Con el acelerador hasta el fondo, tal y como ha empezado desde el 20 de enero pasado la administración del 46o. Presidente de Estados Unidos de América (EUA), el mismo día que Joe Biden ordena su primer ataque a las milicias pro iraníes en Siria, el gobierno estadounidense desclasifica, el viernes 26 de febrero último, un informe clasificado de Inteligencia sobre el brutal asesinato del periodista saudí, Jamal Khashoggi (cuyo cadáver no ha sido localizado), en las oficinas del consulado de Arabia Saudí (AS), en Estambul, Turquía, en octubre de 2018, en el que se revela (algo ya sabido) que el príncipe heredero de AS, Mohammed bin Salman, autorizó “capturar o matar” al crítico escritor que laboraba para el famoso diario The Washington Post. Por casualidad, que no deja de llamar la atención, dos días más, tarde, el domingo 28 de febrero, el ex presidente Donald John Trump —que más de un despistado “experto en cuestiones estadounidenses han dado por muerto”—, reapareció con la lengua más suelta que nunca, en la Conferencia de Acción Política Conservadora —los republicanos mas radicales— del Partido Republicano (PR) , en Orlando, Florida, lanzando dardos y un ataque feroz a las políticas de Joe Biden. En esta cita anual de los republicanos más conservadores (que lindan en el fanatismo), el magnate demostró que el “líder” del PR únicamente es él. Los asistentes al evento del hotel Hyatt, de la turística ciudad estadounidense, no tenían la menor duda al respecto. Trump será un grave problema para el nuevo mandatario de la Unión Americana.
Si en breve el ex presidente Trump no sufre un fortísimo problema legal, en poco más se convertirá en la gran pesadilla de Biden y del Partido Demócrata. El mentiroso ex mandatario no tiene medida. Sus palabras en la conferencia lo demuestran: “Todos sabíamos que la administración Biden iba a ser mala, pero ninguno nos imaginamos cómo de mala sería y cuánto se escoraría a la izquierda…Biden ha tenido el primer mes más desastroso de cualquier presidente en la historia moderna”. Y, en uno de sus acostumbrados gestos, preguntó a los asistentes: “¿acaso no me extrañaban?”. La euforia era evidente. La reaparición pública del magnate va para largo, no es asunto de pocos días.
Lo evidente es que Joe Biden cambiará la posición diplomática de Donald Trump que éste mantuvo durante su mandato de frente con Riad. Tan claro como desclasificar el explosivo informe de inteligencia que revela la intervención directa del príncipe heredero de AS, Mohammed bin Salman en el horripilante crimen que arrebató la vida al periodista Jamal Khashoggi. Eso es lo que se desprende de la afirmación del director de Inteligencia Nacional en el reporte publicado en su página web.El resumen de los hechos es el siguiente: después de abandonar territorio saudí —donde nació en Medina, el 13 de octubre de 1958–, Jamal Khashoggi residió en Virginia (EUA). Era colaborador del diario The Washington Post, en el que publicaba comentarios críticos contra la monarquía árabe. El 2 de octubre entró en el consulado de AS en Estambul con el propósito de recabar un certificado de divorcio de su primera esposa, Alaa Nassif, para poder contraer nuevas nupcias con su novia turca, Hatice Cengiz (que lo esperó fuera de las oficinas consulares y jamás lo volvió a ver). Según la policía turca, el asesinato se cometió ese día, a manos de un escuadrón de agentes saudís, que primero lo estrangularon y ahí mismo lo desmembraron. Los restos, hasta la fecha, no han sido encontrados.
De tal forma, el informe de Inteligencia, rendido desde hace dos años y divulgado parcialmente por el gobierno Biden apenas el 26 de febrero último, indica que dado el poder del príncipe heredero Mohammed bin Salman (llamado popularmente por sus iniciales MBS), es “altamente improbable” que el asesinato del periodista tuviera lugar sin que éste diera su anuencia al escabroso asunto. En el reporte, que consta de cuatro páginas, se indica: “El príncipe heredero ve a Khashoggi como una amenaza para el reino y en términos generales apoyó el uso de medidas violentas para silenciarlo”. Así, no hay dudas, el príncipe dio la orden. La responsabilidad es suya.
Se sabe que antes de dar a la publicidad el documento, el propio presidente Joe Biden mantuvo una conversación telefónica con el rey Salman bin Abdulaziz. En la plática intervinieron también el Secretario de Estado, Antony Blinken, y el ministro de Exteriores saudí, Faisal Bin Farhan Al Saudí. De acuerdo a las explicaciones del portavoz del Departamento de Estado, Edward “Ned” Price, en la conferencia del presidente y el rey, se trató sobre derechos humanos y sobre las reformas legales y judiciales necesarias para garantizarlos en AS. También fueron temas “los esfuerzos conjuntos para reforzar las defensas saudíes” y el compromiso para “poner fin a la guerra en Yemen, la coordinación de la seguridad regional, la lucha contra el terrorismo y el desarrollo económico”.
