Por: Mariana González Araujo
En un contexto de crisis climática, es necesario y urgente, hacer escuchar nuestra voz ante nuestras autoridades y comunidades. Hoy, más que nunca antes, necesitamos que las verdaderas necesidades se reflejen en la participación de nuestros representantes en las esferas de acción internacional – como en las Conferencias de Cambio climático (COP26) y Biodiversidad (COP25)-, pero también, en las decisiones que se tomen en nuestras realidades más próximas como los municipios y alcaldías.
Una autoridad en el tema, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) en su último reporte ha hecho lo propio y ante los diferentes escenarios que se plantean frente al aumento de temperatura, superior a 1. 5º centígrados, urgen a disminuir el uso de combustibles fósiles y alcanzar la meta del carbono neto cero para 2050, acciones fundamentales para trazar los ejes para los cambios en nuestra actividad humana, principal generadora de cambio climático.
Nuestro planeta nos está mostrando síntomas inequívocos que necesitamos repensar nuestro desarrollo, que comenzaron agudizarse incluso antes de la pandemia. En un breve recuento, en 2019 ya habíamos vivido una contingencia por la mala calidad de aire en la Ciudad de México, en ese momento, acompañada también por incendios forestales.
En 2020, la realidad no fue diferente, además de la pandemia, tuvimos que experimentar catástrofes naturales como los incendios forestales en Australia, Estados Unidos y Canadá. Situaciones que contrastan con las inundaciones en Kenia, Sudán, China y Vietnam.
Y en 2021, la temática sigue la misma tendencia. La crisis climática que para algunas regiones se ve como ola de calor para otros se ve como inundaciones, pero la realidad es una. El cambio climático es una realidad y aunque hay factores naturales como humanos, son estos últimos los que han acelerado y agudizado la crisis climática, por lo tanto, si está en nuestras manos cambiar el rumbo que llevan estos síntomas.
Un ejemplo claro, los cambios de uso de suelo. Vistos desde la esfera científica internacional, los cambios de uso de suelo son uno de los limites planetarios, determinados por Johan Rockström quien, acompañado de su equipo de investigadores, ha propuesto los parámetros para observar el equilibrio de los sistemas que conviven en la Tierra dentro de los cuales es seguro nuestro actuar como humanidad. Estos cambios de uso de suelo se refieren a los cambios que se producen a través de nuestras actividades, por ejemplo, el cambio de suelo forestal por uno agrícola, industrial, comercial o vivienda.
En nuestra esfera cotidiana, nuestra experiencia más próxima es nuestra colonia, nuestros barrios, dentro de nuestros municipios o alcaldías. En la CDMX, por ejemplo, en este momento se están llevando a cabo discusiones en la legislatura local sobre los próximos lineamientos de desarrollo urbano, el Programa General de Desarrollo y el Programa General de Ordenamiento Territorial.
Es relevante que las y los ciudadanos, participemos y nos consulten en cada uno de ellos, no solo para hacer uso de nuestro derecho sino también, para poder garantizar que sean instrumentos que reflejen las necesidades de las comunidades y ayuden hacer frente a los nuevos escenarios emanados de la crisis climática que hoy experimentamos.
Importante es también, que las y los legisladores, así como nuestras autoridades caminen nuestras calles y consideren instrumentos como el Atlas de Riesgos para evitar tragedias que justo tienen que ver con este tipo de planeaciones, como en los que pudimos ver en el sismo del 19 septiembre de 2017 o el reciente colapso en la Línea 12 del Metro. Los eventos naturales no pueden evitarse, pero el impacto y la gravedad que estos pueden generar si pueden mitigarse con acciones preventivas.
Así, con nuestra participación en los diferentes foros y consultas, ayudaremos cada vez más a la articulación de las políticas públicas con las realidades y necesidades de nuestras comunidades que resuenen en nuestras participaciones en espacios internacionales.
Apropiándonos de estos espacios de participación podremos contribuir a una realidad diferente para México, en la que podamos encaminarnos -a través de ciudades más sustentables y resilientes- a reconocer el territorio mega diverso que somos. Nuestra participación puede salvar vidas, no solo en nuestros espacios más inmediatos sino incluso en la regeneración de nuestro planeta, ante esta crisis climática y las que vengan.
La autora es egresada y profesora de Medio Ambiente en la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac.

