Gusano y halcón

Estos últimos días hemos estado apabullados de noticias sobre el circo de la candidatura de Trump a la reelección, la postulación de Biden y de la estrella refulgente Kamala Harris, y la reelección de Lukachenko el bielorruso, último dictador de Europa, enfrentado a Svetlana Tikhanóvskaya, una Marianne con el gorro frigio de “Libertad, igualdad y fraternidad”.

Ante tales trending topics la noticia sobre la próxima elección de presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), aunque fue objeto de comentarios en la prensa de México y del extranjero, no ha tenido gran impacto mediático en el ciudadano de a pie y últimamente casi ha desaparecido del radar de los medios. A pesar de que esta elección, que podría celebrarse el 13 de septiembre, constituye, tal como se presenta, una amenaza para nuestra región y para el mismo BID.

Desde su creación la institución financiera ha estado presidida por un latinoamericano —cuatro hasta ahora—, entre ellos el mexicano Antonio Ortiz Mena, asignándose la vicepresidencia a un estadounidense.

Esta regla no escrita se basa en el compromiso explícito, de 1959, del expresidente de Estados Unidos Dwight Eisenhower —el tema aparece ya en su importante discurso del 13 de agosto de 1958 en Naciones Unidas— de que el BID fuera encabezado por un latinoamericano. Así lo informa el libro A Long and Winding Road: the Creation of the Inter American Development Bank, de Victoria del Campo y Eugenio Díaz-Bonilla.

Además, el acuerdo seguido en el BID responde a una norma que opera en otras instituciones financieras internacionales ubicadas en Washington: el Banco Mundial cuyo presidente es estadounidense y su vicepresidente es europeo, mientras que el Fondo Monetario Internacional es encabezado por un europeo y un estadounidense ocupa la vicepresidencia.

Hoy la tradición —derecho consuetudinario— de más de medio siglo en el BID amenaza con romperse a raíz de la decisión del gobierno de Estados Unidos de presentar un candidato a la presidencia de la institución financiera interamericana. Con múltiples agravantes: la personalidad del candidato, el ser propuesto por Trump, quien es casi un “pato cojo” —lame duck— ante la fuerte posibilidad de que no sea reelecto, y las divisiones entre los latinoamericanos que la propuesta ha provocado. Todo ello en un momento de crisis económica y social derivada de la pandemia que asuela al mundo.

El candidato Mauricio Claver-Carone, asesor del mandatario estadounidense para temas de América Latina, es de ascendencia cubana y antes de formar parte del Consejo de Seguridad Nacional pasó muchos años haciendo cabildeo contra el gobierno de Cuba. Cuenta con el apoyo del senador republicano por Florida Marco Rubio y de Robert Menéndez, demócrata por Nueva Jersey.

Habría que añadir, entre los recientes logros del candidato en la región, su exitoso apoyo a Luis Almagro en la contienda para ser reelegido como secretario general de la OEA. Un logro que es de lamentar, pues bajo la batuta de este Almagro, de condición lacayuna hacia Estados Unidos, la OEA vuelve a ser el “Ministerio de las Colonias” de Washington.

Claver-Carone afirma que dos presidentes latinoamericanos -uno de América del Sur y otro centroamericano- le sugirieron lanzar su candidatura y añade que una vez postulado, los aliados de Estados Unidos en la región interpretaron eso como una señal de que a Washington le interesa el banco. En cambio, dijo, los países que se oponen a su candidatura “están buscando la manera de secuestrar la elección”.

La información conocida de él es suficiente para catalogarlo como un “halcón” obsesionado con hacer daño al gobierno de Cuba —que, por supuesto tiene de donde ser criticado—, pero no con la visión y retórica de la Guerra Fría, cuando hoy, en cambio, es el momento de presionar y ayudar a La Habana para dar el paso definitivo a la economía de mercado y a la democracia política y el respeto a los derechos humanos.

Las obsesiones anticubanas de Claver-Carone podrían catalogarlo como “gusano” si se empleara la terminología del castrismo de los primeros años para calificar a quienes se exiliaban en Miami y desde allí lo atacaban —y atacan— virulentamente, e incluso echaron a andar la fallida invasión de Bahía de Cochinos-Playa Girón en mayo de 1961.

