Las elecciones presidenciales de Estados Unidos de América, que culminan el martes 3 de noviembre próximo, definirán no sólo el futuro del vecino del norte, sino la suerte del mundo. Los contendientes saben que la lucha es a muerte. Donald Trump hará lo imposible por ganar la reelección, sin miedo a utilizar lo que esté a su alcance; lo lícito o ilícito es algo que el magnate mantiene en un apartado que pocos políticos se atreven a utilizar. Dentro de estas posibilidades apareció algo tan extravagante como QAnon, “la tenebrosa teoría de la conspiración que ha saltado de los rincones más oscuros de la Internet a la Casa Blanca en apenas tres años”. Tema, por cierto, desconocido dentro y fuera de la Unión Americana, al grado que este reportaje se pergeñó en cuestión de horas de escabroso y cansado trabajo de investigación, recurriendo a la propia RED, algo así como “dar machetazo a caballo de espadas”, sin ser experto en los artilugios de la triple w, pero con la seriedad periodística del caso.
De tal suerte, la historia mundial siempre ha corrido parejo a la cultura de la conspiración, pero, al advenimiento de la Internet y las “benditas/malditas” redes sociales, la “conspiranoia” vive en los tiempos que corren su “época de oro”. Lo mendaz de la conspiración se nutre de las ganas de creer de los menos informados y han encontrado en la RED un poderoso altavoz que ha reproducido sus mensajes de los reductos más oscuros a la población convencional.
Pero, en esencia ¿qué es QAnon? Aparece por primera ocasión en 2017. Nace en “4chan” y “8chan”, dos gigantescos foros de Internet en que lo más destacable es que no existe ni moderación ni censura y sus usuarios participan en forma anónima. A diferencia de otras grandes webs de debate como Reddit, o redes sociales como Facebook o Twitter, en “4chan” se puede decir todo lo que a alguien se le ocurra sin temor a ser censurado.
Varios de los grupos expulsados de los foros y redes más convencionales encuentran su refugio en “4chan”, en el que se puede encontrar fácilmente grupos de extrema derecha, racistas, machistas, o negacionistas que difunden su “verdad” sin que nadie se lo impida o se lo prohíba. En uno de esos grupos nació QAnon.
QAnon comenzó a ganar relevancia durante la campaña presidencial que enfrentó Donald Trump con Hillary Clinton. Un usuario anónimo en los foros de “4Chan”, autodenominado Q (en referencia a uno de los niveles de información clasificada del gobierno), aseguraba tener acceso a una investigación que involucraba a varios miembros del Partido Demócrata en una red de pederastia que “pronto sería desmantelada en una operación pública”, algo que nunca sucedió.
Durante el primer periodo presidencial de Donald Trump, QAnon se fue convirtiendo en una amalgama de teorías y conjeturas cada vez más absurdas pero que ve en cada episodio una pista más de un enrevesado rompecabezas. Uno en el que un “estado profundo” que mueve los hilos en Washington –financiado por el magnate George Soros, entre otros, según afirman– trata de combatir la administración del magnate.
Mientras que desde hace dos años el grupo –organizado de forma informal en varias redes sociales– está bajo vigilancia activa del Federal Bureau of Investigation (FBI) por considerar que puede ser fuente de futuras acciones terroristas, el jueves 19 de agosto el presidente Donald Trump fue interrogado por un periodista que le preguntó: “Durante la pandemia el Movimiernto QAnon ha ganado muchos seguidores, ¿puede decir qué opina sobre este grupo y de sus seguidores?”, a lo que el mandatario contestó: “No sé mucho sobre el movimiento, sólo creo que yo les gustó muchísimo y eso lo agradezco. He escuchado que está ganando popularidad y que son gente que no les gusta ver las calles de Portland, Nueva York o Chicago (llenas de manifestantes). He escuchado que es gente que ama a su país. No he escuchado otra cosa más allá de un “supuestamente les gusto” y que les gustaría que los problemas en estos sitios desaparecieran”.
La siguiente pregunta a Trump fue: “El punto de la teoría es la creencia de que usted está secretamente salvando al mundo de una secta satánica, perdófila y canibal. ¿Es algo con lo que usted pueda estar de acuerdo?
A lo que el inquilino de la Casa Blanca respondió: “No había escuchado eso, pero…¿es algo supuestamente malo o bueno? Ya sabes…Si puedo salvar al mundo de los problemas, estoy dispuesto a hacerlo”.
Aunque de Donald Trump se puede esperar todo, esta respuesta deja anonadado a cualquiera, sin importar la nacionalidad.
