En días pasados, el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador dijo que se revisarán y modificarán los contenidos de los libros de texto, con lo cual inició una nueva polémica en una opinión pública electrificada por la polarización. Si como opositor, el actual presidente fue capaz de fijar los temas de la agenda nacional por casi una década, más aún como titular del Poder  Ejecutivo Federal. El fondo de la discusión del contenido de los libros de texto encierra una polémica tan larga como la misma historia de la Humanidad, con capítulos brillantes en la antigua Grecia y el Renacimiento, con largas noches oscuras como en la Edad Media o verdaderas pesadillas como fueron el Nazismo o el Estalinismo en el Siglo XX.

Se trata de una disputa por la hegemonía, lo cual es mucho más que una confrontación entre la versión de los vencedores contra la versión de los vencidos. Es frecuente que en las disputas políticas la parte triunfadora asocie a su contraparte con lo malo, un pasado caduco y deleznable y presentarse como una opción buena, de cambio, positiva y con futuro. Cómo se da esa polémica en el Siglo XXI o mejor dicho, en las democracias europeas y latinoamericanas, porque en varias naciones asiáticas, de Medio Oriente o de Europa del Este, priva una visión única ya sea religiosa o ideológica.

En las democracias europeas y americanas la disputa sigue, sin embargo está basada en el desarrollo científico y atemperada por la pluralidad y la tolerancia. En México, una nación en donde el Estado es responsable de impartir y garantizar educación desde el nivel básico hasta el profesional, el Artículo 3º Constitucional establece que la educación que imparta el Estado además de obligatoria, será universal, inclusiva, pública, gratuita y laica. La cual, se basará en el respeto de la dignidad de las personas, con un enfoque de derechos humanos y de igualdad sustantiva. Tenderá a desarrollar armónicamente las facultades del ser humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la Patria, el respeto a los derechos, las libertades, la cultura de paz y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia; promoverá la honestidad, los valores y la mejora continua del proceso de enseñanza aprendizaje.

Esto es lo que establece la Constitución respecto a la educación. Los libros de texto deben atender a este mandato constitucional y los cambios que se propongan o aprueben sujetarse a estas directrices. En materia de educación hay que ser partidario de la ciencia y no de las creencias, religiosa o ideológicas; de la historia y no de la mitología; de los hechos y no de las teorías conspiratorias. Aspiro a que en México no exista una versión oficial de la historia y si una historia de mujeres y de hombres de carne y hueso, con aciertos y errores, como son las personas en la realidad y no leyendas de hombres y mujeres inmaculados e impolutos.

La aspiración de todo político es pasar a la historia, pero esa no es su función, esa tarea le corresponde sí a su obra, pero más al tiempo, a los historiadores, escritores, poetas, pintores y  a otras áreas del quehacer humano.

@onelortíz