Queda claro que al Presidente le cuesta trabajo entender y aceptar la realidad.

Un día después de que el PAN, PRI y PRD firmaron el acuerdo para ir en coalición, López Obrador dedicó gran parte de la “mañanera” en atacar una alianza que, sin duda, es histórica.

Las descalificaciones que hizo en contra de sus impulsores e integrantes demostró una sola cosa: que esa coalición le preocupa y le duele.

Y le duele, porque es una prueba contundente del fracaso de su régimen.

Miente cuando afirma que la unión de sus adversarios significa para él y su gobierno un “timbre de orgullo”, un “triunfo moral” y una “enorme dicha”. Lo cierto es que trata de ocultar lo que siente.

Acuerdos insólitos como este sólo se dan en medio de crisis económicas profundas y cuando las democracias están a punto de romperse.

La firma de la alianza y la  cruda radiografía que hicieron los tres dirigentes partidistas de la realidad nacional, obligó al tabasqueño a “voltear la tortilla”.

Se apresuró a colgar a sus adversarios políticos los errores y excesos que él mismo comete. Dijo que la alianza era para restaurar el viejo régimen, cuando él, es la reedición más lúgubre y retrógrada del caudillo.

Se retrató a sí mismo cuando acusó a sus enemigos de no soportar a los pobres, cuando su gobierno se ha convertido en una fábrica de pobreza extrema.

Señaló que los conservadores se unen para quitar medicamentos gratuitos a los más necesitados cuando  él y nadie más, es el responsable del mayor desabasto de medicamentos en los centros públicos de salud.

En lo que no mintió es al decir que la alianza era para ganar la Cámara de Diputados y quitarle el control del presupuesto a su partido político.

Efectivamente, se trata de recuperar el equilibrio de poderes para impedir que un presidente autoritario y deshonesto siga utilizando el dinero público para comprar votos y cimentar su tiranía.

Para cancelar fideicomisos y llevarse el dinero quién sabe a donde.

Para evitar que siga desbordándose el ego incontenible de un político que tiene la arrogancia de llamarse a sí mismo “revolucionario”, “demócrata”, “liberal”, “republicano” cuando es la representación misma de un déspota.

Y ese es, exactamente, el corazón de la coalición: poner a salvo la democracia.

Quienes insisten en denostar el acuerdo entre PAN, PRI y PRD porque “el agua y el aceite” no se llevan no entienden que no entienden. La ceguera o la soberbia no les permite ver lo que está en riesgo.  O bien intentan hacerle el juego a un dictador.

Va Por México —nombre con el que se registra la coalición—, abre  un nuevo capítulo en la vida política del país. Tres fuerzas políticas de distinto signo lograron, estimuladas por la sociedad organizada, lo que parecía imposible: unirse para evitar que la nación sea devorada por el proyecto político totalitario de López Obrador.

Se trata, entonces, de un acuerdo para transitar a la democracia. Así lo hizo España con el Pacto de la Moncloa, Chile con el NO a Pinochet y  México a través de la organización civil Sí Por México.

La alianza puede convertirse en la semilla de una revolución política, —capaz de quebrar el espinazo al autoritarismo—, sí así lo deciden los partidos. Designar candidatos con solvencia social y moral es la siguiente prueba de fuego.

No se engañe, señor Presidente. Este acuerdo tripartita, no es para “regresar al pasado”, para “tener más de lo mismo”. El pasado, el retroceso, lo representan usted y sus émulos. Esto es para construir el futuro que su gobierno ha negado a los mexicanos.