En pleno siglo XXI, todavía hay dictadores. Y en algunos países —México no es la excepción—, hay quienes tratan de revivir el lema de Luis XIV de Francia, “L´État c ´est moi” (El Estado soy yo). Este es el antecedente directo del episodio que acaba de tener lugar en los cielos de Grecia, Bielorrusia y Lituania. Está servido el guión de un futuro filme de espías. Y, como complemento, la comunidad internacional condenó el domingo 24 de mayo el desvío —con engaños—, de un avión comercial que despegó del Atenas, Grecia, con destino a Vilna, Lituania, para secuestrar a un periodista opositor del “último dictador de Europa”, Alexander Lukashenko.
Va de cuento. Los resultados de las elecciones presidenciales del 9 de agosto del 2020 en Bielorrusia —en las que se reeligió por sexta ocasión el presidente Alexander Lukashenko—, fueron el motivo para que el país viviera varios meses de protestas populares. El mandatario, en el poder desde 1994 (con lo que suma 27 años en “trono”), recibió el 80% de los sufragios, frente al 10.1% de la opositora Svetlana Tijanosvkaya, que por cierto hace pocos días declaró en Viena, Austria —donde se encuentra exiliada-: “aunque las manifestaciones masivas han desaparecido de las calles, porque fueron reprimidas, la gente siguiendo sufriendo y cada mes unas mil personas son detenidas… La situación es peor que antes”.
La oposición bielorrusa denunció un fraude masivo y en multitudinarios actos de protesta exigió la repetición de los comicios. Lo que Lukashenko obviamente descartó. Muchos países, como Estados Unidos de América, los 27 de la Unión Europea (UE), así como el Reino Unido de la Gran Bretaña y Ucrania no reconocieron esas elecciones, mientras que Rusia, China, y otras naciones del espacio postsoviético, Cuba, Venezuela, Nicaragua y Turquía, las dieron por válidas.
¿Quién es Roman Protasevich? Es un periodista bielorruso, “bloguero” fundador y director de los canales de Telegram Nexta y Nexta Live, situados en Polonia, con más de l.2 millones de seguidores, algunos de los cuales aseguran son dos millones. Actualmente, Roman forma parte de otro canal de Telegram, conocido como Belamova. Durante los recientes elecciones en Bielorrusia, Protasevich, de 26 años de edad, fue la fuente de información más importante en las primeras semanas de protestas antigubernamentales tras las “elecciones” presidenciales de agosto de 2020. Así, el periodista fue incluído en la lista de “busca y captura” por terrorista” de parte del gobierno. Ambos canales fueron calificados por la Justicia como “extremistas” en octubre del año pasado y a sus fundadores se les endilgó la organización de “disturbios e instigar al odio social” . En pocas palabras, un “destacado opositor” del presidente bielorruso Alexander Lukashenko, el “último dictador de Europa”.
Protasevich vivía exiliado en Lituania, como muchos otros portavoces de la oposición, y es un cercano colaborador de la excandidata Svetlana Tijanovskaya, también exiliada en Lituania. Ambos vigilados, día y noche, por los servicios de seguridad bielorrusos (KGB), herederos de la era soviética, como muchos aspectos de la vida en Bielorrusia.
El domingo 23 de mayo, la tripulación del vuelo FR4978 —de la compañía irlandesa Ryanair— iniciado en el aeropuerto ateniense a las 7.29 (hora local), “fue notificada por el servicio de control de tráfico aéreo de Bielorrusia de una potencial amenaza de seguridad a bordo y fue instruido a desviar el avión hacia el aeropuerto más cercano, Minsk”. Minutos después del aviso, se les emparejó un avión de combate MIG-29 de la Fuerza Aérea bielorrusa. El pretexto para dicho acompañamiento fue para monitorear el vuelo y “ayudar si fuera necesario”, razones que únicamente han aumentado las sospechas de que todo fue preparado por Lukashenko.
Al aterrizar en la capital bielorrusa, los servicios espaciales del país no localizaron ningún artefacto explosivo en el avión. Los pasajeros —171, once de los cuales era de nacionalidad griega—, fueron obligados a someterse a un nuevo control de revisión en el aeropuerto. En ese momento Protasevich fue detenida en compañía de su novia. Según dijo un pasajero que iba en el mismo vuelo, poco antes de aterrizar en Minsk, Protasevich comentó: “Aquí enfrento la pena de muerte”. Además, refirió a otra persona que en Atenas había notado le seguía un hombre que hablaba ruso.
El director ejecutivo de Ryanair, Michael O ´Leary , por su parte confirmó: “Parece que la intención de las autoridades era llevarse a un periodista y a su compañera de viaje”. Agregó: “Creemos que también había algunos agentes del KGB desplegados en el aeropuerto”.
El secuestro ha ido in crescendo: los dirigentes de los 27 países miembros de la Unión Europea (UE), acordaron el lunes 27 cerrar el espacio aéreo a Bielorrusia y preparar más sanciones contra el gobierno de Lukashenko, en respuesta por el aparente “secuestro” de Protasevich.
