En circunstancias difíciles es cuando realmente se aprecian los auténticos liderazgos, que asumen su responsabilidad con visión amplia, que orientan, definen y conducen el rumbo a seguir, distribuyen las labores para lograr metas precisas e inspiran confianza y respeto. Por otro lado, ¿qué podemos esperar cuando los zapatos les quedan grandes?, ¡ese si es un problema!, motivo de una doble preocupación.

Tal es el caso de lo que acontece en el país, pues mientras el sentido común nos indica los pasos a dar para atender la situación y todos sus efectos, al presidente le ha dado por concentrar todas las decisiones y toma por su cuenta medidas desarticuladas, parciales y torpes, cuyas consecuencias nos toca padecer.

No contento con ello, contrariamente a procurar la unidad nacional, sus mensajes están plagados de prejuicios, con claras tendencias a la confrontación y recurrentemente se inclina a promover la lucha de clases, desestimando todo aquello que no es de su agrado e inclusive denostando a quienes no están de acuerdo con sus posturas.

Esa actitud frecuente y cotidiana viene acompañada de un desdén a todo aquel que no le dé la razón o no se someta a sus caprichos, utilizando el lema de:” estás conmigo o contra mí”. Esa conducta viniendo de un gobernante que debe propiciar un ambiente de libertades, resulta totalmente desconcertante al ser propia de un régimen totalitario.

Las reacciones no se hicieron esperar, nunca había visto la cantidad de columnistas nacionales y extranjeros criticando tan severamente las actitudes del primer mandatario, a las que se han sumado un sinnúmero de líderes de opinión, la confianza y el respeto se encuentran seriamente dañados, al igual que muchas de las instituciones del país.

El problema se ahonda en tanto que existe la preocupación generalizada en salir de la crisis con los menores costos humanos y económicos posibles, sin embargo, el jefe del ejecutivo no pone de su parte, nos lleva a la deriva, es persistente en mantener su afán obcecado por controlar todo, aunado al hecho de crear un escenario de conflictividad política y fragmentación social.

Así, las señales evidentemente no son alentadoras, máxime cuando hace la constitución a un lado para manejar de forma unipersonal del presupuesto, además utiliza los recursos públicos como promoción personal de su imagen, con intenciones obviamente grupales anteponiéndolas frente al interés general.

Se encuentra aprovechando la coyuntura para concentrar aún más el control del país, sin tener una idea clara, menos un plan y estrategia definida para una transformación del Estado, simplemente a costa de todo y de todos hacerse del poder a como dé lugar, cuando menos esa es la percepción que muchos tenemos.

Ante esa perspectiva, su forma de actuar tiene una lógica, por supuesto perversa y alejada de los más elementales valores democráticos, la apuesta para conformar a modo una nueva élite política, una sociedad subordinada y una economía estatista, implementando la ley de la zanahoria y el garrote, se convierte en una amenaza adicional a la pandemia mundial, dejándonos en una situación de resistencia ante esa dupla.