segurísimo” que el Senado tumbará el impeachment. Pese a lo tardado del procedimiento, ya falta poco para saber la verdad. VALE.