En cualquier parte del mundo, las elecciones deberían ser una muestra de civilidad; por desgracia, no todos los comicios pueden calificarse como ejemplo democrático. Es lo que acaba de suceder —el domingo 7 del mes en curso—, en la República de Nicaragua, digna de mejor suerte.

¿Por qué? Porque estos comicios estuvieron marcados por el encarcelamiento o el exilio de siete precandidatos a la Presidencia y por las 318 muertes causadas por disposición del régimen de Ortega desde 2018. Todo esto supone un paso más en el autoritarismo impuesto por el presidente ex guerrillero José Daniel Ortega Saavedra y de su esposa, la vicepresidenta María Rosario Murillo Zambrana.

Los nicaragüenses sufragaron en un ejercicio electoral general ampliamente cuestionado por la comunidad internacional —la Organización de Naciones Unidas (ONU), la Unión Europea (EU), la Organización de Estados Americanos (OEA), y Estados Unidos de América (EUA), y otros países—; y es seguro que desembocará con el “triunfo” del mandatario en funciones, quién extendería su gobierno por un cuarto periodo consecutivo, hasta enero de 2027. De tal forma, el ex guerrillero Sandinista allanaría el camino para ampliar su racha como el mandatario vivo con más tiempo en el cargo en Hispanoamérica.

Formalmente, cinco “candidatos” compitieron contra Ortega y su esposa vicepresidenta —dos ministros religiosos, un notario público, un abogado y un político sometido—. Analistas y opositores consideraron que estos “aspirantes” se prestaron a una “farsa” electoral. Algo similar ocurrió con el Congreso, controlado por el oficialismo, que también se renovó.

En la madrugada del lunes 8 de noviembre, el Consejo Supremo Electoral (CSE) de Nicaragua anunció resultados provisionales de las cuestionadas elecciones presidenciales. Así, la Alianza Unida Nicaragua Triunfa, liderada por el Frente Nacional Sandinista, encabeza los resultados con más del 70 por ciento (sic) de los votos. El CSE no informó de la cantidad de los votos escrutados hasta el momento, pero sí dio información de juntas escrutadas. Total: 49,25 por ciento. Alianza Frente Sandinista: 74,99 por ciento; Partido Liberal Constitucionalista: 14,40 por ciento; Camino Cristiano: 3,44 por ciento.

Horas más tarde de los primeros informes, fuentes oficiales afirmaron que el presidente Daniel Ortega encabezaba con 75.92 por ciento de votos el escrutinio de tan cuestionadas elecciones. Contabilizados 97.74 por ciento de los votos, el Consejo Supremo Electoral (CSE) atribuyó la victoria al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), con una participación del 65.23 por ciento de los electores.

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Por otra parte, Urnas Abiertas, un observatorio electoral civil del país, señaló que los índices de abstención de los comicios dominicales, se sitúan entre el 79 por ciento y el 84 por ciento, mientras se continúa con el escrutinio de las boletas. Se indica que hubo un promedio nacional de 81,5 por ciento de personas que no votaron. Como se ve, los porcentajes de abstención se acomodan según sea la fuente. En estas elecciones se eligió presidente y vicepresidente de la República para un periodo de cinco años, 90 diputados (de 92) ante la Asamblea Nacional, y 20 diputados ante el Parlamento Centroamericano. Las urnas (13,459 en total) cerraron a las 18 horas locales del domingo 7, tras 11 horas de votación, en una jornada resguardada por 30 mil militares y policías, que transcurrió sin mayor entusiasmo ni incidentes, por fortuna. El abstencionismo fue más que claro, oscila entre 79 por ciento y 84 por ciento.

Al momento de redactar este reportaje, los magistrados del CSE adjudicaron nuevos porcentajes de votación a los cinco rivales comparsa de este “circo” electoral: el que obtuvo mejor resultado fue Walter Espinoza, del Partido Liberal Constitucional (PLC), aliado permanente de la revolución sandinista, que alcanzó 14.40 por ciento. Todo forma parte de la misma ecuación, que sacó fuera del juego político a los siete aspirantes a la candidatura, opositores de verdad, que permanecen detenidos, algunos en condiciones inhumanas desde hace varios meses.

En este proceso continuó la represión que el régimen inició desde el mes de mayo pasado. La policía sandinista arrestó a 21 activistas y críticos entre el 5 y el 6 de este mes; mientras que en las primeras horas de la jornada electoral sumó dos víctimas más al aprehender a los periodistas de Masaya al Día, Mileydi Trujillo y Elvia Daniel Martínez durante la cobertura de los comicios, lo que puso en claro que el gobierno no daría tregua a la prensa independiente para documentar la jornada histórica en rechazo a su gestión, al limitar ésta a los oficialistas y observadores de países aliados a Ortega.

