Desempleo y salarios de hambre

La información que publicó la semana pasada el Instituto de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) sobre el empleo constituye, sin proponérselo, el verdadero Informe de Gobierno de la administración de Felipe Calderón, más que el retocado y dulcificado que recibirá el Congreso la semana entrante. Los datos muestran a las claras que los trabajadores mexicanos están viviendo una situación desesperada.

Ya parece excesivamente reiterativo, porque todo mundo lo ha reclamado, subrayar que el principal lema de la campaña presidencial de Calderón fue la promesa de empleo, y que ya en el puesto no ha habido, no digamos políticas que busquen activar la economía, sino ni siquiera la preocupación o la atención de la actual administración para mejorar las condiciones de vida de la población.

Los resultados han sido desastrosos. Para empezar, el desempleo abierto, que al iniciarse la actual administración en 2006, era de un millón  600 mil 891, subió, en junio de 2011 a 2 millones 564 mil, es decir, aumentó en 963 mil 209 personas, lo que significa que en lo que va del sexenio, los desempleados aumentaron en 60 por ciento. Y no es necesario destacar que el desempleo es sin duda la situación más angustiosa, ya que implica la falta total de ingreso. Por otro lado, lo que sí hay que aclarar es que los criterios para medirlo tienden a esconder las verdaderas dimensiones, porque con que una persona haya trabajado una hora en la semana en la que se hace la encuesta, ya se le clasifica entre las que sí tuvieron empleo.

El otro dato que da cuenta de la situación desesperada de los trabajadores es el crecimiento de la economía informal. De acuerdo con el INEGI, en junio de este año, el número de personas que trabajan en la llamada economía subterránea fue de 13 millones 400 mil, lo que quiere decir que en el curso de la actual administración han aumentado en 2 millones. De modo que hoy los que se ubican en el sector informal representan el 29 por ciento de la población económicamente activa. Se trata de una proporción exagerada, pues implica que casi un tercio de la población económicamente activa, al no encontrar un empleo en la economía formal, ha tenido que recurrir a lo que se conoce como estrategias de supervivencia, como el ambulantaje, y refugiarse en la economía informal. Y ya se sabe que ésta, que en nuestro país es el sector más dinámico, o más bien casi el único que crece, representa las peores condiciones de empleo, ya que carece de cualquier prestación, como seguridad social o servicios de salud. En general, se considera que la economía informal es un subempleo disfrazado, precisamente porque no hay ninguna garantía de ingreso ni de prestaciones sociales.

Y ya que hablamos de ingreso, la información del INEGI también describe un panorama oscuro. Nada menos que 5 millones 938 mil 737, o sea un 12 por ciento de la población ocupada, perciben apenas un salario mínimo o menos, es decir 59.80 pesos diarios o lo que es lo mismo  mil 794 pesos mensuales, que como todo mundo entiende (con excepción del Secretario Cordero a quien el ingreso de los trabajadores le alcanza para casa, auto y colegiaturas), ni siquiera cubre la alimentación, es textualmente un salario de hambre. Y a éstos hay que agregar los que no tienen un ingreso fijo, ya que o bien laboran a destajo o bien dependen de las propinas, que suman otros tres millones 778 mil personas.

El siguiente escalón, es decir, los que perciben más de un salario mínimo, hasta 2 salarios mínimos, esto es hasta tres mil 588 pesos mensuales, que son también insuficientes para cubrir los gastos indispensables, son otros 10 millones 477 mil 699 personas, que representan el 22 por ciento de la población ocupada. Los datos muestran, pues, que más de un tercio, para ser exacta, un 34 por ciento de los ocupados apenas sobreviven con los salarios que perciben.

El informe del INEGI, pues, señala que la actual administración ha sido un desastre para los trabajadores mexicanos.