Veo anunciado profusamente el lector electrónico. ¿Será algo que únicamente deberemos usar en el futuro para encontrar las últimas novelas, libros de poesía y ensayos en general? Con el toque de un botón, así como se lograba traer a un genio frotando una lámpara, podremos tener a nuestro alcance miles de libros en la pantalla en nuestras rodillas.

Los libros que forman nuestras bibliotecas fueron adquiridos después de horas de curiosear en las librerías. Alineados del piso al techo, se encuentran como criterios de mi geografía personal, brillantes recuerdos de los lugares en que he estado, de las cosas que he visto y las personas con las que me he relacionado.

Bebiendo una Coca light esta mañana he visto una extraordinaria novela que leí en los días en que redactaba mi tesis profesional en una casa de huéspedes a cargo de una hermosa anciana llamada “doña Frida”. Es The Source de James S. Michener. Una novela fundada en estudios históricos sobre la Tierra Santa y el Estado de Israel. Es fundamental que de todos los personajes que en ella se encuentran, algunos lleguen a fijarse en la memoria del lector de manera indeleble, para que sea parte de nuestra preparación, como me pasó con este libro.

Ver este libro después de tantos años me hace pensar en esa época de preparación de la tesis profesional, de los buenos amigos que hice en la Facultad de Derecho y en lo que pude aprender de la historia de Israel, a cuyo territorio llegaron y se fueron muchos conquistadores, canaanistas hebreos, egipcios, babilónicos, asirios, persas, griegos, romanos, árabes, cruzados, mamelucos, turcos e ingleses.

Algo sabía sobre el poeta romano Ovidio, pero lo encontré fascinante cuando leí sus poemas de amor en una traducción al inglés de Horace Gregory. Ovidio (Publius Ovidius Naso) tuvo una educación esmerada, desde luego visitó Atenas para después dedicarse a estudiar en una escuela de leyes en Roma.

Todo esto me llevó a fijarme, recordando, en el libro de Las noches áticas de Aulo Gelio, que también estudió en Atenas y después fue nombrado juez en Roma.

En esa sección de mi librero tengo poesías de distintos autores y antologías de mexicanos, debo decir que Rubén Bonifaz Nuño es uno de mis preferidos, recuerdo siempre y algunas veces he leído a los amigos “Amiga a la que amo: no envejezcas”. Esta poesía se encuentra en todas las antologías mexicanas.

Desde luego tengo también otro libro de poesías de Salvador Díaz Mirón. Libro que tiene la característica de habérmelo regalado Carlos Armando Biebrich con esta dedicatoria: “Que la suave rima te sirva de alivio al abrir este profundo y significativo libro de poemas, ¡salud juventud!”. Claro, el regalo fue el 27 de febrero de 1956, en Hermosillo, Sonora.

Podría continuar por horas describiendo algunos de mis libros. Los libros electrónicos pueden darnos un universo de lecturas sin siquiera tener que salir de la casa. Pero los libros de mi biblioteca me ayudan a recordar que la lectura no es una mera reunión de datos. Los años y lugares que los libros evocan nos hablan de algo más profundo, la relación entre la literatura y el panorama de la vida, recordar la búsqueda paso a paso de la sabiduría, verdad y chispazos de placer profundos que los libros nos dejan.

El disfrutar de una tarde sentado en un parque, escuchando el cantar de los pájaros, el sentir del sol brillante, cálido, que toca la piel mientras tienes en las manos un libro, el cual te puede acompañar a todas partes, sin preocuparte como con un lector electrónico que se quede sin batería, o de los ladrones que están al acecho listos para arrebatar de las manos un aparato que resulta ser muy ostentoso y moderno a la vista.

Además, es satisfactorio ver en la estantería nuestros libros favoritos que poco a poco forman nuestra biblioteca en el hogar o el ir a visitar las grandes bibliotecas que por su gran colección a través del tiempo de libros que han dejado huella en la historia son impactantes y tienen un gran sistema de conservación.

Me gustan los libros, son una sociedad encantadora. Cuando entra uno a un cuarto y lo encuentra lleno de libros, aun sin sacarlos de los anaqueles, ya parecen hablarnos, dando la bienvenida. Parecen decirnos que tienen algo dentro de sus cubiertas que puede ser bueno, y están deseosos de entregárnoslo. Debemos darles la gran importancia que merecen.

Es excelente que no sólo por las bibliotecas públicas o particulares esté al alcance el conocimiento que nutre el cerebro, con los temas que son de la preferencia de cada uno, que llegan a ser parte de nuestra formación como seres humanos inteligentes, a veces es necesario el usar los lectores, más para quienes se encuentran bombardeados por la tecnología.

Bien que ahora existan los lectores electrónicos y todos los beneficios que prometen. Pero espero que sepan perdonarnos la sensación profunda de que hemos perdido algo con la llegada de estos nuevos adelantos.