Que la “justicia” condene a un inocente es malo, lo mismo que absuelva a un culpable. ¿Cuál posibilidad es peor? Ninguna de las dos debería suceder nunca. Desgraciadamente los ejemplos de estas aberraciones jurídicas manchan la historia de las cortes penales en todo el planeta. El último caso raya en lo inaudito: que el Senado de Estados Unidos de América, o, por lo menos que 43 de sus miembros de filiación republicana impidieran que la mayoría calificada (67 votos) declarara culpable de incitar a la insurrección nada menos que a un expresidente de USA, azuzando a sus simpatizantes, con el sambenito de que les “habrían robado los comicios presidenciales”. Donald John Trump cometió tal felonía estando en funciones de primer mandatario.

Este increíble episodio —perdonar lo imperdonable—, pone en entredicho la imparcialidad y la democracia en la Unión Americana, la misma que durante varias centurias ha sido tomada como ejemplo en todo el mundo. Esos 43 senadores republicanos no absolvieron al ex presidente de EUA, condenaron al desprestigio a su propio país. De ahora en adelante, en muchos países habrá quien le pare los pies al residente de la Casa Blanca y a la propia administración estadounidense. “América” perdió su auto concedido resplandor de “juez y parte”. El Partido Republicano está en deuda con sus militantes y su propio país.  Además, el “magnate” en cuestión, ha sido el único presidente de EUA en ser sometido en dos ocasiones sucesivas al impeachment, seguramente no lo ha sido por su “buena conducta”. Algo le saben, aunque en las dos ocasiones haya sido absuelto. Increíble, pero cierto.

En suma, la cámara alta del Congreso de EUA absolvió, el sábado 13 de febrero del año en curso, al ex presidente Donald Trump por 57 votos contra 43, declarándolo inocente de la acusación de incitar a la insurrección por la Asamblea de Representes. Esto tuvo lugar en la fecha citada, después del mediodía del quinto día de su segundo proceso de impeachment , tres semanas después del fin de su mandato. Dicen que la “justicia” es ciega, pero no tonta. Al enterarse de la resolución, el magnate se doblaba de la risa.

A diferencia de su precedente proceso, en febrero de 2020, donde únicamente un senador republicano votó en su contra, en esta ocasión fueron siete los que hicieron suya la misma causa que la de los demócratas. El número de votos no fue suficiente para alcanzar la mayoría requerida (67), o sea los dos tercios necesarios para condenarlo, aunque esta votación sea más significativa. Como se dice popularmente: “casi la hicimos”. Ni el “casi”, ni “el hubiera” sirven para nada en estos casos. Trump “la volvió a hacer”, aunque no fue la gran sorpresa. Desde antes de que se iniciara el último proceso se auguraba el “perdón”. La “política” ensucia muchas cosas. En EUA y en muchas otras partes de la Tierra. En México no “cantamos mal las rancheras”. En esas andamos.

Durante el proceso, los representantes demócratas argumentaron que el ataque de los simpatizantes de Trump, durante la sesión plenaria del Congreso el 6 de enero último, se llevó a cabo instigados por el mandatario. Los parlamentarios que son identificados por un burro recordaron que el magnate repitió, mes tras mes, que las elecciones presidenciales le “habían sido robadas”. Por tal motivo, por medio de sus escandalosos tuits —que hasta ese momento podía usar sin ninguna restricción—, convocó a sus partidarios que se reunieran en los alrededores de la Casa Blanca para “luchar como los diablos” para tratar de cambiar los resultados. En tales circunstancias los manifestantes irrumpieron en el Capitolio, forzando a los senadores y a los representantes a suspender su sesión en la que debían ratificar los resultados de la elección de Joe Biden. Resultado: cinco personas fueron muertes durante esos violentos actos. Los heridos sumaron varias decenas. Ese mismo día, en sesión nocturna, el Congreso se reunió y ratificó la elección de Joe Biden. De balde tanta alharaca.

El proceso de impeachment se acortó el sábado 13 de febrero, pese a que de último momento los demócratas pidieron la presentación de testigos lo que aplazaría la votación final. Al comenzar su quinta y última jornada, el juicio dio un vuelco inesperado: el Senado aprobó por 55 votos a favor y 45 votos en contra esa petición.

En ese momento todo apuntó a que el ex presidente sería absuelto, lo que al final se comprobaría.

A la luz de los precedentes históricos, el caso amenazaba con alargarse días o semanas más allá de lo previsto, lo que habría complicado el plan del presidente Joe Biden de negociar un nuevo plan de rescate económico con el Senado. Así las cosas, el congresista Jamie Raskin, en su calidad de fiscal, sugirió a los senadores declarar a Trump culpable de incitar la burda insurrección. El presidente no solo encendió las llamas de la asonada sino que “no trató de apagarlas”, insistió Raskin, que presentó como pruebas de la intencionalidad del mandatario su negativa a prestar ayuda o los ataques en Twitter a su vicepresidente, Mike Pence, durante el asalto.

