En el libro  A mano alzada. Apuntes de Raúl Anguiano (editado por la Universidad Autónoma Metropolitana y la Editorial Fontanamar, primera edición, 2011, gracias a la generosa autorización de Brigita Liepins, viuda del maestro) viene un apartado titulado: “Los Quijotes que he pintado”. La compilación e introducción del libro es de Jorge Asbun Bojalil.

Brigita testimonió: “se presentan ahora los escritos inéditos tomados de las libretas que mi esposo trabajaba principalmente en los viajes. El maestro anotaba en las libretas detalles en dibujos y en palabras para recordar aspectos específicos, resaltar o tener presentes imágenes y colores, principalmente, aunque las descripciones, en ocasiones precisaban hasta la alimentación. En México casi no escribía, pues él siempre decía que no quería “perder tiempo”, y prefería estar trabajando en su estudio las obras que realizaba; él no podía estar sin hacer nada, eso lo empujaba a tomar fotografías, pintar, escribir, y también a cumplir con aspectos sociales propios de su vida pública y privada, era un hombre incansable y con una energía impresionante.”

 

He aquí el texto de Los Quijotes que he pintado (páginas 265-267):

Crear imágenes (íconos) visuales o literarias, casi visuales, que incidan, que se graben en la memoria, es lo que hizo Miguel de Cervantes Saavedra al crear a don Quijote de la Mancha. Es un personaje tan vivo, tan real, prototipo del hombre soñador de utopías, pero más que nada, luchador contra la injusticia. Así lo pinté en 1970, en el mural que me encargó mi amigo y hermano en piscis Eulalio Ferrer, para su antigua residencia en el Pedregal, en la Ciudad de México. Creo que fue el primero o uno de los primeros murales que forman parte del Museo Iconográfico del Quijote en Guanajuato. Eulalio sólo me dio el tema general que me agradó muchísimo, porque desde mi adolescencia, cuando leí por primera vez el texto del Quijote de la Mancha, se grabaron en mi imaginación los rasgos del caballero de la triste figura y de su escudero Sancho Panza. Pero así como la lectura de esa obra magistral, recordaré siempre las ilustraciones de Gustavo Doré. El poder descriptivo de Cervantes, casi visual, que caracteriza a los mejores escritores, creadores de personajes, de íconos que perduran, permite a los ilustradores dar vida casi tangible a esas figuras, a esas imágenes. Los grabados de Doré, los magníficos dibujos de Honoré Daumier, las sintéticas y escuetas expresiones gráficas de Picasso, bastan para ejemplificar la riqueza de la imaginería que ha inspirado la creación de Cervantes. Don Quijote contra el mal, es el título de mi mural que viene a ser una visión moderna de la creación cervantina. En el centro de la composición, el propio Miguel de Cervantes, lanza en ristre junto al personaje de su creación (sólo que el busto de Cervantes es un fantasma, por eso la cabeza y la gala son blancos, del color del yeso y del mármol, puesto que ya es una estatua, un ícono intemporal); el Quijote caído, vapuleado, castigado por su creador; el Quijote que se yergue una vez más para seguir luchando contra los molinos de viento que se transforman en gigantesco sino, en los monstruos de la guerra y las pruebas nucleares, contra las masacres; contra el racismo (hay una persona de color colgada de un árbol)… Aparece también un cristo negro, sentado a los pies de Cervantes, el Cristo que predicó contra las injusticias y a favor de los humildes y desvalidos (cuando yo trabajaba en los bocetos para el mural, asistí a una boda en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, y ahí observé en una capilla al Cristo Negro que luego incorporé a mi composición, naturalmente transformado de acuerdo a la estructura de mi obra).

Otros quijotes que he dibujado o pintado:

Conocí a León Felipe en La Habana durante una lectura que él hizo de su obra poética El payaso de las bofetadas y el pescador de caña, en mayo de 1938, en la Casa de Cultura, lugar donde recitó León Felipe por primera vez esa obra.

Vinimos juntos a México en barco, en tercera clase. Y al poco tiempo me visitó en mi humilde estudio en la calle de República de Chile para ver mis obras y pedirme que ilustrara con dos viñetas su poema, el cual editaría el Fondo de Cultura Económica, dirigido entonces por su fundador Daniel Cosío Villegas, quien me pagó treinta pesos por cada dibujo. La plaqueta apareció en agosto de 1939, y fue la primera publicación de León Felipe en México.

Para el mural que pinté para Eulalio Ferrer realicé una serie de dibujos y aguafuertes sobre el tema de los cuales conservo algunos.

Para 1993, me parece, Beatriz Pagés Rebollar me encargó un “Quijote mexicano” para ilustrar la portada de la revista Siempre. Un fin de semana fui a Cuautla, y al regreso pinté dos acuarelas, al atardecer, desde la carretera, en el mirador del Valle de México, en que aparecen los cajetes o conos truncados de los volcanes (utilicé estas escenas para fondo de mi composición, y en primer término un Quijote crepuscular, abatido, triste, empuñando una lanza rota, pero con esa lanza rota aún emprenderá batallas contra la injusticia). He realizado, pues, dibujos y grabados sobre don Quijote, algunos de los bocetos para el mural se exhiben en el Museo Iconográfico en Guanajuato, de esos mismos bocetos, y de fragmentos o detalles del mural, grabé  tres planchas al aguafuerte y la más reciente: un grabado al linóleo. Creo que en el futuro pintaré aún, o grabaré, más de esta trágica figura.

Quiero terminar este texto con las palabras de León Felipe:

“La justicia se defiende con una lanza rota

y con una visera

de papel.

[…]

y mientras los hombres no lo aprendan

el mundo no se salva”.