En medio del desconcertante anuncio gubernamental para entrar a una “nueva normalidad” justo cuando la pandemia alcanza cifras espeluznantes, otro mapa de indicadores críticos se dibuja sobre México: el de la impericia y la ceguera de la cuatroté para fomentar el desarrollo de las ramas productivas del sector agroalimentario, cuyos actores fundamentales alzan la voz para colocar las señales de alerta ante el desconocimiento, desdén o indiferencia con que este gobierno mira al campo.
La nueva normalidad arranca con una SADER con menos presupuesto, pese a que ya había sufrido recortes desde el inicio del año. Ahora observamos algunos movimientos que llaman la atención: los mil millones de pesos del programa de Crédito Ganadero a la Palabra —un programa de por sí opaco y de cariz electorero manejado por David Monreal — fueron reorientados hacia “otros gastos” no especificados. Aún más, al Legislativo indignaron también la “reorientación” de 4 mil mdp que ese Poder había etiquetado para impulsar el crédito rural a través de la Financiera Rural —2 mil 500 mdp— y otros mil 500 mdp que habrían de destinarse al Programa de Fomento a la Agricultura. Más recientemente, la SHCP determinó que los mil mdp que se destinaban al estímulo fiscal para el diésel marino y la gasolina ribereña, se irían ahora al apoyo de Bienpesca, un programa del que no se tiene certeza en su cobertura y duración.
Aún más, esta etapa también inició con manifestaciones y bloqueos carreteros de productores de maíz, sorgo y trigo por el incumplimiento en el pago de los precios de garantía, esa propuesta presidencial que se presumió con fanfarrias como la panacea económica de los productores. Las graves deficiencias operativas también están presentes en otros dos de los programas “estrella” del Presidente Andrés Manuel López Obrador: Sembrando Vida, continúa señalado bajo la sombra del soborno al filtrarse acusaciones de solicitud de moches, y el Programa de Fertilizantes que de entrada, en estados como Puebla y Tlaxcala —apenas incluidos este año— denunciaron que les fue retirado el presupuesto y sólo se entregará en Guerrero, donde pese a un supuesto viraje para no cometer los yerros de su etapa piloto, persisten las denuncias de opacidad en los padrones y las suspicacias de utilización electoral. ¿Será esta la nueva normalidad o es que ya no es lo mismo, porque no son iguales?
Esta nueva normalidad también trae un escenario de jaloneos o confrontaciones políticas entre el Legislativo y el Ejecutivo que incluye rompimiento de lanzas y construcción de flechas. Durante las últimas semanas, desde el virtual San Lázaro, la Comisión de Desarrollo y Conservación Rural, Agrícola y Autosuficiencia Alimentaria, encabezada por el diputado morenista Eraclio Yako Rodríguez, desconoce la interlocución del secretario Víctor Villalobos., bajo el argumento de que no defiende ni atiende las necesidades del sector. Será únicamente con la SHCP con quién traten lo referente al presupuesto. La pregunta es si el secretario Arturo Herrera los reconocerá a ellos como interlocutores. No obstante, el diputado priísta, Juan José Canul Pérez se suma a la tendencia y no deja dudas al precisar que la SADER está completamente rebasada. Y ante esta claridad, la convocatoria es a elaborar un plan urgente de recuperación del campo. El Legislativo hará la tarea del Ejecutivo. ¿Dónde quedó equilibrio de Poderes?¿Es la nueva normalidad?
Pero estas discrepancias también se dan al interior del gobierno federal. Significativamente, es SADER la más vilipendiada. Ahora se suma la desarticulación de otras dependencias federales que antes participaban en el Programa Especial Concurrente (PEC) para el territorio rural de México y que hoy, al parecer, quieren jalar agua a su molino desde sus respectivas ópticas ideológicas cada vez más alejadas del sustento técnico y que buscan imponerse a las competencias naturales de la Secretaría de Agricultura.
Primero fue el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, quién determinó las reglas y tiempos de la producción agroindustrial sin ningún argumento técnico. Ahora la SEMARNAT abre un nuevo frente de ataque para la SADER al prohibir la importación del herbicida glifosato que ha sido satanizado por devotos del credo antitransgénico como grupos ambientalistas y por supuesto, por la directora del CONACYT, María Elena Álvarez-Buylla
La SEMARNAT —en un intento por tomar un papel proactivo en el impulso de la ideología de la cuatroté — llevó a cabo un ciclo de Diálogos Ambientales en Sana Distancia, donde los funcionarios de esa dependencia defenestraron la agricultura industrial “que nos vendió el neoliberalismo como único modelo viable para satisfacer las necesidades alimentarias de las poblaciones”. En este afán de decidir — sin ser la institución responsable de la productividad del campo— la SEMARNAT impulsa un nuevo modelo de producción agroecológica bajo condiciones meramente ideológicas sin mayor evidencia de colaboración técnica con la SADER. ¡Cómo si en plena pandemia hubiera condiciones para experimentar la implementación de un nuevo modelo de producción a la mexicana! ¿Ocurrencias y puntadas de la ignorancia? ¿O será que también desconocen a Villalobos al frente del sector?
Al parecer, cada día que pasa, la SADER pierde terreno como cabeza del sector agropecuario también en el renglón presupuestal tiene la imposición de la SHCP, que determina los recortes o reorientaciones del gasto público, incluso por encima de las etiquetas colocadas por Congreso. Los técnicos de la SADER, frenados por la postura pasiva de su jefe, poco pueden hacer para eliminar la proliferación de señales de alerta que aparecen sobre el campo de México. La producción de alimentos no puede ser garantizada cuando la improvisación, las puntadas, los caprichos y la opacidad están a la orden del día. ¿Cuánto tiempo soportarán los auténticos productores esta nueva normalidad del campo mexicano?