Solo faltan 16 días para los comicios presidenciales en la Unión Americana. ¿El final?, de pronóstico reservado. Los expertos dicen que Donald Trump es el favorito de los apostadores. Muchos analistas, por el contrario, aseguran que los comicios no son tema de un juego de apuestas. Sin embargo, lo que está en juego no solo es el futuro de Estados Unidos de América sino, en buena medida, el de todo el planeta.
In God we Trust (En Dios confiamos), dice el lema estadounidense. Tal vez sea el momento de que algo tan intangible como Dios, se ayude con elementos reales, como son los votos del Colegio Electoral que sí conducen a la Casa Blanca. El número mágico es 270. Los mismos que necesita Joe Biden para sustituir a Donald Trump. En 16 días se sabrá si lo pudo lograr. Es decir, si las elecciones se realizan en santa paz, algo que también está en duda. La violencia política emerge como un factible escenario tras los comicios del martes 3 de noviembre, debido a la polarización que se ha agudizado entre republicanos y demócratas en esta campaña. Los grupos armados de derecha y sus contrapartes, son los extremos de una población cada vez más convencida del uso de la violencia. La persistencia de los movimientos de protesta (pacíficos y turbulentos) por los asesinatos de personas de la comunidad negra —a manos de la policía que no es enjuiciada— en muchas partes del país son la mejor prueba de ello.
El actual escenario es muy diferente al de hace cuatro años. Ahora, ronda en todos los bandos la posibilidad de violencia política, especialmente por la irrupción de grupos super armados de ultraderecha y de movimientos antifascistas. Lo peor del caso es el clímax que gira alrededor de la retórica subversiva del presidente Donald Trump, que hasta el momento continúa sin dar una clara respuesta a la pregunta de si abandonará el poder si pierde las elecciones. Solo evasivas, muy a lo Trump.
Sobre el particular, el profesor de psicología Jay Van Bave, de la Universidad de Nueva York, explicó a la CBS: “La situación va a peor y no veo que vaya a relajarse a corto plazo…La identidad política de la gente es una de las más importantes qué hay en este momento y no ha hecho más que crecer durante los últimos meses”.
La explicación de Bave no es simple disquisición. La realidad lo demuestra claramente. El último episodio tuvo lugar en Michigan, donde trece individuos fueron imputados por un “supuesto” complot de terrorismo doméstico para secuestrar y “posiblemente asesinar” a la gobernadora demócrata del estado, Gretchen Whitmer, con la intención de “instigar una guerra civil”. Espanta pensar si dichos propósitos se hubieran cumplido. El escenario político de la Unión Americana en estos momentos sería dantesco.
Los detenidos pertenecen a una banda ultra conocida como “Wolverine Watchmen”, que no está registrado en la lista de los 576 “grupos extremistas antigubernamentales” del Departamento de Justicia de EUA, lo que da una idea de lo rápido con que surgen estas agrupaciones. El plan consistía en tomar el Capitolio estatal al asalto con 200 hombres para tomar como rehén a Gretchen Whitmer y juzgarla por “alta traición”.
El jueves 8 del mes en curso el Federal Bureau of Investigation (FBI) informó que detuvo a seis hombres —entre los que se cuentan Adam Dean Fox, Joseph Morrison y Pete Music, cuyas fotografías fueron proporcionadas por los sheriffs de los condados de Kent y Jackson, Michigan—, acusados de una conjura de terrorismo doméstico cuya intención era secuestrar a la gobernadora de esa entidad antes de los comicios del 3 de noviembre para “enjuiciarla”. Según la Oficina Federal de Investigación, los detenidos forman parte de una milicia ultraderechista que participó en varias protestas de hombres armados contra las medidas de mitigación de la pandemia del COVID-19, incluida la sana distancia, el uso de cubrebocas y una cuarentena en abril. Los milicianos se dicen apoyados por Trump quien, en uno de sus consabidos tuits, les escribió: “Liberen Michigan”.
Además de los aprehendidos, otros siete milicianos enfrentan cargos estatales por amenaza de terrorismo, pues contemplaban atacar a policías y el Capitolio estatal para detonar una “guerra civil”. Al hacerse públicos todos estos movimientos, Gretchen Whitmer, la gobernadora de Michigan, el mismo día 8 del mes en curso, se dirigió a sus gobernados una vez que el fiscal general del estado, la policía estatal, el Departamento de Justicia de EUA y la FBI fincaron cargos estatales y federales contra los 13 milicianos que preparaban el secuestro y el derrocamiento del gobierno de dicha entidad.
En tales condiciones, la gobernadora Whitmer deploró la negativa del presidente Trump para condenar a supremacistas blancos y sus milicias, y declaró: “Cuando nuestros líderes se reúnen con, alientan o fraternizan con terroristas domésticos, daña legitimidad a sus acciones y son cómplices”. En apoyo de las palabras de esta funcionaria, los políticos republicanos del propio estado por medio de las redes sociales condenaron las milicias armadas, algo que no hizo Donald Trump.
