Dos tópicos de actualidad me mueven a escribir estas notas: el primero, un caso de prevaricato; y el segundo, un festejo malogrado: el del Día del Abogado
Comienzo con el primero:
Hace uno días el señor Presidente de la República aludió a un hecho bochornoso: un presunto delincuente fue liberado por haber mediado un cohecho. La prensa se encargó de hacer públicas las negociaciones que se llevaron a cabo para obtener la liberación, el monto de lo pagado y los términos en que fue cubierto el soborno.
El escándalo, mayúsculo, por cierto, fue explicable; el castigo prometido, necesario; y la indignación, justificada. El ilícito no tiene atenuantes, mucho menos si se toma en consideración la presunta peligrosidad del detenido y que los sueldos que perciben los funcionarios judiciales, si bien no son excesivos, sí rebasan, y por mucho, a los que se pagan más del setenta por cientos de los mexicanos y no por eso muchos de éstos, por nada en el mundo, se dejarían sobornar.
Se habla de que se fincará responsabilidad a los funcionarios judiciales que se dejaron sobornar. Por lo pronto trascendió que fueron suspendidos en el ejercicio de sus cargos.
Con vista a esos acontecimientos es pertinente recordar un pasaje de la obra de Heródoto; está relacionado con un juez que incurrió en prevaricato; según lo refiere el historiador, los hechos sucedieron en Persia, en el siglo V antes de la era actual:
” … a su padre Sisamnes, que había figurado entre los jueces reales, el rey Cambises mandó degollarlo y desollarlo de la cabeza a los pies, porque había pronunciado un pronunciamiento improcedente por cierta suma de dinero; y, cuando le hubieron arrancado la piel, el monarca ordenó que la cortaran en tiras y que, con ellas, forrasen el trono en el que Sisamnes tomaba asiento para impartir justicia. Una vez tapizado el trono, Cambises, en sustitución de Sisamnes, a quien había hecho ajusticiar y, luego, desollar, designó para el cargo de juez al hijo de Sisamnes, recomendándole que, al emitir sus fallos, tuviera presente en qué trono se hallaba sentado.” (Heródoto, Historia, libro V, 25).
No sé si es o no verídico el relato. Heródoto ha sido criticado por referir cuentos fabulosos o, en el peor de los casos, de faltar a la verdad. Si lo que refiere fue cierto, es de reconocerse que el castigo, aparte de ser ejemplar, fue propio de un déspota. Lo referido por el padre de la historia no tiene desperdicio. Eran otros tiempos.
El castigo del rey Cambises fue incompleto o Heródoto no lo refiere. Es evidente que donde hay un juez o funcionarios judiciales corruptos, hay también litigantes o partes corruptores. Éstos no estaban, o no deberían estar, a salvo de recibir un castigo.
Ignoro si en el caso referido por el Presidente de la República intervino un profesional del derecho; si lo estuvo es evidente que también tendrá que responder de sus hechos; no hay inmunidad o fuero que lo ponga a salvo de que se le finque responsabilidad penal. Esperemos que respondan ante la justicia todos, sin excepción, los que incurrieron en el ilícito y que los gremios de abogados no metan la mano para impedir el castigo.
Estando de por medio una censura presidencial, podemos estar seguro de que el ministerio público actuará con diligencia; que el juez que conozca de las causa estará “sólo un poquito prejuiciado o presionado” y que la pena que, en su oportunidad se imponga a los presuntos responsables, será ejemplar; esto en el sentido de que quienes son servidores públicos, antes de caer en la tentación de recibir dinero por dictar sus sentencias o resoluciones y, con ello faltar a su deber de ser íntegros e imparciales, lo pensarán mas de una vez. Los más listos optarán por prescindir del teléfono y, llegado el caso, dados los avances de la ciencia, negociarán directamente y, por si las dudas, “encuerados”.
Un festejo
Los abogados celebraron su día el domingo pasado, el 12 de julio; el festejo de este año estuvo ensombrecido por el hecho bochornoso referido anteriormente y por la circunstancia de que, salvo los penalistas y los que se dedican al derecho familiar, los restantes profesionales del derecho están imposibilitados para ejercer su profesión y lo están desde hace más de tres meses. No hay para cuando lo puedan volver a hacer y en condiciones normales; pocos son los litigantes que cuentan con los recursos económicos para medio “torear” las circunstancias. Muchos la vieron venir y no se prepararon.
El ejercicio profesional es un derecho que está suspendido. Poco es lo que los abogados pudieron o quisieron festejar.