“Un presidente no puede incitar una insurrección en sus últimas semanas e irse como si nada hubiera ocurrido. Pero esa es la norma que ustedes quieren adoptar”, advirtió a los republicanos otro de los fiscales, el congresista Joe Neguse. Como parte de las pruebas contra Trump, se leyó la declaración de la representante Jaime Herrera Beutler: “Cuando Kevin McCarthy —el líder de los republicanos en la Cámara de Representantes—, al fin lo localizó (a Donald Trump) el 6 de enero y le pidió que pidiera de forma pública y contundente que pararan las protestas, lo primero que hizo fue repetir la mentira de que los antifascistas habían entrado en el Capitolio”.

Kevin McCarthy, de acuerdo con las notas que tomó de su conversación con Trump, corrigió al presidente y le dijo que “los asaltantes eran sus simpatizantes”, a lo que el magnate le respondió: “Bueno, Kevin, supongo que esa gente está más enfadada que tú con las elecciones”. La congresista Herrera Beutler desde enero citó la charla entre Trump y McCarthy con los residentes de su distrito y la prensa para explicar su voto a favor del impeachment.

A su vez, Joe Neguse insistió: ”Hay momentos que están por encima de los intereses políticos de los partidos que requieren que pongamos al país por delante, porque las consecuencias de no hacerlo son solamente demasiado grandes”. Lo cierto es que los demócratas veían este proceso como una oportunidad para fijar en la memoria del país los graves disturbios del 6 de enero, frente al deseo de muchos republicanos de pasar página sin ahondar en su causa o consecuencias.

De una forma u otra, los republicanos han salvado a “su presidente” aunque no todos desean su retorno a las lides políticas. Para sorpresa de muchos, tras la votación de 57 votos a favor y 43 en contra, el líder republicano Mitch McConnell tomó la palabra para decir: “No hay ninguna duda de que Trump es, moralmente y de facto, responsable por los hechos y no tomó medidas para restaurar el orden…Estuvo viendo alegremente la televisión mientras el caos se imponía”, pero en su opinión juzgarle ahora era contrario a la Constitución, de ahí su voto absolutorio, aclaró en un impresionante ejercicio de contorsionismo político.

Asimismo, McConnell aseguró que, de haberse celebrado el juicio estando Trump en el cargo, habría votado a favor de condenarlo. Pero, como le recordaron inmediatamente los demócratas con indignación, “si el Senado no se reunió antes del relevo presidencial para juzgarlo fue porqué él lo impidió”.

Claro que Donald Trump reaccionó inmediatamente en plan revanchista. De alguna forma tenía que celebrar su “victoria”. Al hacerlo, el ex presidente dio pie para comprobar la advertencia de los diputados-fiscales: si el magnate no era condenado continuaría representando una amenaza para la democracia estadounidense. El 45o. presidente de USA, tenía que demostrar ser el verdadero líder republicano: “Nuestro movimiento histórico, patriótico y bello (sic) de hacer a Estados Unidos de América grande otra vez, apenas ha empezado”. Agregó que “en los próximos meses continuará nuestro viaje increíble para lograr la grandeza americana para todo nuestro pueblo”. Aviesos mensajes para el presidente Joe Biden. Ahora, como civil común y corriente, el ex mandatario debería responder. Ojalá.

Eso no fue todo. Aparte de negarse a condenar la violencia que él mismo provocó, se dio el lujo de culpar a los demócratas de ser la gran amenaza del país: “Es un triste comentario de nuestros tiempos que se permita a un partido político en EU denigrar el imperio de la ley, difamar a las fuerzas de seguridad pública, exaltar a turbas, justificar a alborotadores y transformar la justicia en un arma de venganza política, y perseguir, colocar en lista negra, cancelar y suprimir a toda gente y opiniones con los que no están de acuerdo”. De paso, repitió lo que dijo en su anterior proceso: “esto es otra fase de la cacería de brujas más grande en la historia del país”. Hay que ser desvergonzado.

Por parte, Raskin puntualizó: “Este juicio no se trata de quién es Donald Trump. Todos saben quién es Donald Trump. Este juicio se trata de quiénes somos nosotros”…”¿Este es el futuro que desean nuestros hijos…Trump tiene que ser condenado por la seguridad y la democracia de nuestro pueblo”.

En fin, el lunes 15 de febrero, Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, informó que el Congreso establecerá una comisión independiente similar a la de los atentados del 11 de septiembre de 2001 para que examine la insurrección en el Capitolio federal. El teniente general retirado, Russel Honoré, encabezará dicha comisión. Pelosi le dirigió una carta en la que le man Iniesta: “está claro, con base en sus hallazgos y en el juicio político, que debemos encontrar la verdad de cómo ocurrió esto”.

Como colofón de esta historia que todavía no finaliza, vale citar un párrafo de la columna del conocido periodista David Brooks, titulada Impunidad: “La próxima vez que un funcionario o representante del gobierno estadounidense  se atreva a comentar o criticar a otro país por la prevalencia de la impunidad, la respuesta debería ser prestarle un espejo. En lo que fue calificado de una “traición” del presidente a su país, un “delito constitucional” y una intentona de golpe de Estado para anular la voluntad de su pueblo, el culpable fue absuelto”. VALE.