Aquel curioso día

Con honestidad admito que aquel 1 de diciembre del 2018 me dio gran gusto el cambio de estafeta presidencial. La sociedad mexicana estaba francamente optimista por esa renovación que ya urgía, después de años y más años de enrarecimiento político, endeble economía, inseguridad y corrupción galopante con impunidad que aturdía.

Se llevó la ceremonia con todas las de la ley y sin episodios de circo barato en la Cámara de Diputados.

Las palabras del Presidente en el Hotel Hilton fueron acertadas, exactas, dirigidas a un público con mediana educación y subrayadas para la inversión privada nacional y extranjera. Tal cual. López Obrador sería el Presidente de la reconciliación y de la promoción acelerada de la inversión en nuestro país.

Poco más tarde en el Zócalo, en la Plaza de la Constitución, ese mismo presidente que horas antes habló sereno en el Hilton, cambió la construcción de su discurso. Sería el Presidente de los pobres, primero los pobres y luego los demás. Defendería la justicia y acabaría con los abusos y discriminaciones.

Era claro que ese mismo Presidente, tenía gran flexibilidad discursiva para ajustarse a cada mercado al que se dirigía. Enseguida al llegar a su casa le pidieron caminar entre el pueblo. Lo hizo. Justo ahí me brincó la primera llamada de atención.

El pueblo, ese pueblo que él destacó en su segundo discurso, lo comenzó a saludar sí, pero también a besarle la mano; en otros casos le besaban la camisa. Como los santos y las vírgenes que desfilan en las festividades de carnaval o de Semana Santa, López Obrador era besado con la fidelidad que solo los muy de golpe de pecho pueden tener. Los que más que construir quieren creer, creer en un semidios o divinidad que va a resolver, porque es él. Es el enviado para resolver, no para ser Estadista.

Ese pueblo nos advirtió desde el primer momento que no buscaba en este nuevo personaje a un Presidente, sino a un guía, a un mesías, a un profeta en el que querían creer. Las llagas y el dolor de tantos años de indecencias y abusos de todas las autoridades eran intolerables. Buscaban al nuevo redentor que los guiara a la tierra prometida.

Lo anterior me obligó a prender luces amarillas, naranjas: Si este hombre no se controla, perderá el rumbo de la democracia. Me pregunté si López Obrador se daba cuenta de la estafeta que le habían entregado, o si más bien consideraba importante la ungida del chamán en plena Plaza de la Constitución.

Con todo y lo que detallo en los párrafos anteriores, me dije a mí mismo, “dale el beneficio de la duda. Seis meses para que aprenda que no es lo mismo ser oposición, ser jefe de una mega ciudad ciertamente como la Ciudad de México, que ser Jefe de la Nación. De un país al ritmo, la complejidad y dinámica que tienen los Estados Unidos Mexicanos”.

 

A dos años de gobierno

Qué bisoño soy, qué ingenuos nos vimos los que pensamos que Andrés Manuel López Obrador tenía alguna posibilidad de cambio, cuando Andrés, genio y figura hasta la sepultura. Es el mismo de siempre. Acaso ahora más de golpe de pecho, empecinado en un liberalismo juarista como la verdad y consumación de la historia mexicana.

En su discurso ahí radica la esencia del pueblo mexicano. Siempre voltear con los mismos ojos a buscar a un extraño enemigo francés, que invadió al México de Juárez, apoyado el enemigo por unos conservadores, mientras Juárez por los liberales.

Agregue al discurso juarista el brutal narcisismo y seguridad que AMLO tiene en AMLO. A ver quién se mete a darle consejos profundos a un hombre con esta tesitura.

Sume a lo anterior un brutal rencor, odio, propio de un ser con complejidades profundas en contra de los empresarios, de los ricos de capital, de los mercados, y de los casi 84% de mexicanos que votaron en contra de él o que simplemente no votaron en el 2018. A todos esos nos excluye de la atención de este gobierno.

Qué más decir que ya no es Presidente de todos los mexicanos.  

Tan solo de aquellos que son atendidos directamente por los servidores de la nación, personajes que deambulan por los villorios de grupos indígenas y gente pobre.  Predican la buena nueva del gran Mesías de la 4T, ya no del Presidente, sino de los beneficios y el dinero que se les distribuirá, tal y que no olviden a López y a Morena en las elecciones del 2021.

Sabemos que poca transparencia se tiene con ese dinero, se presta a corrupción y desvío de cantidades millonarias, que le han restado calidad y capacidad a los servicios educativos y de salud por decir los dos rubros más importantes para una sociedad que aspira a progresar, a ver hacia adelante, a ser más justa y equitativa en este siglo XXI. No. Todo se ha vuelto austero, para contar con fondos para los pobres primero de López, los jóvenes sin futuro, los viejos sin futuro, las mujeres violadas que están con el carrito del rencor de la 4T. Nada más esos grupos.

