“A mi amigo Lic. Alonso Rojas Lara (1963-2020).
Economista y empresario visionario”.
No recuerdo cuantas veces le propuse a mi amigo Alonso fundar el CineClub de Coyoacán, inaugurándolo con un Ciclo dedicado a “Charlot”, que se llamaría: “Charles Chaplin. Genio de la Desventura y la Ironía”, en alusión al libro de Francisco Pina, del mismo título, en el que programaríamos su filmografía completa. Negocio redondo, bien administrado, con poca inversión de Capital, le comentaba. Le brillaban sus pequeños ojos, sabiendo de mi cinefilia y amor al cine. El proyecto, no es más que la verdad, me apasionaba y quería que él lo financiara. Lo digo con nostalgia. El tiempo pasó. Así las cosas, no pudimos concretarlo.
Después de que se casó (fui invitado a la boda), en 1997, con la bella pelirroja, Claudia Anaya, me lo encontré en la Cantina “La Guadalupana” de Coyoacán. Yo había entrado a vender fotocopias del inédito número 7 del Boletín Mensual CINESAURIO (Revista de Cine Literatura y Varia Universal, 20 de junio de 2000). Fue un reencuentro inesperado.
El Boletín, casualmente, le rendía culto a Charles Chaplin (16 de abril de 1889, Londres, Inglaterra-25 de diciembre de 1977, Corsier-sur-Vevey, Suiza). Le regalé una copia y me invitó a sentarme a tomar un Ron Flor de Caña. El Editorial decía: “… Chaplin es el mejor de todos, mejor que Harry Langdon, Mejor que Eisenstein, Kurosawa, Buñuel, Bergman, Fernández y todos los demás. Chaplin borgiano inconfeso por su ultraísmo promotor de una renovación total del espíritu y de la técnica poética en el cine y en la vida. Fue un artista de genio creador que ningún tiempo será extemporáneo para homenajearlo. ¿Por qué es el mejor de todos? Anatole France responde: ‘Todos llevamos en nuestro ser un Don Quijote y un Sancho Panza a los que escuchamos; y aunque es Sancho el que nos persuade, es Don Quijote el que incita nuestra admiración’. Herman G. Weinberg es más explícito: ‘Las mejores comedias emplean el humor para ocultar la incertidumbre de vivir en un mundo hostil. Este es el secreto del gran éxito de la obra de Chaplin: Cura la locura con la locura, como dijera Israel Zangwill.”
Ahí me tenían, pues, entre trago y trago, leyéndole a mi probable mecenas para financiar ya no el CineClub de Coyoacán, sino el Boletín CINESAURIO, y convertirlo en Revista. Los pequeños ojos de mi amigo brillaban, no sé si de asombro o incredulidad:
“Aquí queremos hacer nuestras las palabras de Francisco Pina: ‘Amo la figura de Charlot desde que la vi por primera vez en la pantalla’. Para Jean Mitry, el gran Dios Pan, como denominó Robert Payne a Chaplin realizó 21 obras maestras, dentro de toda su filmografía, son: 1.- Charlot violinista (1916), 2.- A la una de la madrugada (1916), 3.- Charlot ladrón (1916), 4.- El conde (1916), 5.- Charlot artista de cine (1916), 6.- Charlot prestamista (1916), 7.- El emigrante (1917), 8.- Charlot policía (1917), 9.- Armas al hombro (1918), 10.- Vida de perro, 11.- Al sol (1919), 12.- El chico (1920), 13.- Día de paga (1922), 14.- El peregrino (1923), 15.- Una mujer de París (1923), 16.- La quimera del oro (1925), 17.- Luces de la ciudad (1931), 18.- Tiempos modernos (1935), 19.- El gran dictador (1940), 20.- Monsieur Verdoux (1946) y Candilejas (1952).
En síntesis, todas las películas de Chaplin son frescos fílmicos notables que evocan ‘la imagen del más grande artista que nunca se haya expresado en el cine. No sólo es el genio menos discutible, sino que se llega a ver en él a uno de los genios más auténticos del siglo XX y uno de los más grandes artistas de todos los tiempos. Su personaje de Charlot reúne las creaciones más universales del espíritu humano: el judío errante, Prometeo, Don Juan, Don Quijote’, ha escrito Jean Mitry’. ‘¿Conoce Usted The Adventurer?, preguntó Weinberg. Él Mismo continuó: Es una fruslería que dura veinte minutos y que él rodo en 1917. Es un milagro de virtuosismo y de encanto. No lo cambiaría por las tres superbombásticas producciones de los tres más grandes directores italianos. Y no estoy hablando siquiera de The Immigrant o de The Cure’.
La deliciosa última comedia de Chaplin, Una condesa de Hong Kong, se encuentra llena de nostalgia, de comicidad y de fuerza dramática que incluso el “divo” Brando divierte. Pero, sobre todo, confirma una constante: ‘El tema último de todos sus filmes es una patética búsqueda de la felicidad que está encarnada, la mayoría de las veces, en el amor de una mujer. Vemos así en Chaplin una curiosa mezcla del realismo (encaminó siempre sus actos hacia la obtención del máximo provecho para sus intereses materiales) y de idealismo (no cesó de luchar por la libertad, en todas sus formas, ni de atacar la intolerancia, la hipocresía y el fascismo). Este doble aspecto de su personalidad se refleja con bastante exactitud en la de Charlot, el personaje, y define con precisión lo que podríamos denominar el mesianismo chapliniano con todo lo que éste lleva consigo implícito de utopía y a la vez de sinceridad’.
“Sigue, sigue (decía Alonso). “Sírvele otra copa al Señor Lic.” le dijo al mesero. En la sección VARIA UNIVERSAL escribí: “UNA TARDE DE CINE. Cuando yo era niño, Antonio Salazar me llevaba a ver películas de Charlot. Aquel hombrecillo, desgarbado pero elegante, me hacía reír y enternecerme. No era capaz aún de descubrir, dentro de su universo fílmico, la grandeza y el humanismo de su arte. Le comentaba a Salazar que yo quería ser cómico y él me decía que para serlo había que estudiar mucho. El 28 de agosto de 1967 cumplí 14 años.
Para festejarme, fui al cine Chapultepec a ver Una condesa de Hong Kong (1967) de Charles Chaplin, con Sophia Loren y Marlon Brando y el propio Charlot, quien aparece como camarero a punto de vomitar a causa de una marejada que azotaba el trasatlántico turístico en que viajaban sus personajes. La aparición del gran Charlot fue suficiente para soportar al pesado Brando, haciéndola de comediante. La Loren, más exquisita que nunca, aceleró mi paso de la pubertad a la adolescencia y, esa tarde-noche, también fui en busca de las chicas malas de Juanacatlán.
Alonso sonriendo me dijo: “Niño pícaro” (desde entonces no dejó de decirme “Niño”, aunque yo tenía 10 años más que él). El Boletín no se convirtió en Revista, pero nuestra amistad perduró y perdurará. Hubo un proyecto político: Queríamos ser Presidente y Secretario General del Partido Revolucionario Institucional, en un Distrito de Coyoacán y Benito Juárez, apoyados por Miguel Rivas y Ángel Rojas, su Señor Padre, desde la plataforma de la Liga de Economistas Revolucionario del Distrito Federal. El Boletín también contiene un extracto de un ensayo de Eisenstein y un comentario de Francisco Pina sobre la película el Chico y algo más que complementó el número y que ojalá pronto se publique aquí.


