Desde hace más de un año, el mundo entero ha versado sus fuerzas y entusiasmo en combatir la pandemia del Covid-19. La comunidad internacional ha fallado en atacar dicho problema de manera conjunta dejando a muchos países a su suerte y no voltearlos a ver, sino hasta que ignorarlos resulta imposible. Tal es el caso de la India en el que el record de muertos por Coronavirus del día de hoy, va a ser superado por el de mañana. Un país con más de 3 mil 689 muertes al día y casi 400 mil contagios en 24 horas que han llamado, ahora sí, la atención de los países desarrollados, encabezados por EE. UU. ¿Las causas de ello? veremos conforme pase el tiempo y disminuyan los casos si fue un apoyo desinteresado o si, por el contrario, hay un interés político-económico de fondo.
Si bien, como se mencionó anteriormente, la pandemia ha sido el tema de preocupación a nivel global por más de un año, tal ha sido nuestro enfoque que nos hemos olvidado de los demás problemas que aquejan al mundo como pueden ser la pobreza o la seguridad o en el peor de los casos la combinación de ambas como se da en zonas muy concretas del continente africano de las cuales no existe una cobertura que invoque el apoyo necesario de Organismos Internacionales creados para el mantenimiento de la paz así como el empoderamiento de los locales.
Ejemplo de lo anterior lo encontramos en concretamente en Burkina Faso aunque cada vez más es una condición al norte de África en la franja del Sahel. El mes pasado, el pasado 26 de abril Burkina Faso fue el escenario de una catástrofe. Por un lado, dos periodistas españoles, David Berain y Roberto Fraile, quienes llevaban desaparecidos desde el lunes anterior después de que, el convoy en el que viajaban por el este del país sufriera un ataque a manos del Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM) quienes después, por medio de un mensaje de audio asumieran la responsabilidad del acto. Mismo día e igual país alrededor de 30 civiles morirían a manos de grupos armados.
Lo anterior dejando aun más claro aquello que era un secreto a voces: la violencia yihadista se ha extendido con tal ímpetu en el norte del continente en el Sahel, que las fuerzas de seguridad del Estado, han sido incapaces de hacerles frente y se han replegado y sumado esfuerzos en las ciudades más grandes, dejando desprotegidas y a merced de grupos terroristas radicales y traficantes grandes extensiones territoriales.
El problema como se ha ido mencionando en varias ocasiones, no es único de Burkina Faso, sino que es un problema que cada vez más y con mayor fuerza abarca el norte del continente en todo el Sahel. Esto ha llevado, de acuerdo con los datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), a que existan más de 5.4 millones de personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares. En palabras de Xavier Creach, responsable de ACNUR en África occidental: “la población civil está en fuga. Solo en Burkina Faso hay 1.1 millones de desplazados internos. Antes se iban al pueblo de al lado y regresaban para controlar sus tierras o animales. Pero en 2020 empezamos a ver un cambio en la tendencia. A medida que el Gobierno abandonaba sus puestos militares, los civiles amenazados por la violencia empezaron a huir a las ciudades, el único lugar donde se sienten seguros”.
Es verdad que la pandemia ha venido a modificar la vida del ser humano y que, por ende, merece ser atendido y tratado con el respeto e importancia que se merece. Sin embargo, es igualmente cierto que existen otros problemas, como lo son la pobreza y la violencia, que deben y necesitan ser atendidos con igual importancia y prontitud siempre dentro de la normatividad internacional.
El autor es egresado Anáhuac de la Licenciatura en Relaciones Internacionales y Coordinador administrativo de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México.