Podría equiparársele a Jorge Mas Canosa, un conspicuo talibán anticastrista, que a través de su Fundación Nacional Cubano Americana golpeó por muchos años al gobierno de la Isla. Como son igualmente equiparables al ya fallecido personaje los mencionados senadores Marco Rubio y Robert Menéndez, a quienes les reporta jugosos dividendos políticos su anticastrismo. Aparte de que Rubio ha impuesto a Trump la anacrónica política anticubana a cambio de gestionar los votos de Florida a favor de la reelección del presidente.

Hay que hacer notar, además, que la candidatura de Clever-Carone no cuenta con las simpatías de Biden y los demócratas, de manera que si Trump pierde la elección, como es altamente probable, el BID bajo la presidencia del cubano estadounidense aliado del candidato perdidoso seguramente tendría problemas para obtener financiamiento de Washington.

De darse esta situación: la elección de Claver-Carone y que Biden desaloje a Trump de la Casa Blanca, se dificultarán las tareas del banco, que han significado un apoyo muy importante para países de la región, especialmente los pobres y que es de esperarse que hoy contribuya, de manera sustancial, a la recuperación de América Latina y el Caribe ante la crisis que enfrentan, derivada de la pandemia.

Respecto a la candidatura del aliado de Trump, diplomáticos y analistas han expresado serias preocupaciones: por ejemplo, Michael Camilleri, director de programa del prestigiado centro de investigación Diálogo Interamericano, dice que Claver-Carone convertirá al banco en “el vehículo de una agenda de derecha bastante radical que dividirá más al hemisferio”.

Roberta Jacobson, ex embajadora de Estados Unidos en México, teme que este personaje pudiera, como presidente, echar a andar “políticas vengativas a nivel ideológico”, y a la embajadora mexicana Olga Pellicer le preocupa esa “posible orientación del BID hacia decisiones muy ideologizadas, lo cual —puntualiza— iría contra la posición de neutralidad que se espera de quien conduce un organismo que debe actuar en función de criterios técnico-financieros”.

El ministro argentino de Relaciones Exteriores, Felipe Solá, aclara por su parte que no se cuestiona a Claver-Carone desde el punto de vista técnico, sino desde el punto de vista político, “porque expresa el ala más dura de la ideologización de la política de Estados Unidos hacia América”.

 

Daños colaterales

La pretendida postulación del “halcón” estadounidense ha provocado ya división entre los países de América Latina y el Caribe, lo que nunca es deseable, pero menos en esta situación de crisis económica —y necesidad apremiante de apoyo financiero— y social, como he mencionado, provocada por la pandemia del coronavirus.

Contra la candidatura del estadounidense cubano a la presidencia del BID, Argentina ha postulado a Gustavo Béliz, exministro, y Costa Rica a la expresidenta Laura Chinchilla. Desafortunadamente Colombia y Brasil, al declarar su apoyo al protegido de Trump, han impedido la discusión de latinoamericanos sobre las candidaturas costarricense y argentina y el consenso, que probablemente se alcanzaría, sobre una de ellas.

El cabildeo de los dos aliados latinoamericanos de Claver-Carone —y de él mismo— ha logrado que la mencionada candidatura cuente —como informó Bogotá— con el soporte de los gobiernos de Las Bahamas, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos de América, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, Panamá, Paraguay, República Dominicana, Surinam, Uruguay y Venezuela -la de Guaidó.

Según la información disponible, la voz cantante de este apoyo de países latinoamericanos y caribeños al candidato de Trump la ha llevado Colombia: a principios de agosto Claver-Carone viajó al país sudamericano para informar de un plan multimillonario de inversiones, y fue durante esa visita, cuando el presidente colombiano Iván Duque hizo público su apoyo a la pretensión del estadounidense.

Brasil renunció a presentar candidato al BID a cambio del segundo puesto de mando en la institución, que le fue ofrecido por el candidato de Trump, quien manifestó, además, que ofrecería importantes cargos a los ministros de finanzas de Jamaica y de Ecuador.

La maniobra del estadounidense, con la fervorosa —diría yo, vergonzosa—complicidad del gobierno de Iván Duque, le está proporcionando apoyos que podrían asegurar su elección, para la que necesita que los países que la favorecen alcancen el 75 por ciento de la participación accionaria en el banco. Aunque todavía no alcanza ese porcentaje, a pesar de que Estados Unidos cuenta con el 30 por ciento de acciones y Brasil con el 10.75 por ciento —Colombia tiene el 2.95 por ciento—.

