Ante de cumplir dos meses en el poder, el gobierno del presidente Joe Biden ha mostrado que su gobierno no tendrá semejanza con el que encabezó su antecesor, el “magnate” Donald John Trump. Ni en lo interno ni en las relaciones internacionales. Sin embargo, ya tuvo un triple tropiezo y burlas por su caída al subir la escalera del avión presidencial Air Force One, aparentemente sin consecuencias físicas. No obstante, los comentarios por probables problemas de salud no se hicieron esperar. Poco antes de este incidente, el experimentado (casi octogenario) ex senador y ex vicepresidente, cometió, imprudentemente (?), un desliz verbal cuyas consecuencias son de pronóstico reservado, pero, al mismo tiempo, no hay que descartar que con ello quiso enviar un mensaje de fortaleza ante un enemigo que cruzó la línea de juego permitido: simple y llanamente llamó “asesino” al presidente de Rusia, Vladimir Putin, en una entrevista periodística de la cadena estadounidense ABC transmitida a todo el país, el miércoles 17 de marzo.
El entrevistador estrella de la ABC, George Stephanopoulos, sin preámbulos le preguntó a Biden: “¿Piensa que (Vladimir Putin) es un asesino?”, y el presidente contestó: “Sí, así lo pienso”… ”Pronto verán el precio que va a pagar”. El sucesor de Donald Trump —cuya “suave” actitud frente al dirigente ruso fue muy criticada incluso por varios políticos republicanos—, no aclaró si su afirmación se refería al fallido envenenamiento del opositor del Kremlin, Alexéi Navalny, o a otros atentados mortales de adversarios de Putin que han sucedido en el Reino Unido de la Gran Bretaña, que fallecieron después de ser envenenados. O, incluso, a la intervención del Kremlin para tratar de desacreditar a Joe Biden durante su campaña electoral y la “participación directa de Vladimir Putin” en la maniobra por hacer fracasar al abanderado demócrata. Esto último es materia de un documento desclasificado del Consejo Nacional de Inteligencia titulado Amenazas Extranjeras en las Elecciones Federales de EUA en 2020, recién publicado.
Las palabras de Biden se sustentan en este y otros informes de seguridad. Hay mucha tela de donde cortar. En este contexto, las “benditas” redes sociales también tienen su importancia. La guerra cibernética está en todo su apogeo, en EUA, Rusia, China, Europa, y en casi todo el mundo. Lo curioso del caso es que nadie acepta tener las manos sucias. “Nosotros somos los buenos, ellos son los malos”, es el lema generalizado, incluso en México donde desde Palacio Nacional cotidianamente se calumnia y señala a medio mundo.
Además, el 46o. presidente de la Unión Americana, en otra parte de la entrevista, comentó que habló con Putin después de su toma de posesión en el mes de enero pasado: “Tuvimos una larga plática. Lo conozco relativamente bien…Le dije: te conozco y me conoces. Si establezco que esto ocurrió, prepárate”. Sin especificar si se refería a la interferencia de Rusia en las elecciones estadounidense del mes de noviembre del año pasado, o al caso de envenenamiento de Navalny y su posterior encarcelamiento, y los otros asesinatos de ciudadanos rusos contrarios a Putin.
Asimismo, el nuevo ocupante de la Casa Blanca declaró a ABC que le gustaría poder “trabajar” con Moscú “cuando sea de nuestro interés común”, como en la prolongación del acuerdo nuclear New Start, decidido poco después de asumir el poder en la Unión Americana.
