Una cosa son las atribuciones constitucionales y legales del presidente de la República y otra su estilo de gobernar. En la cultura política mexicana es común confundirlas; suponer o escribir que la fortuna o desventura del titular del Ejecutivo es igual al destino de la nación. Ver en él todas las virtudes o todos los defectos de la vida pública. Verlo como responsable de las cosas buenas o malas del país. Andrés Manuel López Obrador es sólo el presidente de la república.

Pregúntese si la vieja concepción de considerar al sistema político como presidencialista sigue vigente o la palabra “hiperpresidencialismo” es sólo un término dominguero o en verdad es útil para definir la realidad. López Obrador ha tenido las mismas facultades que sus antecesores. Carlos Salinas de Gortari ejerció el poder en un sistema tan presidencialista como Vicente Fox o Enrique Peña Nieto. Lo que sí cambió para bien son cuatro cosas: la pluralidad en el Congreso, la libertad de expresión, los contrapesos de algunos órganos autónomos y la participación ciudadana.

En las formas y estilos de gobernar de los presidentes hay tela de donde recordar. La mano dura de Salinas de Gortari con la izquierda y la mano suave con la derecha. La ortodoxia económica de Ernesto Zedillo y su ofensiva militar contra los zapatistas. La frivolidad de Vicente Fox y su esposa. La guerra de Calderón contra el narco. La incapacidad de Peña Nieto ante el caso Ayotzinapa y su mano suave con los corruptos. Lo importante, como decían los hombres de la Ilustración, el soberano debe tener las manos libres para hacer el bien y las manos atadas para hacer el mal.

Es falso considerar a la coyuntura como un dilema entre autoritarismo y democracia. El país no vive en el autoritarismo y mucho menos se encamina hacia el despotismo, porque en México existe democracia, libertad de expresión, una sociedad plural e instituciones, que lo impiden. Andrés Manuel López Obrador llegó a la Presidencia de la República con el voto mayoritario de la sociedad como lo hizo su antecesor, Enrique Peña Nieto y como lo hará su sucesor o sucesora en 2024. Tampoco es autoritario que Morena y aliados sumaran la mayoría absoluta en la Cámara de Senadores y la mayoría calificada en Diputados.

Los cambios legislativos han sido notables, particularmente a favor de los grupos más pobres y vulnerables de la sociedad. Así lo dijo durante sus tres campañas presidenciales y a sí lo ha intentado hacer en la mitad de su mandato. Los que lamentan que el presidente no sea el estadista que esperaban o que sus políticas puedan parecer provincianas, recuerden que en política no hay decepción, sólo decepcionados.

Lo que sí es cuestionable y debatible es por qué teniendo la legitimidad de las urnas y esos números en el Congreso de la Unión, el presidente y Morena no fueron a fondo en la agenda de la transformación y sí gastaron tanta energía y tiempo en batallas inútiles o reformas cuestionables. Falta poco para saber si los ciudadanos le dan nuevamente la mayoría en Diputados o lo acotan fortaleciendo a la oposición.

 

@onelortiz