Por Elisur Arteaga Nava, Ramón Cedillo Hernández y Jorge Tapia Loyo

 

Segunda parte

A principios del siglo XX un compositor y guitarrista cubano de nombre Manuel Corona Raimundo, se enamoró de una obrera de nombre Leovigilda Ramírez; ella trabajaba en una despalilladora. Corona ignoraba que su amada, al salir de la fábrica se transformaba; ella, para completar sus gastos, se convertía en dama nocturna. Al enterarse Manuel Corona de la doble vida de su amada, decepcionado, compuso una canción/bolero a la que puso el título Doble inconsciencia; a ésta, con el tiempo, al ser usada en una película, se le dio el nombre de “Falsaria”:

 

Cuán falso fue tu amor, me has engañado.

El sentimiento aquél era fingido;

Sólo siento mujer haber creído

Que eras el ángel con el que había soñado.

 

¿Con qué te vendes, he? ¡Noticia grata!

No por eso te odio ni te desprecio,

Aunque tengo poco oro y poca plata,

en materia de compras soy un necio,

espero a que te pongas más barata,

pues algún día bajarás de precio.

 

La canción que refiere la tragedia fue interpretada en varias ocasiones y en diferentes épocas; destacan las grabaciones hechas por María Teresa Vera, acompañada por Floro Zorrilla en 1920; y la grabación de 1956, con Lorenzo Hierrozuela. María Teresa Vera fue la mejor interprete de la obra de Manuel Corona; ella fue quien volvió popular la canción “Doble inconciencia”. En algunas grabaciones le atribuyeron a ella autoría de la canción; esto no es verdad.

Manuel Corona nació el 17 de junio de 1880 en Caibarién, Cuba. Fue conocido como uno de los cuatro grandes de la trova cubana; fue quien hizo más grabaciones fonográficas. Como compositor, casi siempre se inspiró en sus musas; destacan: Aurora, Mercedes, Longina, Santa Cecilia, La Alfonsa y Rosa Negra. También se le reconoce como el compositor con mayor numero de canciones hechas a manera de contestación a otra canción, sirve de ejemplo la canción escrita por Rosendo Ruiz: Gela hermosa, cuya contestación fue Gela amada. Para la canción: Timidez, de P. Ballagas, Corona escribió Animada; Para Rayos de oro, escrita por S. Garay, compuso Rayos de plata. Para Ausencia, de Jaime Prats, su contestación fue Ausencia sin olvido; a Ella y yo, El sendero, de O Hernández, escribió Tú y yo. El trovador caibarienense murió enfermo de tuberculosis el 9 de enero de 1950, en la pobreza y alejado de la fama.

En 1948 se estrenó una película titulada La bien pagada; en ella aparecían como aristas estelares la vedette cubana María Antonieta Pons y como galán Víctor Junco. En esa película se interpretó la canción compuesta por Manuel Corona, a la que se cambió el título original y se le puso el de Falsaria. En la película los créditos de su autoría se atribuyeron a los hermanos Carlos y Pablo Martínez Gil, quienes no protestaron ni se opusieron a lo que era un plagio. De ese hecho siguió que los musicólogos los reconocieron como sus autores. En los cancioneros así aparecen los créditos (Cancionero mexicano, tomo 1, Editores mexicanos unidos, México, 1995, página 478). Al saberlo Manuel Corona, y con razón, reclamó: [¡Ese bolero es mío! ¿Por qué han de robármelo, si lo único que tengo en la vida son mis canciones?].

Los hermanos Martínez Gil, fueron músicos afamados en su época; nacieron a principios del siglo XX en Misantla Veracruz.  Como dueto o trio interpretaron, sobre todo, boleros; tuvieron mucho éxito por los años cincuenta del siglo XX. Compusieron muchas canciones: Mar y cielo, Cuando ya no me quieras, Para olvidarte a ti, entre otras. Sus obras fueron auténticos éxitos. A mediados del siglo pasado no había reunión, familiar o de amigos, en las que no se cantaran algunas de sus composiciones.

La canción, originalmente titulada “Doble inconsciencia” de Manuel Corona y posteriormente ““Falsaria”, por la tragedia que refiere, no era cantada en las reuniones familiares ni en las reuniones sociales en las que había damas. Era raro escucharla en los teatros. Se oía cantar en las cantinas o sitios en que sólo se reunían hombres. Era el alcohol el que llevaba a los parroquianos a pedir a los tríos que la cantaran.

“Falsaria” fue grabada por Salvador García con la orquesta de Rafael de Paz; también por Leo Marini, con la Sonora Matancera en 1958, en estas grabaciones le reconocen la autoría a los Hermanos Martínez Gil. En otras, la autoría se le reconoce a María Teresa Vera. El conjunto el Gran Combo, de Puerto Rico, que fundó y dirigió Rafael Ithier, al ver que ese tema estaba desperdiciado, por cuanto a que el auditorio no soportaba la crudeza de la tragedia contenida en la canción, en 1969,  la convirtió en salsa y le agregó el detalle que la ha hecho inmortal y popular: “Oye Salomé, perdónala, perdónala, …” así parece que, al agregar el coro, se hace una contestación para quien reclama el falso amor…[ un tercero ajeno a la relación, un espectador de la tragedia que pide el perdón de Salome para  quien fuera el ángel que él había soñado].

Un músico mexicano: Pepe Arévalo, popularizó el arreglo; con su orquesta la grabó en 1977 para el disco: “Esta es la Salsa de…”.  De aquí vendrá la inclusión de esta melodía en muchas películas mexicanas: El lugar sin limites y Oye Salomé”, ambas de 1978; entre una veintena más.

En la actualidad la canción se escucha en todo tipo de auditorios o medios; de Doble inconsciencia, que era su título original, pasó a “Falsaria”; ahora se conoce como Salomé: “Oye Salomé, perdónala, perdónala, …” Esta súplica hizo olvidar la tragedia que refiere la canción. Pocos o nadie hace caso a la letra original y se queda con la súplica de perdón que se formula a Salomé, el supuesto ofendido. Fue un agregado genial.

El Maestro y gran director de Big Band don Ramón Cedillo nos ha hecho el favor de facilitarnos la partitura de Salomé:

 

 

La naturaleza humana, por lo general, no soporta las situaciones extremas: la suprema perfección, la integridad, la tragedia radical, la tensión constante y permanente. Existe la tentación de aligerarlas. Se busca aflojar los músculos que la ponen en tensión. En la antigüedad, estaba la práctica de atribuir a los Dioses debilidades, vicios o imperfecciones que son propias de los humanos y, con ello, los hicieron comprensibles, risibles y aceptables. Para aligerar las tragedias, como género teatral, se inventaron e introdujeron las comedias: El ser humano ordinario recurre a la práctica de desvirtuar los extremos: lo muy bueno o lo radicalmente malo. “Falsaria” entra en este género.

En todo es necesario un elemento que modere los extremos; que dé un descanso. Hay excepciones. El cristianismo es una.

 

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