Como era de esperarse, la reacción del Kremlin fue inmediata, aunque, hasta el momento de escribir este reportaje, el gobierno ruso no ha roto las relaciones con Washington por la inesperada acusación que lo dicho por Biden supone. Vyasheslav Volodin, presidente de la Duma (cámara baja del parlamento ruso), afirmó: “Biden insultó a los ciudadanos de nuestro país con su declaración”. El ministerio ruso de Exteriores fue menos claridoso. Y, comportándose “diplomáticamente”, convocó a consultas a su embajador en Washington, Anatoly Antonov, y aseguró que desea evitar la “degradación irreversible” de las relaciones con Estados Unidos. Al anunciar esta medida, María Zajarova, portavoz de la cancillería, explicó: “Estas consultas tienen como finalidad analizar qué hacer y hacia dónde movernos en del contexto de la relación con Estados Unidos de América. La nueva administración lleva casi nudos meses y no le falta mucho para alcanzar el plazo simbólico de los 100 días, y esto es un buen motivo para tratar de evaluar qué está haciendo bien el equipo de Joe Biden y qué no mucho”…(Para Rusia), ”Lo más importante es determinar cuáles pueden ser las vías para enderezar los nexos ruso-estadounidenses, que atraviesan tiempos difíciles y que por culpa de Washington se encuentran prácticamente en un callejón sin salida”.
Al día siguiente de la entrevista, Vladimir Putin contestó a su colega estadounidense, sin romper relaciones con el Tío Sam, aunque advirtió que no está dispuesto a acatar las reglas del juego que pretende imponer la administración Biden. La cabeza del Kremlin dijo: “EUA quiere mantener ciertas relaciones con nosotros, pero sólo en aquellas áreas que representan interés para ellos y bajo sus condiciones. Sabemos defender nuestros intereses. Vamos a trabajar con ellos sólo en aquellos ámbitos que nos interesan y bajo condiciones quien consideramos provechosas para nosotros” (…) ”(Biden) tendrá que aceptarlo, a pesar de sus intentos de frenar nuestro desarrollo, sus sanciones, sus insultos”.
En la videoconferencia de Putin —con motivo del aniversario de la debatida anexión de Crimea a Rusia en 2014—, dio a entender que el mandatario estadounidense no anda bien de la cabeza, y sin desmentir la acusación que éste le endilgó: “es un asesino, así lo pienso”, el ruso le cambió las tornas: “cuando era niño, jugando con los amigos, no teníamos duda: el que lo dice lo es, y no es un juego infantil, un simple chiste. Es una frase con profundo sentido, sicológico: siempre vemos en la otra persona las cualidades que tenemos, creemos que es igual que nosotros y, a partir de ahí, lo evaluamos. El que insulta se califica a si mismo”.
Pocas veces Putin profundiza en respuestas tan elaboradas. Incluso, le recordó a los gobernantes de la Unión Americana el genocidio de los indios y la permanente persecución de los negros, amén que EUA “es el único país del mundo que utilizó la bomba atómica contra un Estado que carecía de este tipo de armamento, Japón, a fines de la Segunda Guerra Mundial; sin ninguna necesidad militar, se trató de exterminar a la población civil de Hiroshima y Nagasaki”. Y, para finalizar, con ironía (que muchos analistas interpretaron como una advertencia), se preguntó a si mismo: “¿qué le diría a Biden?”, “Le diría: ¡Cuide su salud!” De verdad le deseo mucha salud, sin ironía, ni ganas de bromear”. De ese tamaño están las cosas entre Biden y Putin. Sin duda, los dos son “de categoría pesada” y fajadores. Que no se equivoquen los de la 4T.
Por su parte, en la Casa Blanca, su portavoz, Jan Psaki, después de la réplica del mandatario ruso, manifestó que el Ejecutivo de EUA no se arrepiente de haber llamado “asesino” a su homólogo ruso. “No, el presidente dio una respuesta directa a una pregunta directa”, aclaró. Ambos “tienen perspectivas diferentes sobre sus respectivos países y sobre cómo enfocar el compromiso con el mundo, pero en lo que están de acuerdo es en que debemos seguir buscando formas de trabajar juntos, como señaló Putin en sus comentarios”. Pero, advirtió: “El presidente no se va a contener cuando tenga preocupaciones, ya sea con palabras o con acciones”. Más claro, ni el agua. El que quiera entender, que entienda.
