María Antonieta Mendívil/Escritora

 

Eve Gil

A ras de vuelo (Tusquets, México, 2011) es la tercera novela de María Antonieta Mendívil (Sonora, 1971), es decir, no se trata de un principiante. Pero sus dos anteriores novelas, Otros tiempos y Duelo de noche, se publicaron respectivamente en su natal Sonora y en Sevilla, España. Y si bien ambas ameritarían ser leídas y apreciadas por los lectores de lengua castellana, A ras de vuelo es la graduación de María Antonieta (Marian, para quienes la conocemos desde hace muchos años) como escritora trascendente.

Según me narra con sus ojos infantiles y brillantes de siempre —debo señalar que Marian y yo nos conocimos recién salidas de la pubertad y no puedo evitar escribir de ella con familiaridad—, nacida en Cajeme (Ciudad Obregón), creció en medio del sonido de los aviones fumigadores que durante todo el día sobrevolaban el campo. “Y luego el aroma a guayaba fermentada —evoca— yo lo asociaba con el aroma a campo, pero luego supe que en realidad era el olor a veneno. En Cajeme se siembra mucho, de manera masiva, sobre todo trigo y algodón, pero al hacerse industrial la avicultura, los aviones fumigadores se volvieron necesarios.”

Recuerdos de la infancia

“Esos recuerdos —continúa la también poeta— forman parte de mi infancia y me han perseguido siempre. De niña no salía con amigos de la escuela: prefería irme al campo con mi papá, y aquel, el mundo plasmado de la novela, era el que yo respiraba.”

En su novela anterior, Duelo de noche (Almuzarah, 2008), Marian recrea admirablemente el cúmulo de silenciosos rencores de una hija para con una madre sumisa y desarrolla un diálogo íntimo entre ambas generaciones cuando la madre se encuentra agonizante.

“Allí manejé —recuerda Marian— un mundo muy femenino y me interesaba hacer lo opuesto con esta, donde los personajes fueran hombres en un ambiente rural, con un lenguaje muy crudo, y manejar los lazos tan crudos que existen entre ellos, que mantienen una competencia constante, una agresividad soterrada, siempre tensa, pero pueden seguir conviviendo dentro de esa tensión, cosa que a las mujeres se nos dificulta.”

Gabriel, uno de los protagonistas de esta pequeña pero intensa saga familiar, se deprecia a sí mismo por haber cambiado la acrobacia por la fumigación: “Era como cambiar el vuelo por algo utilitario. No se perdona eso, aunque después descubre que tiene un poder: es el tío que tiene un oficio y posee los aviones, y se instituye un ambiente muy competitivo entre sobrinos y hermanos empeñados en que sus hijos sean el sucesor de Gabriel. Al advertir Gabriel este poder que tiene para elegir se vuelve sarcástico y torvo y empieza a jugar con ellos. A uno lo pone y a otro lo quita; los ilusiona y luego se echa para atrás. Pedro —el otro protagonista— era el menos visible por ser hijo del hermano mayor al que veían como salvaje por ser ejidatario. Aún cuando tiene una percepción distinta sobre el vuelo, nunca imagina que Gabriel puede heredarle el oficio por ser Pedro un hombre de tierra, un campesino. Pero Gabriel no sólo le hereda el oficio, sino también los aviones, aunque lo hace para proteger a Agnes. A él, su suegro le deja los aviones y le deja encargada a Agnes como albacea o marido, y Gabriel hace lo mismo con Pedro. Agnes es una figura muy vulnerable dentro del ambiente de los «pelones»”.

Pero Agnes es una mujer muy fuerte, le digo a Marian, muy avanzada para su época, quizá por ser estadounidense.

“Ese personaje es inventado —aclara la autora—, pero en aquella época, años 60/70, eran comunes las mujeres pilotos, sobre todo en Arizona. Al ser más accesible la compra de aviones, empezó a haber este interés de los norteamericanos en ser los primeros en algo, y Agnes, pionera en estas actividades consideradas masculinas, era adolescente y mujer, y es formada como una acróbata junto con una familia que vivía en una comuna hippie que hacía espectáculos aéreos. Me interesaba mucho un personaje femenino que fuera la única piloto, inmersa en un ámbito completamente masculino. Me gustaba que existiera este elemento de perturbación constante porque los pilotos la tenían que tratar de igual a igual, no solo por ser piloto como ellos, sino además muy buena piloto, y además muy jovencita, muy libre. Me interesaba también trabajar con Daniel, el hijo de Pedro, que convierte a Agnes en objeto de su deseo desde que es muy pequeño. Casi siempre se ve a Agnes a través de los ojos de Daniel, razón por la cual casi no escuchamos la voz de ella. Es un misterio: se ha quedado sin familia y Gabriel lo es todo para ella, especialmente una figura paterna, pero en efecto, es una mujer muy fuerte.”

Novela singular

A ras de vuelo es una novela completamente fuera de norma dentro de la literatura mexicana. Una novela de autora fronteriza que si bien aborda un tema que concierne a su región natal, no tiene nada que ver con los estereotipos que cargan los críticos respecto a las temáticas de lo que ellos han denominado “literatura de la frontera norte”.

Por otro lado, Marian no sólo recrea admirablemente el lenguaje de los hombres cuando conviven entre ellos, no prescinde de regionalismos, cosa que hará fruncir el ceño a más de uno, pero como bien señala Marian entre risas: “¡No podía permitir que mis pilotos hablarán como doncellas tendidas sobre el césped!”.

La experiencia del vuelo, por otra parte, no sólo es descrita, sino personalizada. Cada personaje tiene algo distinto que decir al respecto. ¿Cómo logra Marian individualizar esa experiencia?

“Leí mucho sobre vuelo, y es un tipo de aviación muy grandilocuente. Es muy distinto contar sobre las exploraciones en Sudamérica para definir las rutas aéreas, por ejemplo, pero yo quería narrar una historia sobre personajes rudimentarios, muy de la tierra, que se convierten en pilotos de aviones pequeñitos y frágiles, con un mínimo de instrumentos aeronáuticos, y naturalmente hay mucho de heroicidad allí porque además los fumigares deben realizar vuelos acrobáticos. Además platiqué mucho con pilotos, y he volado mucho desde niña. Mientras escribía la novela volví a hacerlo, y para que la historia fuera coherente recurrí a un narrador omnisciente que me permitiera hacerles enfocar la experiencia del vuelo de una manera muy personal. No se trata sólo de pilotear: hay una necesidad interna de trascendencia y los pilotos se crean una filosofía de la experiencia del vuelo.”

www.nuevaeve.blogspot.com