Por Alicia Gutiérrez González

 

El desarrollo sostenible y la seguridad internacional se encuentran estrechamente vinculados desde el Informe Brundtland de 1987 “Nuestro futuro común” que define al desarrollo sostenible como: “satisfacer las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. Así, el principio de desarrollo sostenible ha regido por más de 30 años el desarrollo mundial basado en tres pilares: el desarrollo económico, el desarrollo social y la protección ambiental. Desgraciadamente, la protección ambiental ha sido menos favorecida que el desarrollo económico y social. Ahora bien, en el Programa 21 que se adoptó en la Cumbre de Río de 1992 se incluyeron planes de acción encaminados a lograr el desarrollo sostenible a nivel nacional, regional e internacional. Para el 2002, en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible (Río+10), se aprobó el plan de aplicación de Johannesburgo basado en los progresos y lecciones aprendidas. En el 2012, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible (Río+20), los temas tratados fueron dos: la economía verde en el contexto del desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza y la creación de un marco institucional para el desarrollo sostenible.

Ahora bien, el 2015 fue un año muy importante para la comunidad internacional en cuestión ambiental, toda vez que se adoptaron tanto el Acuerdo de Paris, que establece medidas para la reducción de gases de efecto invernadero mediante los enfoques de adaptación y mitigación, como la Agenda 2030, donde se establecen 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS), de entre los cuales, siete se encuentran estrechamente vinculados con la seguridad internacional.

Al respecto, el objetivo 6 se refiere a garantizar agua limpia y saneamiento; el 7 se centra en la energía asequible, segura, sostenible, renovable y no contaminante; el 11 se basa en las ciudades y comunidades inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles; el 12 garantiza la producción y el consumo responsable; el 13 pide la adopción de medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos; el 16 promueve la paz, la justicia y las instituciones sólidas y, finalmente, el objetivo 17 intenta crear alianzas para lograr el cumplimiento de los ODS. Estos objetivos solo se podrán lograr con la cooperación internacional y si todos los países declaran una emergencia climática para la neutralidad de emisiones de carbono al 2050. Un ejemplo a seguir serían el Reino Unido y la Unión Europea, ya que se han comprometido a reducir sus emisiones para el 2030 en un 68 por ciento y un 55 por ciento respectivamente, en comparación con las de 1990.

Ahora que Joe Biden será el presidente de los Estados Unidos, se espera que ese país se adhiera nuevamente al Acuerdo de Paris de 2015 y se comprometa a disminuir sus emisiones a la atmósfera, ya que, según las estadísticas del 2019 de Statista, ese país junto con China, contribuyen con el 43,3 por ciento de emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera.

En lo que respecta a la red europea Copernicus, esta señaló que el 2020 estuvo 1,25° C por encima de la era preindustrial, lo que desgraciadamente indica que casi se llega al objetivo a largo plazo acordado por los gobiernos en el Acuerdo de París de 2015, de limitar el aumento de la temperatura media mundial a 1,5° C con el fin de reducir los riesgos y los efectos del cambio climático. En este orden de ideas, si el calentamiento global continua, la vida en el planeta estará en riesgo, porque cada vez habrá inviernos más severos como el de España y veranos más calurosos como los que se viven en Europa. Además, se esperarán más huracanes, deshielos, sequías, incendios forestales, migraciones, extinción de especies, crisis alimentaria, de salud y ambiental. Al respecto, es necesario recordar la frase “piensa global y actúa local”, que invita a la comunidad internacional a pensar en los grandes problemas que acechan a la humanidad y a actuar de manera local, regional e internacional para luchar con una sola voz y lograr el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030 y así garantizar la seguridad internacional.

La autora es doctora en Derecho por la Georg-August-Universität, Gotinga, Alemania. Profesora investigadora de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México y miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel I.