Los demás, somos por supuesto hijos de México. A López le importamos un bledo. Solo entran a su juego los hijos de la 4T.

 

La Celebración

¿Qué celebran? ¡Con cuatro recontracarajos qué celebran del ascenso de este señor al poder de una nomenclatura inentendible?

¿Acaso celebran que hace dos años comenzó un proceso francamente único en el mundo? ¿En un país del tamaño del de México, en el que en menos de un año se desarmó la estructura básica para fortalecer los cimientos de la democracia liberal por la que millones de mexicanos luchamos de 1988 al día de hoy, sin contar todas las generaciones de liberales que han luchado por el respeto al individuo, a la propiedad privada, prácticamente desde 1821 y hasta nuestros días?

Hoy ellos, los que apoyan a López Obrador, celebran la desconfianza sembrada, el congelamiento de la inversión privada en prácticamente todos los rubros de inversión, porque no hay condiciones certeras para la inversión. Celebran los más de 12 millones de desempleados y más de 20 millones en la pobreza por culpa de un gobierno irresponsable, que no quiso apoyar a nadie en plena crisis sanitaria y económica por la pandemia, sino a los pobres de la base electorera lopizta.

Hemos dejado de ser parte de la lista de los 25 países del mundo más atractivos del mundo para invertir, precisamente por la incertidumbre política, la desconfianza jurídica, la pérdida total del Estado de Derecho para las inversiones, para la propiedad industrial, intelectual, para patentes y marcas, además de la brutal inseguridad física para los ejecutivos y empleados de las empresas.

En cambio, al momento de la redacción de este artículo hemos pasado tristemente a ser uno de los diez países con más contagiados en el mundo por el Coronavirus famoso, con cerca de 232 mil casos de mexicanos contagiados y estamos dentro de los seis países con más decesos con casi 30 mil muertes en los más de cuatro meses que lleva la pandemia en tierras mexicanas. Desconocemos el número de muertes por infecciones sospechosas de ser coronavirus pero no confirmadas. Tampoco sabemos cuantos infectados más hay no reportados que se recuperan en casa pero nunca se registran.

Tampoco tenemos informes claros sobre los enfermos de otros padecimientos importantes que no han sido atendidos por priorizar a la pandemia, o porque simplemente no hay personal que los atienda.

Pero al Presidente no le interesa ni la pandemia, ni la crisis económica, ni la violencia provocada por los narcotraficantes. Esos son temas para otros. El suyo suyo es la campaña del 2021. Por eso en vez de coordinar la estrategia federal con la estatal, aprovecha la violencia y las muertes para atacar y criticar a los gobernadores pertenecientes a la oposición.

Eso es lo que se celebra a dos años de haber sido electo presidente de todos los mexicanos. Siguen las inversiones amarradas al TLCAN, a partir de hoy T-MEC, que no es lo mismo.

Los beneficios del nuevo acuerdo comercial se dejarán sentir en la economía mexicana más allá del 2025.  En otro artículo nos dedicaremos a ese tema particular.

El gobierno de López Obrador regresó el poder de la educación de los niños a los sindicatos, y reconfiguran los planes de estudio para que también sean planes de adoctrinamiento. Poco a poco susurrar al oído del niño. Culpar al nuevo villano, ya no francés sino el empresario explotador neoliberal.

Todos aquellos que no le lamen las patas a la 4T y a López en lo personal son neoliberales. A los que se le agachan, lambiscones, se les perdonarán sus pecados, pues han sido bautizados con la ceremonia de la nueva religión que gobierna a México: el cuatrotetismo de López Obrador.

Con o sin Morena, el mesías se yergue con su 4T, que es una mezcla de nuevo contrato social, mito espiritual, que impulsará la pobreza, con tal de que no se note porque será creciente.

Mientras tanto seguirán adelante los proyectos que él, López Obrador, cree serán los que impulsarán al México del Siglo XXI, aquellos que son empáticos con la gran obsesión que a decir de López lo impulsa en el republicanismo que él entiende es el correcto: la expropiación de todo el sector energético, para recuperar la soberanía nacional.

 

El Volado de la 4T

López con su 4T se juegan un volado según mi entender. Llegarán a Washington con un AMLO necio porque se lo ha inculcado el grupo de extremistas de izquierda de Morena, así como de su círculo íntimo: en el mundo avanzará la cerrazón comercial, los acuerdos globales perderán peso, los gobierno despóticos avanzarán en todo el mundo. El capitalismo está muerto. Ha llegado el momento de algo nuevo. Tal vez un México líder de un movimiento bolivariano latinoamericano.