En las conclusiones adoptadas por el Consejo Europeo de la UE, se condenó el “inaceptable” episodio que “puso en riesgo la seguridad aérea” y reclaman la inmediata puesta en libertad del periodista secuestrado y su pareja, Sofía Sapega, de 23 años de edad, con nacionalidad rusa, estudiante en la Facultad de Derecho Internacional, de la Universidad de Humanidades de Vilna. Al ser detenida, solo pudo mandar un mensaje por su teléfono movil: “Mamita”…Sin más.
En su reunión, en Bruselas, la UE decidió tomar las “medidas necesarias” para prohibir que las aerolíneas bielorrusas sobrevuelen el espacio aéreo europeo y puedan aterrizar en los aeropuertos del continente. Asimismo, instaron a las compañías europeas a evitar sobrevolar Bielorrusia y reclamaron una investigación a la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) sobre tan delicado asunto. Además, se dispuso ampliar las sanciones individuales contra los responsables de la deriva autoritaria en Bielorrusia y se pidió a la Comisión Europea y al Alto Responsable para la Política Exterior de la UE, el español Josep Borrell, estudiar nuevas sanciones para atacar a sectores económicos del gobierno de Minsk.
Por su parte, el Reino Unido de la Gran Bretaña —recién separado de la UE—, instruyó a sus aerolíneas que operan en la región a evitar el espacio aéreo y suspende provisionalmente los servicios de Belavia Belarusian Airlines, la aerolínea nacional bielorrusa.
Lituania, a su vez, impide el paso y sobrevuelo de este país y advierte que ningún vuelo que haya cruzado esa zona podrá ingresar a espacio lituano. Letonia, por su parte, expulsa a diplomáticos bielorrusos después de una medida “provocadora” similar en su contra. Air Blatic reorientó sus vuelos por Polonia y Rusia, se une a la firma Smartlinx. Ucrania también suspende todos los enlaces aéreos directos con la nación sancionada e insiste en no sobrevolar por riesgo de ser interceptados. En Alemania, la compañía Lufthansa confirmó la suspensión de viajes luego de otra amenaza en la que se registró, en uno de sus aviones en Minsk, que las autoridades piden quitar derechos de aterrizaje a Belavia.
Las medidas tomadas por la UE fueron respaldas por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, quién aplaudió la indagatoria independiente para aclarar los hechos del “secuestro” del fin de semana, mismo que Lituania denunció como una artimaña para actuar en contra de un periodista opositor.
El escándalo ha ido más lejos, el UK asegura no descartar, en boca de su ministro de Relaciones Exteriores, Dominic Raab, que aun a falta de pruebas, atrás del todo el asunto podría estar Moscú, pues Lukashenko no se habría arriesgado a este movimiento sin contar con el respaldo de Rusia.
Otras compañías aéreas, como Wizz Air, Austrian Airlines y Air Baltic, decidieron el lunes 24 de mayo cambiar sus rutas para sortear el espacio bielorruso. Según el organismo Eurocontrol, en la semana que terminó el 19 de mayo. 2,500 vuelos sobrevolaron Bielorrusia y de ellos 419 fueron llevados a cabo por Belavia.
Lo cierto es que las tensiones entre los Veintisiete y Bielorrusia han sido más fuertes en los últimos meses, después de que Lukashenko se proclamó vencedor con el 80% de los votos de las elecciones del 9 de agosto último. Las cancillerías europeas decidieron no reconocer la legitimidad de estos comicios, lo que significó, por ende, cerrar el grifo de las ayudas directas que recibía Minsk de la UE.
Desde entonces, y ante la severa represión desatada contra los opositores —se calcula que 40,000 bielorrusos contrarios al régimen de casi tres décadas en el poder, han sido detenidos y torturados desde las protestas de 2020–, los 27 han impuesto tres rondas de sanciones contra el “dictador que ahora mismo incluyen a 88 personajes adictos y siete instituciones similares. En la lista aparecen el propio Lukashen y su hijo y asesor de seguridad nacional, Viktor Lukashenko. Los sancionados no pueden viajar a territorio de la UE y sus bienes en esos países han sido congelados. Antes de que tuviera lugar el “secuestro”, el servicio de acción exterior europeo estaba preparando un nuevo paquete de sanciones personales que se acelerarán tras los últimos acontecimientos.
Los castigos contra Minsk comenzaron en 2004, cuando las capitales europeas impusieron el embargo de armas y la prohibición de exportar materiales que pudieran utilizarse para reprimir a los opositores. Tras años de presiones que no lograron ningún resultado tangible, se produjo un punto de inflexión en 2016, la UE apostó por el diálogo y decidió suspender gran parte de los castigos vigentes hasta el momento después de que Lukashenko anunciara la liberación de todos los presos políticos. Pese a que esto podría interpretarse como un simple gesto de carácter estratégico, Bruselas veía de buena manera las negativas de Bielorrusia a apoyar a Moscú tras las anexión ilegal por parte de Vladimir Putin de la península de Crimea.
De tal forma, en los últimos años, el “dictador más viejo de Europa” ha nadado entre dos aguas, pues Minsk siempre ha temido los propósitos anexionistas del Kremlin. Pero, aunque Putin y Lukashenko nunca “han sido amigos”, el viejo agente de la KGB, lo seguirá apoyando para evitar el contagio de cambio en su propio país. Pero, dadas las circunstancias, cualquier posibilidad de aperturismo por parte de Minsk parece una quimera. ¿En qué terminará este rocambolesco episodio? Chi lo sa? Nessuno (nadie). VALE.