En 2016 se reunieron en Ottawa, Canadá, los entonces los mandatarios de Norte América, el mexicano, Enrique Peña, el estadounidense, Barack Obama y el canadiense, Justin Trudeau, fue la última ocasión que tuvieron los denominados entonces, “los 3 amigos”, Peña dijo… “nuestros países avanzan por el camino de las sociedades que crean puentes, colaboran y prosperan juntas”. Obama expresó…” ante las amenazas aislacionistas que recorren el mundo debemos fortalecer nuestra alianza” y el, Tredeau… “trabajar juntos siempre es mejor que ir solos”.
El próximo jueves 18, se volverán a reunir los jefes de estado de la región norte del Continente Americano y sólo uno de “los 3 amigos” permanece, Justin Trudeau, Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador se integran al grupo, mucho ha sucedido en este lustro pero el tema Covid-19 destaca, por un lado, se busca poner fin a esta pandemia y por otro promover la sanidad de la región, además, se abordarán temas como: el cambio climático, sobre todo después de que la región se ha comprometido a generar un 50 por ciento de energía limpia para 2025 y, otro tema destacado será el migratorio, que tanto preocupa y ocupa sobre todo a México y a los Estados Unidos.
Y bueno, el tema comercial será otro de los asuntos fundamentales, sobre todo, ante el recién firmado acuerdo comercial trilateral. La integración y cooperación serán tema a analizar sobre todo de cara a las acciones anunciadas por México que abren la ventana para violaciones de diversas áreas del Acuerdo Comercial.
Hay cosas que van a permanecer, sin duda, como lo dicho por el canadiense Trudeau en el 2016… “estas reuniones tienen objetivos comunes de una Norteamérica que es competitiva, que estimula un crecimiento limpio y protege nuestro medioambiente común, ahora y durante las generaciones venideras”
Y a pesar del transcurrir de los años hay temas que aún esperan solución, por ejemplo, lo dicho por Barack Obama en la reunion de Ottawa… “la perspectiva de desigualdad y distanciamiento a largo plazo y la resultante división social, no podemos ignorarlas. Como respondamos a las fuerzas de la globalización y al cambio tecnológico determinará la duración de un orden internacional que garantice la seguridad y prosperidad de las generaciones futuras”.
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Esta reunión cumbre del jueves será un acto de unidad ante las amenazas aislacionistas de las que tanto habló, pero sobre todo impulso, Donald Trump, no hay que olvidar incluso su amenaza de salir del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el cual llegó a calificar como “el peor acuerdo del mundo”.
Ciertamente con América del Norte no sólo nos une la geografía. El grueso de las transacciones económicas se realiza con esta región. América del Norte es parte consustancial de nuestra vida cotidiana. Así sólo fuese porque la mayor población mexicana fuera de nuestro territorio habita en Estados Unidos, así fuese sólo porque el mayor número de estadunidenses que vive fuera de Estados Unidos radica en México.
Dado el peso internacional de Estados Unidos, las negociaciones de todo tipo con Canadá –su vecino por partida doble– adquieren un carácter estratégico de primer orden. En las negociaciones del Tratado de Libre Comercio, Canadá, advirtió en México a un socio privilegiado. El TLCAN o NAFTA, les permitió, entre otras cosas, reabrir el acuerdo bilateral que habían suscrito en 1988. A México le abrió una nueva veta para la negociación con Washington y una nueva posición –ahora regional–frente a los grandes bloques comerciales y de integración que se vienen gestando en el mundo.
Estados Unidos concentra más de las dos terceras partes del comercio y las inversiones extranjeras en las que participa México. Asumir esta realidad, primero y regularla en beneficio mutuo después, fue motivo de una de las negociaciones más intensas y complejas en las que nuestro país haya participado. A fines de 1993, por ejemplo, y luego de dos cambios de poderes en Ottawa y en Washington, los congresos de los tres países ratificaron el Tratado de Libre Comercio con América del Norte. Con ello, se inauguró una nueva etapa en las relaciones regionales y frente a otros conglomerados multinacionales del mundo.
Cabe dejar registro que dichas negociaciones –si bien amplias– dieron pie para que México diferencie con la mayor claridad los alcances de sus derechos soberanos.
El acuerdo comercial trilateral es sin duda una muestra clara del grado de madurez alcanzado en las relaciones bilaterales. Los dos países aceptaron como fórmula de entendimiento que cualquier roce con alguno de los temas en la agenda bilateral común empañaría o contaminaría el curso general de las relaciones entre México y Washington. Las dos administraciones estadunidenses del periodo –la de los presidentes Bush y Clinton– aceptaron la propuesta mexicana de utilizar este medio de entendimiento para regular las relaciones bilaterales.
Estados Unidos y México dieron un gran salto adelante con la adopción mutua y convencida de este mecanismo diplomático.
La velocidad del cambio regional en muy diversas áreas bien podría superar nuestra capacidad de reflexión. Sin embargo, se ha pasado de la sorpresa a un optimismo razonable sobre las oportunidades que se presentan, pero no hay garantía de que las transformaciones conducirán a una época de crecimiento sostenido y prosperidad generalizada. Debemos estar atentos y trabajar arduamente, juntos, todos los países del mundo, para lograrlo.
Ante la expectativa de un mejor porvenir para las naciones, producto de la globalización y la distensión, se ciernen varias amenazas: una recesión internacional, olas adicionales de proteccionismo, competencia por los escasos recursos financieros, indiferencia sobre el problema que la deuda externa plantea todavía a muchos países en desarrollo, la profundización de las diferencias entre los países y dentro de cada uno de ellos, el peligro de que lleguen a levantarse fortalezas económicas, centradas en los nuevos bloques comerciales, las pretensiones de hegemonía ideológica de algunos sectores y países, la fuerza incontrolada de algunos centros supranacionales de toma de decisiones y el debilitamiento –de facto– del derecho entre las naciones.
Además de las platicas que sostendrán los 3 jefes de Estado, también habrá espacio para reuniones bilaterales, hay voluntad política y eso sin duda, es ya un avance, ahora sólo falta ver como se cristalice lo acordado.