El match entre Biden y Putin es la prueba de que terminó el alejamiento de EUA en el escenario mundial, como lo hacía Donald Trump. Hay otras pruebas. El primer contacto contacto entre la nueva administración estadounidense y el gobierno de Pekín, que tuvo lugar el jueves 18 de marzo en Anchorage, Alaska, se convirtió en un inusual choque retórico. En esta mini cumbre lo obvio fueron los recelos, la desconfianza y las acusaciones.
Antes de la reunión, en la que se encontraría con el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, el secretario de Estado de EUA, Antony Blinken, durante una gira relámpago por Corea del Sur y Japón, declaró: “China está utilizando la coerción y la agresión para erosionar sistemáticamente la autonomía de Hong Kong, socavar la democracia en Taiwán, violar los derechos humanos en Xinjiang y el Tíbet, y hacer valer reclamos marítimos en el mar de China Meridional, que son violatorios del Derecho Internacional. Y, para que no hubiera duda de qué se trataba, en una reunión con el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representes, en Washington, antes de partir para Anchorage, el jefe de la diplomacia estadounidense dijo que Pekín comete “genocidio” contra los musulmanes uigures en Xinjiang. Como complemento de estas palabras, la cancillería estadounidense publicó una lista de 25 funcionarios del Partido Comunista chino “castigados” con sanciones financieras por “erosionar la autonomía de Hungría Kong al modificar las leyes electorales, lo que niega a los hongkonenses una voz en su propio gobierno”.
El enfrentamiento entre EUA y China no empieza con Biden. Trump no simpatizaba con Pekín como si lo hizo con Moscú. La ausencia de United States of America en los foros multilaterales agravó el choque entre las dos potencias, mucho más que con Rusia. Desde el inicio de la COVID-19 hasta la intervención china en América Latina, que el magnate consideró “abusiva”, las dos capitales van por rumbos diferentes. Ahora, la República Popular ya no duda con quien se enfrenta.
Al llegar a Alaska, Wang Yi manifestó: “¿Es esta la forma en que esperaba llevar a cabo este diálogo?”, a lo mejor, insinuó: “pensamos demasiado bien de EUA”. Y, hablando durante 18 minutos frente a las cámaras de televisión y los delegados estadounidenses con dureza explicó: “No creemos en las invasiones con el uso de la fuerza, el derrocamiento de otros regímenes y las masacres de personas de otros países”, al tiempo que pidió que EUA cambien su imagen. Casi una carga de dinamita, mientras que Blinken denunciaba que los socios de Washington en el Pacífico contemplaban con “profunda preocupación las maniobras estratégicas de una China cada vez más beligerante”.
La reunión en Anchorage fue lo menos diplomática posible. Zaho Lijiang, portavoz del ministerio de RE chino descalificó la conducta de sus anfitriones: “No respetaron los acuerdos previos para las intervenciones iniciales. Esa no es la manera de tratar a un invitado. Por eso China ha respondido. Los miembros de la delegación china al llegar a Alaska sintieron el frío del clima, pero también la forma en que el anfitrión EUA trata a las visitas. Los chinos esperaban un recibimiento más propicio.
Lo cierto es que las tensiones entre ambas potencias son enormes. Además, todo indicia que Joe Biden no parece dispuesto a reincidir en las políticas previas Trump. Se esfumó la ilusión idílica del gobierno comunista dispuesto a caminar por la senda democrática a cambio de concesiones económicas y trapientos diplomáticos. Mucha agua ha pasado bajo los puentes desde el deshielo con Richard M. Nixon y los arreglos con Henry Kissinger, hasta la segunda década del siglo XXI. Pekín ha compaginado un crecimiento económico sin parangón con la absoluta negativa a democratizarse y el poder absoluto del partido único —el Comunista Chino—, capitalista y autócrata al mismo tiempo.
De tal suerte, apenas resulta “normal” que, llegado el momento de verse frente a frente en Alaska, saltaran chispas. Hay demasiados asuntos problemáticos en marcha. En las situaciones actuales, Biden tendrá que echar mano de toda su experiencia. De otra forma, la República Popular China puede dar, como los ha dado ya, muchos pasos adelante. Pronto se cumplirán los primeros 100 días de la era Biden. Al tiempo. VALE.