Sin presumir de especialista en materia de conspiración, es claro que los tentáculos de QAnon –como le llama un periodista estadounidense: “los calurosos brazos de las teorías de la conspiración”–, no es “cualquier cosa”, sino algo serio. Por lo mismo, en las últimas semanas muchos medios de comunicación de la Unión Americana han publicado largos reportajes sobre el fenómeno QAnon. No por mera casualidad. Primero, un crecimiento importante de publicaciones y seguidores en redes sociales sobre el tema. Además, el 12 de agosto Marjorie Taylor Greene, conocida defensora de QAnon, ganó las primarias republicanas en Georgia, asegurándole una curul en el Capitolio en noviembre próximo. El propio Trump afirmó en Twitter que Taylor Greene era “el futuro del Partido Republicano”. Tal reconocimiento hace suponer que el presidente sabe de quién habla y para quién trabaja. No puede llamarse ignorante del caso. Y, por último, la rueda de prensa en que el magnate dio un balón de oxígeno a los militantes de QAnon, en las que los “conspiradores” tomaron sus ambiguas palabras como un apoyo definitivo.
Por lo que se sabe, QAnon gira alrededor de una teoría “seudopolítica” increíblemente complicada y explicar –a bote pronto–, sus corrientes y tendencias podría llenar varios volúmenes. En tanto, QAnon es el término en general para un extenso conjunto de teorías de conspiración de Internet que alegan, falsamente, que el mundo es gobernado por una camarilla de pedófilos adoradores de Satán que “conspiran” en contra de Donald Trump y al mismo tiempo operan una red global de tráfico sexual de menores.
Los militantes de QAnon aseguran que ese “grupo gobernante” abarca a importantes personajes demócratas, incluyendo, obviamente a Hillary Clinton y a su esposo, Bill, al ex presidente Barack Hussein Obama, al empresario George Soros, y un nutrido grupo de “estrellas” cinematográficas de Hollywood, como Tom Hanks, y a ricas conductoras de televisión como Oprah Winfrey, y otras como Ellen DeGeneres, y a líderes religiosos del calibre del Papa Francisco y el Dalai Lama. En el colmo de la exageración, y del abuso de la ignorancia, también creen que aparte de abusar de los infantes, algunos matan y se vuelven caníbales comiendo a sus víctimas con el propósito de extraer de su sangre un químico que alarga la vida. Se trata de los andrenocromos, entre el mito y la realidad, pero la forma de extraer esta droga implica actos atroces, según dicen. QAnon se basa en teorías de la conspiración antisemitas muy antiguas. La idea de una sociedad secreta de poderosos que domina el mundo brota directamente de los Protocolos de los Sabios de Sión, un documento falso con el propósito de sacar a la luz un supuesto complot judío para dominar el mundo, que se utilizó en el siglo pasado para tratar de “justificar” el antisemitismo. A estas alturas de la historia todavía con esos cuentos.
De cierto, nadie sabe con certeza cuántos miembros creen en QAnon, pero se calculan, grosso modo, aproximadamente 100,000 seguidores. “Expertos” en teorías de la conspiración aseguran que la creencia en el grupo está lejos de ser común. En cierto momento, el 80% de los estadounidenses creyeron en una teoría de la conspiración alrededor del magnicidio del presidente John Fitzgerald Kennedy, un sondeo realizado por Pew Research concluyó en marzo último que el 76% de los habitantes de la Unión Americana no había oído hablar de QAnon y únicamente el 3% sabía “mucho” sobre esta teoría.
Por otra parte, los mayores grupos de Facebook dedicados a QAnon tenían aproximadamente 200,000 miembros antes de que fueran cerrados a mediados del mes de agosto que acaba de terminar. Cuando Twitter dispuso medidas similares contra cuentas de QAnon en julio, restringió la actividad de aproximadamente 150,000 cuentas. Un mes antes, un artículo del periódico inglés The Guardian publicado en 2019, se leyó unas 150,000 veces en las siguientes 24 horas de haber aparecido. Estos datos permiten sacar algunas conclusiones sobre el tema, pero al no haber datos más firmes solo dan una idea de la escala que tiene el movimiento.
En general, QAnon parece ser especialmente popular entre personas mayores republicanas o cristianos evangélicos. Existen subgrupos dentro de QAnon para personas que estudian sus publicaciones de la misma manera en que se estudia la Biblia. Otros seguidores parecen proceder de otras comunidades conspiracionistas tradicionales o desde la extrema derecha. Como es requisito apoyar a Donald Trump, el movimiento es casi exclusivamente conservador. Además, QAnon también está ganando terreno como fuerza política dentro del Partido Republicano, lo cual podría tener efectos reales y perjudiciales para la democracia estadounidense, lo que repercutirá en los resultados de los comicios del 3 de noviembre próximo.
Ahí es donde resaltan las palabras de Trump al elogiar a los seguidores del movimiento como “patriotas”, y pareció reafirmar la premisa central de la teoría al decir: “Si puedo solucionar los problemas del mundo, estoy dispuesto a hacerlo. Estoy dispuesto a exponerme y en realidad es lo que estamos haciendo. Estamos salvando al mundo de una filosofía radical de izquierdas que destruirá a nuestro país, y cuando este país haya desaparecido, le seguirá el resto del mundo”.
La lucha entre Biden y Trump todavía no se acaba. Como en el beisbol, hasta el último out. Faltan pocos días para saberlo, y QAnon y los trumpistas harán hasta lo imposible para mantenerlo en la Casa Blanca. VALE.