Hace unos días, los ciudadanos del Estado de California, Estados Unidos, celebraron una consulta de revocación de mandato. Los republicanos californianos recabaron un millón y medios de firmas para quitar del poder a Gavin Newsom. Los demócratas cerraron filas. Los votantes reafirmaron su apoyo a Newsom. Larry Elder, un locutor de radio conservador, encabezó a los 46 aspirantes a convertirse en el próximo gobernador. La votación expresó el poder demócrata en California: ningún republicano ha ocupado un cargo estatal en más de una década.
El proceso es simple. Para revocar al gobernador se deben recolectar 12 por ciento de las firmas de los que participaron en las elecciones inmediatas anteriores, lo cual equivale alrededor de un millón y medio de firmas. La pregunta fue directa: ¿Debe Gavin Newsom ser removido de la gubernatura? Las respuestas sólo admitieron dos posibilidades: Sí o No. Si ganaba el No, el gobernador concluiría su mandato en 2023, como ocurrió. Pero ante el triunfo del Sí tendría que haberse ido. En la misma boleta había una lista de 46 candidatos al cargo para completar el tiempo de su mandato.
También te puede interesar
El pueblo pone el pueblo quita. Una frase retórica que tiene una aplicación concreta. Lo ocurrido en California es un buen ejemplo de la aplicación de esta figura de democracia directa que, en marzo de 2022, podría realizarse por primera ocasión en la historia política de nuestro país. Enfatizo el verbo “podría”, porque aunque afortunadamente ya existe una ley reglamentaria del proceso revocatorio constitucional hay serios nubarrones en el horizonte. Por una parte, la oposición decidió hacerle vacío a la convocatoria y por la otra, el Presidente Andrés Manuel López Obrador está empeñado en convertirlo en una ratificación de su mandato.
Hay un problema de fondo y uno de operación. El de fondo es que de manera natural, como ocurrió en California, la oposición es la que pide la revocación, recolecta las firmas y llama a la votación. En México no será así. Morena y el propio Presidente serán los que convoquen realmente a la recolección de firmas y llamen a votar por la continuidad.
Morena es un gran movimiento político, gobierna 17 entidades federales, pero como partido y organización es un caos. No le será fácil recolectar en un mes en los formatos del INE tres millones de firmas en 17 entidades con al menos el 3 por ciento de la lista nominal en cada uno de éstos. Particularmente, cómo explicar y pedirle a los seguidores más fervientes del Presidente que firmen un petición para revocarlo. Los votos corporativos no bastan y los programas federales no tienen musculo social, por eso veo a los líderes de Morena haciendo circo, maroma y teatro, tratando de convencer a adultos mayores, a madres solteras y a jóvenes becarios para que firmen la petición. Vamos a ver cual es la capacidad real de movilización del partido del Presidente.
Pese a todo, se trata de un primer ensayo de resultado aún incierto del ejercicio de un derecho fundamental de los ciudadanos: remover a los gobernantes que pierden la confianza y el apoyo de la sociedad. Eso pienso yo, ¿usted que opina?