“Novus rex, nova lex”. Nuevo rey, nueva ley.

Al margen de consideraciones ideológicas, la relación bilateral con los Estados Unidos, siempre ha sido y es una prioridad política para el gobierno mexicano. Por lo tanto, la agenda del gobierno en política exterior debe tener presente, que los Estados Unidos es nuestro mayor socio comercial y también nuestro mayor acreedor. Nuestras economías son interdependientes. Y considerar que en su territorio viven y sobreviven un poco más de 18 millones de mexicanos, una buena parte indocumentados. Es por ello que para ambas naciones la relación bilateral es una cuestión de seguridad nacional.

Actualmente, el tema de la seguridad, el de migración, acompañados de los aspectos económico-comerciales han ocupado el lugar central de la agenda. Derivado del T-MEC Estados Unidos y Canadá son nuestros principales socios comerciales; de enero a agosto de 2020, las exportaciones de México al mercado estadounidense sumaron 202,951 millones de dólares, una caída interanual de 15.6 por ciento. Mientras tanto, las importaciones mexicanas desde Estados Unidos fueron por 134,530 millones de dólares, lo que representó un descenso de 22.5 por ciento, a tasas anuales. México ocupa el tercer lugar entre los principales socios comerciales de Estados Unidos, después de Canadá y China. Después de todo, las exportaciones mexicanas a Estados Unidos superaron a las importaciones en 63 mil millones de dólares, generando el cuarto mayor déficit comercial bilateral de Estados Unidos, después del déficit que tiene con China, Japón y Alemania.

Sin embargo en los últimos días ha habido por parte del gobierno mexicano un manejo poco diplomático con lo que respecta a la buena relación entre los dos países, entre otros el “affaire” Cienfuegos pone en entredicho la confianza en la cooperación sobre seguridad y combate a la delincuencia organizada; la investigación fast track  que realizó la Fiscalía General de la República tuvo como consecuencia el descalificar el expediente que entregó el Fiscal norteamericano a México sobre las imputaciones que se hacían en contra del General Cienfuegos, sin ánimo de juzgar la pertinencia de dichas acusaciones, considero que la Fiscalía debió esperar un tiempo prudente antes de concluir su investigación. Sobre todo porque las conclusiones no fueron expuestas por el propio Fiscal General sino que las declaraciones de descalificación a la investigación norteamericana provinieron del propio presidente y del canciller quien deberá establecer las relaciones cordiales con el nuevo gobierno de Joe Biden.

Si agregamos a lo anterior la negativa inicial del presidente de México de reconocer el triunfo del demócrata norteamericano y de dilatar su felicitación, no son muestras de buena voluntad diplomática; las relaciones de México con el nuevo gobierno de Biden, no parecen empezar con el pie derecho y se vislumbran como difíciles en los cuatro años que coincidirán en sus gobiernos ambos presidentes.

El dicho popular “Mono viejo no aprende maromas nuevas”, viene al caso de la relación con el nuevo inquilino de la Casa Blanca, sería prudente que si el presidente no puede aprender los oficios diplomáticos, que procurara evitar hacer comentarios sobre el tema, porque lo que pasa en las mañaneras no se queda en las mañaneras, y podría normar el criterio de los diversos asesores del gobierno de nuestro vecino del norte. En fin, esperemos que todas las asperezas con las se inician las relaciones con el nuevo gobierno puedan ser limadas y se continúen de manera tersa.