A lo largo de la jornada electoral, la organización Urnas Abiertas recibió más de 200 reportes de violencia política como las siguientes: allanamientos en varias regiones; arrestos arbitrarios antes y durante el día de la votación (23 en los últimos tres días); restricciones a periodistas y prensa independiente en la cobertura dominical; acoso y vigilancia de paraestatales armados afuera de los centros de votación; presencia desproporcionada de fuerzas armadas en los alrededores de los centros de votación; obligar a votantes a escribir su nombre en vez de la “x” en la boleta para verificar voto por Ortega; acarreo de votantes a bordo de vehículos oficiales y hasta ambulancias con mensajes alusivos al sandinista; impedimentos para ingresar a los centros de votación a disidentes; hostigamiento e intimidación a trabajadores del Estado para acudir a votar por Ortega; presión a docentes y estudiantes para ir a votar y amago con volver más tarde para verificar el sufragio; compra de votos a cambio de ser incluidos en programas y beneficios sociales; violación al silencio electoral de parte del presidente (como sucede ahora en México) y otros funcionarios; propaganda irregular al interior o afuera de centros de votación; y, amenazas a través de redes sociales por reiterar llamado a no votar…

Datos y exageraciones aparte, fue dispar el epílogo de la parodia electoral nicaragüense con los resultados oficiales en la mano —el mundo fuera del territorio “nica” reaccionó provocando un aluvión de censuras de todo tipo—, así como los aliados de la dictadura de Daniel Ortega: el eje bolivariano que componen los gobiernos de Venezuela, Cuba y Bolivia, a los que se agregó el Kremlin de Vladimir Putin y el gobierno de Irak. Así, Nicolás Maduro Moro, el heredero de Hugo Rafael Chávez Frías, felicitó a Nicaragua por la “legítima reelección del presidente Ortega” y la “inobjetable” victoria del FSLN en las elecciones generales del domingo pasado”. La felicitación del expresidente boliviano Evo Morales a Ortega es otro ejemplo: “Saludamos al digno pueblo de Nicaragua que en una demostración de coraje y madurez democrática eligió al hermano Daniel Ortega como presidente constitucional pese a la campaña de mentiras, chantaje y amenazas de EUA. El triunfo de Ortega es la derrota del intervencionismo yanqui”. El comunicado de Nicolás Maduro es otra muestra bolivariana: el texto tiene fragmentos en los que se mofa de la represión con centenares de muertos perpetrada por el régimen de Ortega, al igual que de la persecución que terminó en el encarcelamiento de las figuras de la oposición que querían competir con el líder sandinista. Maduro se dijo defensor del régimen de Managua, al sostener: “Nicaragua tiene quien la quiere, quien la defienda”.  Para Miguel Díaz-Canel, presidente de Cuba, las elecciones “fueron una demostración de soberanía y civismo ante la cruel campaña mediática que sufren”.

A su vez, Serguéi Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, afirmó que Moscú respalda la tercera reelección de Daniel Ortega, y rechazó el llamamiento de EUA a no reconocer los resultados de las elecciones que, aclaró, “se realizaron de manera organizada y en pleno cumplimiento de la legislación” (sic).

De tal suerte, para el martes 9 del presente, por lo menos 39 naciones, entre las que se cuentan diez hispanoamericanas, rechazaron el cuarto mandato consecutivo de Daniel Ortega en elecciones que la oposición considera ilegítimas. EUA, la Unión Europea —que engloba a 27 gobiernos—, Gran Bretaña, Costa Rica, Chile, Uruguay, Panamá, Ecuador, Colombia, Perú, El Salvador, Guatemala y República Dominicana, y algunos organismos como Human Rights Watch (HRW), Amnistía Internacional, reprobaron los comicios nicaragüenses. Todos coincidieron que la jornada “electoral” del #7N no fue ni democrática, ni libre, y mucho menos justa.

Cabe señalar que una vez cerradas las urnas, y se dieron a conocer los primeros resultados oficiales de las votaciones, el presidente de EUA, Joe Biden, calificó de “farsa” y “pantomima” el proceso. A lo que Ortega no permaneció callado y arremetió contra el gobierno del Tío Sam y de la UE, calificándolos de “colonialistas” y “fascistas”. El antiguo guerrillero acusó a Washington de financiar las protestas populares de 2018, al tiempo que llamó “esclavos del imperio y traidores de la patria” a los líderes opositores y aspirantes a la presidencia encarcelados —bajo cargos inventados—, en los últimos cinco meses.

A lo que el secretario de Estado de EUA, Antony John Blinken, condenó la “subversión de las normas democráticas” en Nicaragua. El gobierno de Daniel Ortega, dijo, “ha privado a los nicaragüenses de cualquier opción real al disolver todos los partidos genuinos de oposición y encarcelar a los principales candidatos presidenciales. Esta represión y manipulación electoral, ampliamente denunciada por los ciudadanos locales y la comunidad internacional, despojó a la votación del 7 de noviembre de cualquier significado real”.

La UE denunció que los comicios “se llevaron a cabo sin garantías democráticas” y exigió a Ortega “devolver la soberanía” al pueblo nicaragüense. En el mismo tenor, Colombia acusó un “fraude anunciado”; Chile, Ecuador, Perú y Uruguay rechazaron los resultados. ¿Y México?

¡Oh, México! Comportándose con su usual “finura diplomática”: la Doctrina Estrada, como siempre. La cancillería en plena campaña presidencial, cuidando los protocolos. La SRE informó que no se pronunciará al respecto hasta “que se den a conocer de manera oficial los resultados de los comicios del domingo en Nicaragua”. Nada nuevo. Ya se sabe: “siempre he pensado que la mejor política exterior es la interior”: AMLO. Cuando le conviene, sobre todo cuando se trata de Cuba —y sus médicos “magos”—, Bolivia, Nicaragua, Venezuela. El Eje Bolivariano. Sin más. Claridad, ante todo, dicen en la 4T. VALE.