Nuestro país se encuentra en la más severa crisis que ha tenido en lo que va de este siglo, aunado a la crisis económica que crece de manera alarmante, el segundo trimestre de este año, el PIB decreció 18.9 por ciento, esto provocado por el estancamiento de la actividad económica, la falta de inversión y el cierre de fuentes de trabajo que conlleva al crecimiento del número de desempleados.

En estos momentos de crisis la conducción económica necesita la instrumentación de medidas contra cíclicas, no tanto para crecer, sino para evitar que siga cayendo de manera abrupta, pero los enfoques ideologizados evitan que se realicen políticas públicas de protección a la planta productiva y el empleo, mantener la capacidad adquisitiva de los trabajadores, apoyar a los integrantes de la economía informal, a los que no llegan los programas asistencialistas del gobierno. El gasto público debe redireccionarse, incluso para ayudar a los pobres, porque serán éstos los primeros que sufran en carne propia los efectos de la desastrosa gestión económica del actual gobierno.

A esto añadimos la errática política pública de salud que ha imperado en el manejo de la emergencia sanitaria. La semana anterior nueve gobernadores pidieron la renuncia del Subsecretario de Salud que tiene a su cargo la estrategia de atención a la pandemia, esto es el reflejo de la molestia por el manejo de su política de contención de la pandemia, ya que consideran que anuncia cifras equívocas pues no ha dejado de mentir, y desde el inicio sus proyecciones fueron erróneas, contradictorias y sin sustento; este desacuerdo no abona al buen manejo de la emergencia, el aumento de contagiados ha aumentado desde el des confinamiento ha llegado hasta 9556 en un solo día. Y la cifra de personas fallecidas a causa del Covid esta semana alcanza ya los 50,000 muertos, eso sin contar que esas cifras se deben multiplicar por un factor de 3.8, según los cálculos del matemático de la Universidad Libre de Berlín.

Tampoco el Ejecutivo ayuda a controlar el aumento de la pandemia, no ha respondido a la emergencia con su ejemplo en público, como el uso de cubreboca y el seguimiento de todas las medidas de higiene, y en su discurso mañanero más bien incita a dejar el confinamiento señalando que deben salir, que se debe hacer ya la vida normal, incluso que es propio de ir a comer a restaurantes. Y la “nueva normalidad” se ha instalado, y con ello el aumento de contagios y de fallecimientos.

Y la muerte en este caso, tiene rostro de pobreza, es ahí, en el sector más desfavorecido de la población, en donde se exacerba la enfermedad, por su circunstancia se ven obligados a transportarse a sus trabajos sin las condiciones suficientes de sana distancia, protección e higiene. Las condiciones de vida en pobreza dificultan el cuidado de todas las medidas. Además de la cultura del mexicano retador que no le tiene miedo a la muerte, “de algo me he de morir…”

No olvidemos que detrás de las cifras frías que nos exponen cada día hay historias de dolor y sufrimiento, de carencias, de familias impactadas por la enfermedad y la falta de recursos. Ante la falta de dirección, la acción de todos y cada uno cobra una nueva dimensión, seamos héroes, portemos el cubrebocas, respetemos la sana distancia, cumplamos todas las medidas de higiene y recordemos nuestra gran capacidad de solidaridad.