“Omne quod movetur ab alio movetur”
“Todo lo que se mueve es movido por otro”.
Principio de la teoría de la causalidad.

 

Nadie es dueño de la verdad absoluta, el presidente no es infalible, ni su propuesta es la Biblia y, tampoco los líderes de las diferentes agrupaciones partidistas, académicos, intelectuales, y ni ninguno de nosotros, somos oráculos poseedores de la verdad revelada. Es tiempo de discutir entre todos cómo modificar el presente y construir un futuro luminoso para las nuevas generaciones. La realidad es que estamos testimoniando cómo todos los principales actores políticos riñen y agravian a los opositores en defensa no de sus principios o ideales, sino en defensa de los particulares intereses personales o de su partido, les ha faltado hasta ahora, nobleza, generosidad y altura de miras, nunca como ahora cobra vigencia el apotegma del patriota insurgente Vicente Guerrero: “La Patria es primero”.

Los más recientes acontecimientos nos muestran descarnadamente varias de las espinosas aristas de las políticas públicas adoptadas por la cabeza principal del gobierno y la obediencia ciega de sus subordinados, aún a sabiendas del riesgo de las consecuencias en su implementación; decisiones adoptadas desde la miopía del poder para proteger a unos y ahogar a los más desfavorecidos.

Aunado a ello los ciudadanos lidiamos cada día con la vorágine de violencia en que se encuentra inmerso nuestro país. Estamos a tiempo de replantear con seriedad la estrategia de seguridad, se requiere modificar las acciones, deben persistir las destinadas a golpear la logística operativa de los cárteles, pero simultáneamente se deben fortalecer las tareas encaminadas a incautarles el dinero que blanquean en los sistemas financieros, a detener el flujo de armamento proveniente de los EU, desmontar las redes de narcomenudeo y exterminar la red de protección que les proporcionan no sólo policías, sino también políticos, empresarios y comerciantes, prestanombres y finalmente utilizar con mayor rigor el Sistema de Inteligencia.

La eficacia de la utilización del sistema de inteligencia recientemente nos la demostraron los Agentes Norteamericanos de la DEA, al esperar pacientemente a que el General Cienfuegos cruzara la frontera para capturarlo. Ahora  el Departamento de Justicia de Estados Unidos en respuesta a la petición de cooperación dirigida por la Fiscalía General de la República, para que el General Cienfuegos sea juzgado en México, de manera comedida e invocando la estrecha colaboración que existe entre ambos países acepta entregar al General junto con todas las pruebas de su presunta culpabilidad, para que sea juzgado en territorio mexicano.

Con el episodio anterior se prueba que el uso de la inteligencia civil y militar debe privilegiarse frente al enfrentamiento a balazos. La violencia no se combate con violencia. Un punto especial complementario en el que hay que poner el acento es en una verdadera política de desarrollo humano. La verdad es que no estamos en una guerra en el término convencional del concepto; entendemos que denominarlo así resulta un ejercicio metafórico y discursivo.

Al Estado le corresponde brindar seguridad en la vida y el patrimonio de sus ciudadanos. Por otra parte, duele la patética conformidad del Ejecutivo federal, se concreta a realizar un diagnóstico justificatorio para insistir en defender su nula estrategia de seguridad, cuya espiral de violencia en los primeros 20 meses del gobierno actual suma más de 60 mil homicidios lo que es indicativo de que el Gobierno está perdiendo la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia organizada.

Las reflexiones críticas y las propuestas puestas a consideración para un replanteamiento de la estrategia sólo reciben del propio Ejecutivo federal denuestos y descalificaciones; lo que se le ha venido reiterando es que se respete la vigencia del Estado de Derecho y por ende el respeto a los derechos humanos, ya que es un binomio indisoluble y no hay razón de Estado que justifique las violaciones a los derechos humanos de las personas.

En este sentido es que reafirmamos nuestra convicción de que juntos, Estado y sociedad, habremos de superar los tiempos aciagos y de que confiamos en que exista la inteligencia, la serenidad de ánimo y la voluntad republicana de corregir y reorientar el rumbo.