Con los latinoamericanos divididos, los países que se oponen a la elección de Claver-Carone tienen dificultades para superar el 25 por ciento de las acciones, requerido a fin de evitar que Estados Unidos se adueñe del banco. Por ahora pueden contar con las acciones de Argentina el 11 por ciento- de México -el 7 por ciento- de Chile -el 3 por ciento- y se da por descontado que Costa Rica -0,5 por ciento- seguirá sus pasos.

Se requeriría que los países de la Unión Europea —9,3 por ciento ¿o 16 por ciento? de las acciones— se abstuvieran en la elección, siguiendo lo planteado por Joseph Borrell, jefe de la diplomacia de Bruselas quien recordó, en carta a todos los gobiernos miembros, que la dirección del BID en manos de un estadounidense rompe con una tradición defendida por Eisenhower y Kennedy, cuyo objetivo es “fortalecer la identidad latinoamericana del banco”.

En esta rebatiña de apoyos, es importante saber cuál sería el sentido del voto de Canadá y el de otros países, como Perú.

En síntesis, lo que está sucediendo puede provocar daños graves a América Latina y el Caribe en relación con su participación en el BID y con los beneficios que esperaría obtener del banco, sin que queden condicionados a planteamientos ideológicos.

Ha provocado también “daños colaterales”: la división entre los latinoamericanos en torno a un asunto de importancia vertebral, división de la que son los principales responsables Colombia y Brasil. Brasil porque está en manos de un farsante, admirador e imitador de Trump —a quien éste, por cierto, desprecia— y Colombia, porque su actual mandatario de derecha identifica “derecha” con alianza incondicional a Estados Unidos.

No ha sido este el caso de otro gobierno de derecha, el chileno, que tuvo la inteligencia y el patriotismo —es válido decirlo— de identificarse con los intereses de América Latina.

 

¿Resistencia numantina?

La inesperada situación, derivada de la candidatura de Claver-Carone y las graves consecuencias previsibles si es electo, lo que es posible, ha dado lugar a que los gobiernos que defienden los intereses latinoamericanos: Argentina, México, Chile y Costa Rica —visibles— más la Unión Europea como instancia supranacional, propongan postergar la elección hasta marzo de 2021.

La acción de estos gobiernos está siendo respaldada por exjefes de Estado, exministros de asuntos exteriores, expresidentes del BID y académicos de alto relieve en América Latina.

Al respecto, amerita destacarse la carta firmada por expresidentes iberoamericanos de peso: el colombiano Juan Manuel Santos, Fernando Henrique Cardoso, de Brasil, nuestro compatriota Ernesto Zedillo, el chileno Ricardo Lagos, Felipe González, de España y el uruguayo José María Sanguinetti.

La carta, de inusitada dureza, señala que la candidatura de Claver-Carone “constituye una grave falta de respeto hacia las reglas de convivencia hemisférica e internacional y ciertamente una seria agresión a la dignidad latinoamericana”. Hace notar, asimismo, que la grave situación producida por la pandemia obliga a postergar la elección hasta marzo.

Las razones de la propuesta de postergar la elección son, en síntesis, que una candidatura que cambia las reglas del juego amerita un debate “más vigoroso”. Pero sobre todo que, ante la pandemia y la grave afectación a la salud, la sociedad y la economía de la región, es imperativo, antes de la elección reflexionar sobre el papel del BID y acordar una nueva agenda que contribuya a la recuperación de América Latina y el Caribe.

Los gobiernos que exigen un presidente o presidenta de América Latina para el BID —la costarricense Laura Chinchilla o el argentino Gustavo Béliz— proponen postergar la elección, pero continúan haciendo diplomacia a fin de conseguir el número necesario de gobiernos cuyo poder accionario en el BID exceda del 25 por ciento y se impida, con ello, que los gobiernos que apoyan la candidatura de Claver-Carone alcancen la mayoría accionaria, calificada, de 75 por ciento. Que validaría la elección.

Como señalé, habrá que ver hacía donde se inclina el gobierno de Canadá y el peruano. Y también cómo votarán los gobiernos europeos. Aunque los optimistas esperan que además de España —voto seguro con 1.94 por ciento de valor accionario—, Alemania -1.89 por ciento- y Francia -1.89 por ciento- voten a favor de la postergación de los comicios.

Con tales votos, más los de Argentina, México, Chile y Costa Rica, los gobiernos latinoamericanistas superarían el 25 por ciento de acciones y podrían postergar la elección a marzo de 2021. Quizá sin Trump para ese entonces.

En este caso, la Resistencia Numantina contra el candidato del mandatario estadounidense habría triunfado.