“El que siembra vientos, cosecha tempestades” así reza un viejo adagio que se utiliza para advertir que todas nuestras acciones tienen consecuencias, pero estas se agravan cuando decidimos la maldad como camino en la vida, no hay nada de esotérico o metafísico en ello, es algo más o menos lógico. Desde la campaña electoral de 2006, nos hemos enfrentado a un sembrador profesional de odio, ni siquiera es necesario mencionarlo, Usted sabe perfectamente a quien me refiero.
Este hombre decidió en un arranque de furia, desconocer la elección, acampar en Avenida Reforma por más de noventa días, enviar grupos de choque a centros comerciales en zonas acomodadas, salir a linchar al ex presidente del IFE, incluso un par de veces en su domicilio, pelearse con su entorno y probar la fidelidad de sus seguidores. A ello derivó lo que en algún momento definí como “el más execrable cambio generacional en décadas”, de buenas a primeras la mal llamada “resistencia civil” fue un permiso generalizado para hacer y decir lo que fuera con tal de defender un proyecto político, el pretexto era “no rompimos ni un vidrio”.
No era necesario romper materialmente nada, no hay nada más violento que la supuesta vía pacífica, pues en aras de conseguir un objetivo se transgrede el estado de las cosas de tal forma que paulatinamente se va avanzando, y al mismo tiempo es políticamente incorrecto intentar detener o castigar a un mal llamado pacifista.
Desde ese entonces se sembraron las primeras semillas de odio, solo hay que echarse un clavado en la hemerografía de aquellos años, para el presidente en turno fue casi imposible gobernar, cuando no había decenas de marchas el mismo día en todo el país, un grupo de legisladores rijosos secuestraban la cámara de diputados o de senadores, o casualmente aparecía por ahí un artículo en algún medio extranjero que exhibía la supuesta inmoralidad de la clase política en turno, o milagrosamente una asociación civil o un grupo académico “descubría” los efectos nocivos de alguna política pública y como esta se ligaba a grupos de ultraderecha —inexistentes claro— diseñados para “robar” elecciones y secuestrar la esperanza.
Así vivimos seis años, en su segundo turno al bate, estas primeras tormentas ya habían dado su fruto, el comportamiento y actitudes de los seguidores de este señor ya eran una maquinaria perfectamente engrasada, pero ahora se le sumaron las televisoras, intelectuales y de forma preocupante, la ahora casi inexistente y aspiracional clase media, esa que educa, que genera empleos, que emprende, que actúa, que se dedica al arte, que consume, etcétera.
Así vivimos otros seis años, pero ahora ya en el poder, este hombre abrió puertas que no ha podido o no ha querido cerrar, se ha enfrentado hasta consigo mismo, y el ejemplo que da es sin duda, el principal precursor de la violencia que no disminuye en este país.
Es a partir de que ganó su tercer turno al bate que se ha agravado el respeto al estado de derecho, solo hay que recordar las consultas “patito” diseñadas para detener inversión, o la falta de compra de combustibles en diciembre de 2018 que derivó un tremendo desabasto nacional y la muerte de varias decenas de ciudadanos en Tlahuelilpan, o su pleito con los empresarios, con los niños con cáncer, con las mujeres, ahora con médicos, con periodistas, banqueros, aliados, intelectuales periodistas, cómicos, opositores, partidos políticos, ciudadanos comunes, universidades, órganos autónomos, ex presidentes, ex funcionarios, comunidad científica y artística, sindicatos, periódicos y periodistas, y un sinfín de otras clasificaciones, profesiones, artes y oficios.
Prácticamente ha desatado asombrosas tormentas de odio, hoy día, es mucho más fácil delinquir y salir impune, como ejemplo están los feminicidas, los grupos de choque en las últimas manifestaciones, los ciudadanos que deciden darse con todo por problemas de tráfico, las personas que deciden gritar y amenazar por una pizza, se perdió la prudencia y la autocontención, y así es como mueren las democracias.
Lo que fue una estrategia electoral, hoy día es una forma de vida, y justo ayer quienes recibieron el repudio de un buen número de mexicanos, fue su familia, su esposa y su hijo menor de edad, el despliegue de odio que pudimos atestiguar en las redes sociales fue de tal magnitud que incluso hoy, en su mensaje matutino, el habitante de Palacio decidió enfilar su odio en contra de un ciudadano imprudente cuyo oficio es el de cómico.
¿A quien le asiste la razón? ¿Al padre de familia, al jefe de estado o al cómico que dice ejercer su libertad? Lo sucedido nos sitúa a todos en una situación de tremenda indefensión. Tal parece que aquellos reductos del periodo neoliberal tardío, esa maraña institucional en donde se protegían los derechos humanos de la ciudadanía hoy es inoperantes, tal parece que no será la última ocasión en la que el jefe de estado utilice su poder absoluto para someter a un ciudadano, y todo indica que podría desatarse una tormenta peor.
Sus enseñanzas han servido para tratarlo como él trató no hace mucho a los demás, es una nueva semilla de odio, que en el mediano plazo seguramente dará a conocer su fruto, nada más indeseable.
En un par de años quizá esta columna se llame “cría cuervos, que te sacarán los ojos”…
@DrThe

