El populismo parece nutrirse, tanto de los medios de comunicación tradicionales, como del auge y sofisticación de las redes sociales, ello ha llevado a una fuerte polarización de la ciudadanía en donde se encuentre este fenómeno político.
La polarización sin duda ha generado bloques perfectamente definidos, la experiencia venezolana ha obligado a las antípodas políticas a pactar y unirse contra el adversario en común que es el populista. Es necesario recordar que, en las primeras elecciones intermedias en Venezuela, siendo presidente Hugo Chávez, la oposición decidió por una pulsión de “superioridad moral” no presentar candidatos, esta vivencia ha servido en otros países para generar polos claros y perfectamente definidos, “populistas vs todos los demás”.
Hasta el nacimiento del Movimiento de Regeneración Nacional —MORENA— en 2014, los partidos políticos tradicionales —PAN, PRI y PRD— habían mantenido una militancia más o menos clara y definida, sin embargo, MORENA se erigió como una solución populista y atrapa todo, su selección de candidatos la hizo desde las elecciones intermedias de 2015, invitando a los políticos de centro izquierda y a sus estructuras o seguidores que habían sido rechazados de los partidos “tradicionales”.
La dosis fue repetida, de forma mucho más exitosa, en 2018, cuando dicho movimiento decidió abrir sus puertas a los militantes rechazados de todos los partidos políticos “tradicionales”, no importando si eran de izquierda, centro, derecha o derecha radical, confesionales, ecologistas, evangélicos y un largo etcétera.
Sin duda, el partido catch all, para funcionar está obligado a reforzar su dirigencia partidaria e impedir la llegada de cualquier extraño, “solo los puros prevalecen” en este arreglo, los nuevos fichajes al ser tan diferentes en ideas y proyectos, obedecen de forma ciega las órdenes de la cúpula con tal de asegurar sus “nuevas” carreras políticas. De ahí sus profundas divisiones y la imposibilidad de cicatrizar.
Cuidado, respecto a las redes sociales, el populismo ha perdido algo de terreno, en el caso norteamericano Twitter y Facebook —sin olvidar a algunas televisoras— decidieron casi al final del mandato del presidente Trump “cerrarle el canal de comunicación”, no por un deseo democrático, sino por una posible investigación por prácticas monopólicas, sin embargo, ello ayudó a que las arengas a tomar el capitolio u otras áreas estratégicas del vecino del norte no trascendieran.
En el caso mexicano, ambas compañías decidieron dar de baja cuentas “no orgánicas” o alimentadas por granjas de bots, identificadas con el oficialismo, lo cual ha dado como resultado la posible regulación de las redes desde el senado mexicano, tanto de su contenido como del funcionamiento de sus algoritmos, lo cual ha levantado ámpula en la sociedad mexicana y ha puesto sobre la mesa el debate de lo que algunos consideramos “el último reducto de la libertad”[i].
La era de la polarización y de los bloques ha regresado…
@DrThe
[i] Medina, Tonatiúh. El último reducto de la libertad. Siempre, febrero de 2021. http://www.siempre.mx/2021/02/ultimo-reducto-de-libertad/

