Pacto federal y pacto fiscal son dos instituciones diferentes; lo son en contenido, forma y alcance. Esto es así a pesar de que en el mundo político y los medios se observa cierta confusión respecto de su uso.

 

Pacto federal

El pacto federal es el acuerdo que aglutina a las partes que son miembros de una unión de estados. Lo común es que ese pacto esté contenido en la Constitución Política. En algunos casos las partes, es decir los estados miembros, son autores del pacto, como sucedió en los Estados Unidos de América; en otros, es el pacto del que deriva la existencia de las partes, como sucedió en México, Argentina y Brasil. Las dos vías son viables para instaurar un sistema federal.

Para que el pacto federal no sea alterado por alguna de las partes: estados autónomos o gobierno federal, a la Constitución que lo contiene se da el carácter de suprema y se establece un procedimiento extraordinario para ser modificado. En el sistema jurídico mexicano se requiere el concurso del Congreso de la Unión y de las legislaturas de los estados.

En teoría, la unión prevista en el pacto federal es irrompible. En los Estados Unidos de América existe el principio de que la unión federal prevista y regulada en la Constitución es una unión indestructible formada por estados indestructibles. El triunfo de los ejércitos del norte sobre los de los confederados confirmó el principio. En este caso fue la fuerza la que consagró el principio de que los estados no se pueden separar.

Para el estado de Virginia, la derrota implicó la pérdida de parte de su territorio, no su desaparición. De ahí el principio de que la unión se conforma de estados indestructibles. Cuando son desmembrados y se les arrebata parte e su territorio, es atentar contra su integridad. La acción se explica como un castigo a un intento fallido de separarse.

Los estados que derivaron de la adopción en 1824 del sistema federal, nunca preexistieron a la federación ni fueron soberanos. Por ello, en estricto derecho, no les era dable recurrir al expediente de reasumir su soberanía, tal como lo pretendieron hacer en algún momento Yucatán y Jalisco.

En 1837, cuando en nuestro país estaba organizado bajo la forma de un gobierno centralista, lo que actualmente es el estado de Texas de la Unión Americana, se separó. Antonio de Santa Anna y su ejército fueron incapaces de someter a los secesionistas rebeldes. Todo lo contrario; fue hecho prisionero y encadenado. En teoría, Texas originalmente fue una nación independiente, la de la estrella solitaria. Con el tiempo fue admitida como un nuevo estado de la Unión del norte.

Por razón de que en México existía un gobierno centralista, en teoría política constitucional, no se puede afirmar en forma técnica que una parte de la unión federal se haya separado.

Durante la vigencia de la Constitución de 1857 y aún antes, el estado de Yucatán amenazó con reasumir su soberanía, lo que implicaba la separación de la Unión Federal. El presidente Juárez, para evitar intentos secesionistas, formó a su costa el actual estado de Campeche. Eso fue en 1869. Porfirio Díaz, ante la misma amenaza y para poner fin a la guerra de castas, formó a costa de Yucatán el territorio de lo que actualmente es el estado de Quintana Roo. Esto sucedió en 1902. Los yucatecos no nos han vuelto a amenazar con que se van. Sólo de broma se habla de la hermana república de Yucatán.

Si bien la acción de los presidentes Juárez y Díaz no destruyeron a Yucatán, si atentaron contra el principio que procura su integridad territorial.

 

Pacto fiscal

El eliminar las alcabalas que gravaban y obstaculizaban el comercio de estado a estado, es lo que llevó a procurar una solución; originalmente el gobierno federal otorgó ciertos estímulos económicos a cambio de que las suprimieran. Con el tiempo las cosas cambiaron de manera desfavorable para los estados. En gran parte fue el Congreso de la Unión el responsable de que se haya privado a las entidades de recursos. Los legisladores federales se olvidaron de que representaban también a sus electores y entidades. Su desmemoria se refleja en los actuales legisladores. Se han convertido en cómplices del ejecutivo federal.

Por razones históricas y del acentuado centralismo que caracteriza al sistema federal mexicano, a base de reformas a la Constitución Política, las mejores fuentes gravables las ha ido acaparando el gobierno federal: Son testigo de ello los artículos 73, especialmente las fracciones X, XXIX, en todos sus apartados, 117 y 131,

El pacto fiscal, cuyos principios generales los establece la Ley de coordinación fiscal, es un convenio por virtud del cual la Federación y los estados, para evitar duplicidad de gastos y que alguna de las partes agote la fuente gravable, celebran para ejercer la facultad impositiva que en forma paralela tienen.

Los gobiernos de los estados que conforman la unión federalista se quejan, con mucha razón, de la mala distribución de los ingresos y del hecho de que la federación se quede con el grueso de lo que se recauda. En su momento AMLO, como jefe de gobierno del Distrito Federal, se quejó de los mismo y formuló la misma amenaza: separarse el pacto fiscal.

Es fundada la queja de los gobernadores federalistas, procedente sus reclamos e injusto el trato que reciben de los poderes federales. Se tiene que llegar a un arreglo. Éste repercutirá en los proyectos representativos de la Cuarta Transformación: puerto aéreo de Santa Lucía, refinería de Dos Bocas y el tren maya.

El mundo moderno, por imperativos, sobre todo económicos, se encamina a la unión de estados que son soberanos para conformar grandes o pequeños bloques. Los países pequeños tienden a unirse entre sí. Son los regionalismos obsoletos y los celos absurdos, los que han impedido algunas uniones. Lo que sucedió a la ex Unión Soviética tiene otra explicación.

Hace algunos años un pescador salvadoreño quedó a la deriva en el Océano Pacífico; las corrientes marinas, después de algún tiempo, lo llevaron a Nueva Zelanda. Al ser rescatado e interrogado respecto de su país de origen y de su nacionalidad, el sentido común le aconsejó que dijera que era mexicano. No negó ser salvadoreño, pero sabía que en esas lejanías nadie iba a saber de qué país estaba hablando. Al llegar el representante consular de México, se aclaró todo y, por su mediación el ciudadano centroamericano pudo regresar a su lugar de origen.

Algunos hemos tenido la experiencia de que en viajes por Europa o al norte de África los centroamericanos, ante los nativos de los lugares que visitan, al ser cuestionados respecto de dónde se halla su país, dan como referencia a México o “cerca de México”.

En ese contexto es absurdo suponer que algunos estados abandonarán nuestra unión y que se convertirán en naciones soberanas reconocidas por la comunidad internacional. Se trata de algo muy simple: dejar de ser parte del convenio de coordinación fiscal.