En la Grecia de la antigüedad, con una religión politeísta, la marginación de las mujeres tuvo una explicación mítica. Por la misma razón que lo son en el mundo judeo-cristianismo. No tiene nada que ver lo racional.

 

Sexta parte

En la cultura Occidental las mujeres fueron discriminadas por motivos míticos; por increíble que ello sea, lo siguen siendo por las mismas razones. En la actualidad esos mitos tienen un disfraz religioso.

Los que con base en los mitos discriminan a las mujeres están en franca retirada. Cada día son menos aceptables y valederos los pretextos para hacerlo. Las religiones, sobre todo las que se dicen monoteístas, son los últimos reductos del machismo. En algunas regiones de Medio Oriente el feminismo observa un retroceso.

En la Grecia de la antigüedad, con una religión politeísta, la marginación de las mujeres tuvo una explicación mítica. Por la misma razón que lo son en el mundo judeo-cristianismo. No tiene nada que ver lo racional.

En el mundo griego la discriminación comenzó con la fundación de Atenas. Hay varias versiones de los supuestos “hechos”. Una de ellas, la que aporta Agustín de Hipona, quien sigue a Varrón, dice que cuando se fundó esa urbe, los colonizadores encontraron en la Acrópolis un olivo, que era uno de los símbolos de Palas Atenea o Minerva; también hallaron agua salobre, símbolo de Posidón o Neptuno.

Cécrope, rey de los colonizadores, no queriendo enemistarse con ninguno de esos dos Dioses (poderosos, por cierto), consultó al oráculo de Delfos respecto de a quién estaría consagrada la ciudad que iban a fundar; éste respondió que esa era una determinación que debían tomar los ciudadanos en forma democrática. En esa virtud, mujeres y hombres, en igualdad de condiciones, emitieron su voto; los hombres lo hicieron por Posidón; las mujeres por Palas Atenea; ganó ésta opción por un voto.

“Para templar su enojo, dice este mismo autor (Varrón) que los atenienses castigaron a las mujeres con tres penas: la primera, que desde entonces no dieses ya su sufragio en los públicos congresos; la segunda, que ninguno de sus hijos tomase el nombre de la madre, y la tercera, que nadie las llamase ateneas.” (La ciudad de Dios, libro décimo octavo, capítulo IX). Desde entonces las mujeres no asisten a las asambleas públicas, no votan y llevan el nombre de sus maridos.

Había una variante: en el frontón posterior del Partenón de la Acrópolis de Atenas, aparecían los Dioses como árbitros de esa disputa (Plutarco, Vidas paralelas, Temístocles XIX y Pausanias, Descripción de Grecia, libro I, 24, 5). El árbol de olivo que había servido para indicar la presencia de Palas Atenea, fue quemado por los persas durante su segunda invasión, allá por el año 480 antes de la era actual; un día después del incendio, el árbol tuvo un retoño de un codo (Heródoto, Historia, libro VIII, 55).

Con base en ese hecho mítico, las mujeres fueron marginadas de la vida política de Atenas. Por una u otra razón también lo fueron en las restantes ciudades-estado.

 La discriminación se acentuó con el advenimiento del cristianismo. Tenía que ser así: el tronco del que derivó: el judaísmo, era un modelo de machismo. La razón, la misma: el mito de un pecado original del que se hacía responsable a las mujeres.

El mundo aprendió de la Biblia y de sus autores: los judíos, el concepto de las penas trascendentales. En ella aparecen muchos casos en los que los hijos y descendientes, cercanos o lejanos, heredaron la culpa de sus ancestros, sin tener conocimiento de la falta. Fue una práctica común en los tribunales de la inquisición. En la actualidad las penas trascendentales están prohibidas (artículo 22 constitucional).

 

Discriminación de las mujeres en la cultura judeo-cristiana

En la cultura judeo-cristiana la mujer está condenada, para la eternidad, a estar sujeta al hombre; en un texto que atribuido al autor J (javehista), se asienta:

“A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera tus dolores y tus preñeces; con dolor parirás los hijos; y a tu marido será tu deseo, y él se enseñoreará de ti.” (Génesis, capítulo 3, v. 16). Ese fue el principio.

En un texto contenido en una carta del apóstol Pablo se asienta lo siguiente:

“Vuestras mujeres callen en las congregaciones porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como la ley dice.

Y si quieren aprender alguna cosa, pregunten en casa a sus maridos.” (1 Corintios, capítulo 14, versículo 34).

En la primera epístola a Timoteo, escrita entre los años 120 a 140 de la era actual, atribuida, sin fundamento, a Pablo el apóstol (Heikki Räisänen, El nacimiento de las creencias cristianas, página 33), con base en el pasaje de Génesis ya citado, proporciona un argumento adicional para discriminar y excluir a las mujeres. El autor de esa carta, para poner fin a la competencia que las mujeres hacían a los hombres en la predicación y los servicios religiosos de los primeros años del cristianismo, puso en la pluma del apóstol, que ya había fallecido, las siguientes palabras:

“La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción.

Porque no permito a la mujer enseñar, ni tomar autoridad sobre el hombre, sino estar en silencio.

Porque Adam fue formado el primero, después Eva;

Y Adam no fue engañado, sino la mujer, siendo seducida, vino a ser envuelta en trasgresión:

Empero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en la fe y caridad y santidad, con modestia.” (1a Timoteo, capítulo 2, versículos 11 a 15, en versión de Casidoro de Reyna revisada por Cipriano de Valera).

En Occidente la iglesia católica es uno de los últimos reductos del machismo. No tardará en caer ante el ataque de las y los feministas.

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Un cofre de males es una mujer mala. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 325. Editorial Gredos, página 384.

De todas las fieras, la mujer es la más salvaje. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 340. Editorial Gredos, página 386.

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La mujer es un dolor siempre presente. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 445. Editorial Gredos, página 391.

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La mujer es un fardo repleto de males. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 455. Editorial Gredos, página 392.

A la hora de deliberar, nunca admitas a mujeres. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 480. Editorial Gredos, página 393.

Nunca te cases con una mujer y no cavarás tu tumba. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 500. Editorial Gredos, página 393.

Una gran tiranía para un hombre son sus hijos y su mujer. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 505. Editorial Gredo, página 393.

Una novia sin dote no tiene libertad de palabra. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 515. Editorial Gredos, página 394.

Nada es peor que una mujer, aunque sea bella. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 605. Editorial Gredos, página 398.

Allí donde hay mujeres, todo son desgracias. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 620. Editorial Gredos, página 399.

Muchos son desdichados por causa de las mujeres, pues todas son constructoras de males. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 640. Editorial Gredos, página 400.

Prometeo modeló malas a todas las mujeres. Excepto a la que te dio luz, no quieras amar a ninguna otra. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 660. Editorial Gredos, página 401.

Pues grande es el daño que producen las mujeres. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 665. Editorial Gredos, página 401.

Vives una vida más cómoda si no mantienes a una mujer. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 700. Editorial Gredos, página 402.

La mujer es una inmundicia recubierta de plata. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 700. Editorial Gredos página 402.

La mujer prudente es un depósito de virtud. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 740. Editorial Gredos página 405.

La mujer es para los hombres un mal agradable. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 760. Editorial Gredos página 405.

Tres veces desgraciado el hombre que confía en la mujer. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 775. Editorial Gredos página 406.

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¡Cuán indigna de confianza es la naturaleza femenina!. Proverbios Griegos, Menandro, Sentencias, Sentencias en un verso, 860. Editorial Gredos página 410.