Por el contrario, el magnate-presidente acusó a la gobernadora de haber hecho “un trabajo horrible” durante la pandemia por haber ordenado el cierre de los comercios estatales que tanto “indignó” a los radicales de ultraderecha que pretendían secuestrarla y someterla a un “juicio sumario”. El programa terrorista incluía la toma del Capitolio de Michigan, capturar como rehenes a varios Representantes, todo ello con el propósito de desencadenar “una guerra civil”, según explicó en varias grabaciones un informante secreto de la FBI.
Además de las grabaciones, la agencia federal de investigación cuenta con fotografías en las que aparecen algunos de los manifestantes armados que en el mes de abril pasado irrumpieron en el Capitolio esta tal para protestar por el confinamiento y el uso de tapabocas, sin que la policía pudiera impedirlo al ejercer su “derecho constitucional” a portar armas libremente. A lo que Gretchen Whitmer comentó en un tuit: “Y cuando yo decía que daba miedo trabajar en tales circunstancias, me contestaban que estaba exagerando”.
Por estas y otras razones, la gobernadora culpó de lo que estaba sucediendo a Donald Trump, porque en aquellas manifestaciones de hace cinco meses, el presidente instigaba a sus seguidores a levantarse en armas y tomar la justicia por su propia mano con frases como “¡Liberen Michigan!”, en sus tuits. No solo eso, sino que en el primer debate que tuvo con el abanderado demócrata, Joe Biden, Trump volvió a instigar a los supremacistas diciéndoles “Estén listos”, cuando el periodista moderador le preguntó si condenaba a la ultraderecha.
A las acusaciones de la gobernadora, el presidente le respondió llamándola “desagradecida” en una entrevista con Business Fox: “Fue MI Departamento de Justicia el que abortó el plan terrorista de secuestro y los detuvo”, subrayó, en un tono de propietario del gobierno, que alarmó a unos y otros. “No es SU Departamento de Justicia, sino el de todos los estadounidenses”, ironizó la congresista Pramila Jayapal.
Hay que poner en claro que la banda de los Wolverine Watchmen no es la única que ha sintonizado con Donald Trump. Durante sus cuatro años de (des)gobierno —como lo califican algunos intelectuales estadounidenses—, Trump ha enviado suficientes señales como para “empoderarlas” en sus planes violentos.
De una u otra forma, la FBI y otras agencias federales de seguridad en los últimos días han declarado que las agrupaciones de milicias ultraderechistas y supremacistas blancas representan la principal amenaza interna a la seguridad nacional de la Unión Americana.
En tales condiciones, las fuerzas de seguridad federales y estatales de EUA, comenzaron los preparativos ante la posibilidad de que se produzcan disturbios generalizados el día de las elecciones. Esta precaución se debe, entre otras razones, a las tensiones extraordinariamente elevadas entre los votantes y la ansiedad por la seguridad deos comicios —tomando en cuenta el elevado número de votantes por vía postal—, delicado ambiente alimentado, en buena medida, por el propio presidente Donald Trump.
Es más, la FBI y la policía de varios estados han hecho simulacros que evalúan cómo se podrían desarrollar los peores escenarios durante y después de los comicios. Además, se han establecido centros de comando para mejorar la coordinación en los informes de violencia e intimidación de los votantes, y se han hecho advertencias públicas de que no se tolerará ningún delito que amenace la integridad del voto.
Estos preparativos son más complejos que en elecciones anteriores, pues crece el temor por el potencial de enfrentamientos violentos en varias ciudades de la Unión. Los cuerpos policiacos aseguran, por su parte, que no responden a ninguna amenaza o información específica, sino que se preparan para una serie de diferentes escenarios que podrían presentarse.
La tensión es especialmente alta debido a la creciente polarización política y los meses de manifestaciones masivas contra la injusticia racial en varias ciudades del país. Entre otras se destaca el caso del adolescente Kyle Ryttenhouse, quien asesinó a dos personas en el marco de protesta por el caso de Jacobo Blair, un afroamericano que fue baleado por la policía en su auto.
A tal grado llega la incertidumbre que no son pocos los ciudadanos que planean vacaciones en el extranjero —pese a la pandemia—, o en retiros rurales. Otros más han comprado armas para su “defensa”. Las ventas rompieron el récord mensual de 3,9 millones en junio, según informa la FBI. Las balas para los rifles AR-15 se han escaseado, tanto en Washington como en Colorado.
Tal y como se advirtió desde el inicio de la campaña del presidente Trump en busca de su reelección, no ha descuidado ninguna estrategia que le pueda ayudar a lograrla. La gran batalla por la Suprema Corte de EUA, arrancó el lunes 12 de octubre en el Senado estadounidense, ante al Comité Judicial encargado de estudiar y votar la nominación de la jueza Amey Conney Barrett. Los republicanos, con Trump a la cabeza, se esfuerzan por confirmar a la católica magistrada en el importante cargo, antes del 3 de noviembre. En caso de una votación cerrada, la Corte podría decir la última palabra para decidir quién será el próximo mandatario estadounidense. Trump puede ser un mentiroso, un engreído, una mala persona, un mal gobernante, pero no es tonto. No da un paso en vano.
Y solo faltan 16 días. En tanto, Joe Biden sigue arriba en las encuestas, pese a la “milagrosa inmunidad de Trump” contra el COVID-19. Todo un show. VALE.