Carlos Jiménez Macías
Y dale con buscarle tres pies al gato… Tal y como se había anunciado, la decisión del priísmo mexiquense —subrayo este hecho—de apostar por un candidato de unidad para contender por la gubernatura del Estado de México el próximo 3 de julio, es ya una realidad.
Atrás quedaron las suspicacias que arrojaban las tendencias de opinión sobre quién sería el precandidato tricolor a competir para ocupar la Casa de Gobierno de Toluca, que dicho sea de paso, fueron tan diversas como disparatadas. Cuál adivinos, no cesaron los escenarios que, a partir de sesudos análisis sobre quién sería el elegido, invariablemente cuestionaban si el PRI permitiría abrir la puerta al divisionismo interno. ¡Pues se quedaron con las ganas!
No se equivoquen, para el proceso electoral en el Estado de México no había más que tres escenarios: el bueno, el malo y el feo. El primero, envolvía lo que el PRI podría lograr con el propio PRI. El segundo, lo que la alianza opositora trataría de rescatar tras conocer el resultado del primer escenario y, el tercero, era el ya tan conocido escenario donde el caudillo decide —más bien decidió, como con Juanito— quién es ya el candidato lopezobradorista.
El bueno. En el PRI el reto a vencer era distinto. Teníamos que constatar una vez más —como lo hicimos con Humberto Moreira—, la capacidad de acuerdo de los tricolores y honrar la disciplina partidista, entendida como el reconocimiento responsable y sincero de los aspirantes mexiquenses, de que sólo uno podría encabezar el mandato priísta y que los demás habrían de sumarse incondicionalmente al apoyo del candidato elegido.
Y así sucedió, acompañado por Alfredo del Mazo, Luis Videgaray, Ernesto Nemer, Ricardo Aguilar y Azucena Olivares, el 27 de marzo Eruviel Avila Villegas, ex alcalde de Ecatepec, se registró ante la Comisión Estatal de Procesos Internos del PRI mexiquense como candidato de unidad. Un día después, dicha comisión declaró procedente el registro oficial de su precandidatura.
El malo. Del segundo escenario qué agregar… la alianza antipri —que anhelaba un candidato priísta— le apostó a la fórmula de piratear candidato, al no tener uno a modo en sus filas.
El resultado, la descalificación como recurso, apoyada en una ínfima encuesta que a nadie engañó y que no representa ni al 2 por ciento de la votación estatal; bueno, sus propios promotores al conocer quién sería el candidato del PRI, confesaron tácitamente sus pretensiones de adherir a otro tricolor a su redil, al sostener aquello de que ¡nos tuvo miedo!, en referencia al gobernador Enrique Peña Nieto, quien por cierto, dio muestra de liderazgo y madurez política al apostar por el fortalecimiento de la unidad del partido, dejando en este último el proceso de selección del candidato.
De sobra conocemos la rapiña con que se han conducido los blanquiazules y los perredistas para pedir fiado al PRI —sin bochorno— algún militante que, tentado por su ambición personal, acepta cómodamente representar los intereses de partidos antagónicos que evidentemente carecen de convicción sobre los principios que dicen enarbolar. ¿Cuándo dejarán de ser los eternos pepenadores de la política?
El feo. Sobre el tercer escenario es lamentable que ni al propio Alejandro Encinas le hubieran dado la oportunidad de escoger si quería o no contender como candidato del perredismo al Estado de México —recordemos que él mismo se había descalificado al no cumplir con la vecindad requerida por la ley—. Su imposición no hace sino confirmar su desafortunada incondicionalidad a los caprichos y designios del legítimo, a quien no le importa exhibir al ex jefe de Gobierno del Distrito Federal como un pelele. Nada más.
cjimenezmacias@yahoo.com.mx