Con ese espíritu en mente nos lleva con el mandato de Estadista que se le otorgó hace dos años y que no ha cumplido, nos lleva digo, a su viaje a Washington.

El pretexto: la entrada en vigor del T-MEC.  Desde un principio manifestó su poco interés porque se uniera al viaje el Primer Ministro de Canadá, quien es casi un hecho que no asistirá.

López Obrador jura que Trump y el se van a echar unas hamburguesas en la Oficina Oval, que charlarán del T-MEC, de narcos y armas, eso sí. Que Trump lo felicitará por la excelente labor migratoria mexicana, también.

López quiere aprovechar el viaje para hablar del apoyo incondicional de nuestro país a los mexicano estadounidenses y a nuestros ilegales. López se echa el volado a que sí ganará Trump la reelección. Seguramente López le dará un elegante espaldarazo a Trump a cambio de un favor: lo que yo haga en México con mi democracia es asunto mío, lo que tú hagas en EEUU es asunto tuyo. Cada quien con su mandato salvaje.

López acabando con empresas, trabajadores formales, profesionistas, académicos de prestigio, intelectuales que no sean de ultra izquierda, ONGs, y organismos autónomos incluyendo el INE. El racismo y la división de los pueblos lo dan por acordado. Son iguales.

Tanto López como Trump quieren distractores para evitar que las elecciones respectivas los desfavorezcan por la pandemia y la estrepitosa caída económica y de empleos en ambos países. Se han comportado con la misma irresponsabilidad para enfrentar la crisis sanitaria y económica, muy en particular el Presidente mexicano.

El asesinato de un juez federal, el grave atentado en contra del secretario de seguridad de la Ciudad de México, los pleitos de su esposa con Chumel y sus malos tratos y respuestas a tuiteros, todo distrae.

Esta verbena por sus dos años de haber sido electo, este drama por nosotros recordarlo, los escándalos diarios en sus mañaneras, que se han convertido en homilías baratas, con periodistas casi siempre desconocidos o zalameros y paleros con el interlocutor, sus amenazas continuas a medios y periodistas, sus sentencias pecadoras contra empresarios, sus triunfos en contra de la corrupción por lograr que el ex director de Pemex acepte la extradición, su dispensa por nomenclatura a tantos irregulares con seis, treinta casas, empresas, etc, etc, etc., en su gabinete son distractores de los graves de verdad graves problemas por los que cruza la estructura del país, por la pérdida de popularidad de su gobierno y de él mismo en todas las encuestas.

Dos años en los que el Gobierno lo conforman agachones, jugadores de sus propios juegos políticos personales, sin importarles el país, un Presidente anacrónico, regresivo, a veces con signos de enfermedad, otras con síntomas de obsesión hasta la locura para construir una nueva nación, sí, tal y que parta la 4T de Cero. Hay que destruir el viejo régimen imperial, para crear una nueva República dirigida, centralmente planificada, donde los sectores privados sean pequeños, en ramos asignados, y la economía y su rectoría queden en manos del gobierno de un solo hombre mesías tlatoani chamán.

¡Ese es el tamaño del plan maestro que me temo trae entre manos este suicida llamado Andrés Manuel López Obrador! ¡Felicidades a los lopiztas! Ojalá les de tiempo para en estos días besarle las patas en el Congreso, en el gobierno, con sus empresarios cuatroteros.

Yo, amigos, me despido, que me voy a analizar cómo la emoción y el hartazgo válidos por los abusos y porquerías del viejo sistema, nos han metido a ciento treinta millones de mexicanos a un México tan descompuesto, tan destruido. Por desgracia me temo que la caída no toca fondo, a menos de que comencemos a movernos para defender nosotros mismos a la democracia liberal y a sus instituciones, nosotros, los que nos jactamos de haber mamado buena leche cuando críos.

De lo contrario, estos primeros dos años de nefasto sexenio, son tan solo el principio de lo que nos puede llegar, de seguir callados, discutiendo neciamente por redes sociales, lo que debiéramos hacer en las calles.

Efrén Flores es licenciado en Economía. Durante más de 35 años se ha dedicado a la comunicación en medios electrónicos impresos, con temas financieros, económicos, empresariales, estratégicos, RSE, PyMEs, y nuevas tecnologías que revolucionan a nuestro mundo. Es conferencista en México y en EEUU. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.Efrén Flores nunca ha pertenecido a Partido Político alguno.