De hecho, desde hace tiempo que los servicios secretos del Tío Sam consideran probado que MBS jugó un papel crucial en el asesinato del periodista. Entienden que el heredero tuvo forzosamente que autorizar el crimen del exiliado político del régimen saudí y enemigo público de la monarquía. En marzo de 2019, cuatro meses después del criminal episodio, el Departamento de Estado, en su informe anual sobre la situación de los derechos humanos en el mundo, acusó al gobierno de AS de no haber ofrecido una explicación detallada respecto al progreso de la investigación.
Tras la desclasificación del informe —hecho por la directora de Seguridad Nacional, Avril Haines—, EUA anunció sanciones contra decenas de saudíes relacionados con la muerte de Khashoggi, incluida la prohibición de viajar y el congelamiento de los activos del ex jefe de inteligencia del reino árabe, Ahmad Asiri, pero ningún castigo para el príncipe heredero. Y aquí es donde la actuación del nuevo inquilino de la Casa Blanca se pone en entredicho.
En plena campaña presidencial, en noviembre de 2019, Joe Biden prometió castigar a los dirigentes saudíes por violaciones a los derechos humanos de una manera que el expresidente Trump no lo hizo. No obstante, el 46o. Presidente de USA optó por no sancionar al futuro rey de AS, quien podría gobernar uno de los principales exportadores de petróleo del mundo durante varias décadas y ser un aliado contra un enemigo común: la República Islámica de Irán.
Al respecto, Joe Biden indicó en una entrevista que su gobierno anunciará cambios más significativos en la política estadounidense hacia Arabia Saudita por el asesinato del columnista. En el canal Univisión, el mandatario declaró: “Hablé ayer con el Rey, no con el príncipe (heredero). Le dejé claro que las reglas están cambiando y vamos a anunciar cambios significativos hoy (viernes 27 de febrero), y el lunes (1 de marzo), los haremos responsables de los abusos de derechos humanos y nos aseguraremos de que, de hecho, si quieren tratar con nosotros, tienen que hacerlo abordando violaciones de derechos humanos”.
Todo esto ocurrió después de que el Tío Sam lanzó durante la tarde del jueves 25 de febrero, un ataque contra unas instalaciones usadas por milicias chiíes entre la frontera entre Siria e Irak, cerca de la localidad siria de Abu Kamal. La prensa informa ya de más de 22 muertos.
Hay que decir que Joe Biden ordena su primer bombardeo como represalia por el ataque con misiles contra una base estadounidense en la ciudad iraquí de Erbil. El portavoz del Pentágono, Johns kirby, explica que “los ataques destruyeron múltiples instalaciones ubicadas en un punto de control fronterizo utilizado por varios grupos militantes respaldados por Irán, incluidos Katá´ib Hezbollah y Katá´ib Sayyid Shuhada”.
Hizbulá, por su parte, afirma que su presencia en la frontera resulta indispensable para evitar el regreso del Estado Islámico. Washington, a su vez, considera que el grupo terrorista aspira a continuar ejerciendo su influencia en la región. Irak, por su parte, no sería más que otro campo de juego para el desarrollo de una estrategia con ramificación es que van desde Gaza a Siria, de Bagdad a Yemen .
De cualquier manera, con este bombardeo, Joe Biden aclara que no aceptará las bravuconadas de las milicias iraníes. Tampoco otras agresiones contra sus bases o su personal desplegado en la zona. Mucho menos en su pretensión de mantener su presencia en Irak. Arabia Saudí dista de ser la pieza protagónica que fue hace una década, pero EUA, que con Biden ha renovado su apuesta por la política internacional y por mantener la influencia de su país en el Planeta, tampoco quiere abandonar a un gobierno y a una región donde un posible vacío de poder resultaría demasiado tentador para sus enemigos.
El gobierno de Biden tampoco desea rebajar la tensión con la idea de que Teherán acuda a la mesa de negociaciones. Así, el sucesor de Trump se convierte en el primer presidente de la Unión Americana en muchas décadas, en enfriar de forma manifiesta las relaciones con los saudíes, en un momento además de menos dependencia del petróleo árabe.
El lunes 1 de marzo, la administración Biden instó a la monarquía saudí a tomar más medidas contra los responsables del asesinato de Khashoggi, en momentos en que Washington suscita cada vez más críticas por no haber castigado al príncipe heredero Bin Salman por su implicación en este crimen.
En fin, el mismo lunes 1 de marzo, en un severo comunicado, Hatice Cengiz, la mujer turca que estaba comprometida con el periodista “desaparecido” , pide justicia a EUA. La novia-viuda, reclama que “es esencial que el príncipe heredero sea castigado sin demora…Si no es castigado quiere decir que los culpables principales pueden salirse con la suya, lo que nos pondrá en peligro a todos y ensucia nuestra humanidad”.
Sucede que, en el fondo, al presidente Biden le acucian ya las dudas y reproches de quienes entienden que no está tomándose en serio la promesa de defender los derechos humanos en todo el mundo. Al hombre de la Casa Blanca le sucede lo que a muchos políticos: no es lo mismo ser candidato que presidente. La realidad se impone una vez más. VALE.