«habet suum venenum blanda oratio»
Las palabras halagüeñas ocultan veneno.

 

Las campañas electorales entran a la recta final.  Esta es la elección más grande, porque se está convocando a las urnas a casi 95 millones de ciudadanos; se instalarán más de 164 mil casillas para organizar las elecciones federales y procesos locales en las 32 entidades del país para renovar más de 21 mil cargos públicos.

Las elecciones del 6 de junio de este año 2021 representan la posibilidad de cambiar la conformación de la Cámara de Diputados, para convertirla en el espacio democrático de contrapeso al enorme poder del Ejecutivo en turno, para hacer posible la división de Poderes consagrada en la Constitución como nuestra forma de gobierno. Al votar por 500 diputados, 300 de distrito y 200 plurinominales, por 15 gubernaturas, 1.063 diputados de 30 congresos locales y 1.926 ayuntamientos en 30 estados, estaremos realmente definiendo el nuevo rumbo de nuestro país.

Las entidades que renovarán gubernaturas son: Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chihuahua, Colima, Guerrero, Michoacán, Nayarit, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas.

Las encuestas no indican con certeza que conformación de partidos obtendrá mayoría simple o calificada en el legislativo, lo que aseguraría una aceptable gobernabilidad. Los saldos del proceso permiten afirmar que los escasos programas de gobierno presentados a consideración del electorado, y las correspondientes acciones concretas para su ejecución, poco o nada ha permeado en la conciencia de la ciudadanía.

A esta altura de las campañas, lo que campea son las decenas o cientos de promesas que todos los candidatos a todos los cargos formulan al electorado, que van desde, la cancelación o realización de obras públicas, becas y susidios, y hasta felicidad para todos, pasando por los shows más propios de un antro de mala reputación, que restan seriedad a la campaña y a su candidato. Al respecto, habría que considerar que se requeriría doblar o hasta triplicar el ingreso público para cumplir las promesas o compromisos contraídos. Esto es, en lugar de programas: promesas.

Por otro lado, la difusión de encuestas como estrategia de campaña, que se ha desatado y pese a que, una serie de casas encuestadoras presentan de manera regular desde hace meses a consideración de la opinión publica sus ejercicios estadísticos, acompañados de notas metodológicas que les confieren seriedad a su trabajo, comienzan a proliferar las encuestas “a modo” con mediciones atípicas de la intención de voto, que contra toda lógica, refieren que por “artes de magia” sólo  uno de los candidatos es el puntero, en cada caso.

Es cierto que se miente flagrantemente o se actúa cínicamente, lo cual resulta totalmente reprobable y se descalifica una herramienta útil, pero el daño mayor que se causa es al ejercicio del proceso democrático en sí mismo; adicionalmente configura una falta de respeto a los electores a los que con esa actitud se le asume como débiles mentales, capaces de ser engañados, sin contemplar que los indecisos es el mayor número de los encuestados, y eso es porque no se pronuncian por temor a la represalia como ha sucedido con muchos de los editorialistas, columnistas y líderes de opinión.

Otra circunstancia que destaca en estos momentos es el empeño en polarizar y enconar al electorado, en dividir, en crear conflicto en los comicios. Utilizando el eufemismo de contraste, se busca disfrazar una campaña negra, una guerra de lodo, una acción orquestada de confrontación y descalificación; parecen no darse cuenta que lo último que los mexicanos merecemos es una división artificialmente generada. Es altamente lamentable que los candidatos encabecen esta reprobable práctica. Todos vamos a perder si siguen creando división y encono.

Proliferan las voces que niegan, descalifican y desautorizan a los adversarios, y lamentablemente esas posturas no son de sólo de algunos, sino que se generaliza y, conscientemente nutren la intolerancia y el encono, alimentadas desde el poder con expresiones autoritarias. Solo nos resta desear que por el bien de México que en estas elecciones ganen los mejor preparados para hacer frente a las muy difíciles circunstancias internas, para hacer un contrapeso en la balanza del poder para conducir los destinos de nuestra Nación dentro del complejo entorno mundial.