Por Pablo Bejarano Torrecillas
Hace un par de años, una empresa enfocada al turismo decidió hacer pruebas de ADN a voluntarios, con el único objetivo de dejar en evidencia por no decir en ridículo las ideas ancestrales de creer que existen razas superiores o puras. De la muestra de voluntarios, el 100 por cientoq resultó tener en su genética cinco o más “nacionalidades”, demostrando lo que todos sabemos de antemano, pero nos esforzamos en negar: en este mundo, todos somos migrantes.
Lo que modernamente conocemos como procesos migratorios internacionales y los desplazamientos internos han sido una constante desde que la raza humana se conoce como tal. Sin embargo, nuestra raza con sus ansias expansionistas fue poco a poco estableciéndose en diferentes continentes bajo su propia fuerza tipificando así con el paso del tiempo el fenómeno de migraciones como parte de su avance organizacional.
Sean grandes o pequeñas las naciones, todas en mayor o menor grado han sido partícipes del fenómeno migratorio. Sin embargo, la reacción de las naciones ha estado lejos de ser la misma; es decir, por un lado se ha afrontado un problema internacional de manera individual y por otro lado esas políticas públicas nacionales lejos de ser preventivas y atacar la raíz del problema son meramente reaccionarias y violentas que benefician a una nación más que a otra despreocupándose por los primeros afectados que son esas personas que sea cual fuere su motivo, se ven forzadas a buscar un mejor futuro lejos de sus países de origen.
En lo que compete a nuestro país gracias a su ubicación geográfica y los pocos más de tres mil kilómetros de frontera con EE. UU. ha sido transito no solo para los migrantes nacionales sino también para aquellas personas procedentes de Sudamérica.
Si bien, el efecto migratorio no es nuevo, sí lo son los esfuerzos nacionales e internacionales por brindar protección a los migrantes. En el ámbito nacional, no sería sino hasta 2011 que se promulgaría la Ley de Migración que de acuerdo con lo establecido en su artículo primero, además de ser de observancia general, tiene como objetivo: “regular lo relativo al ingreso y salida de mexicanos y extranjeros al territorio de los Estados Unidos Mexicanos y el tránsito y la estancia de los extranjeros en el mismo, en un marco de respeto, protección y salvaguarda de los derechos humanos, de contribución al desarrollo nacional, así como de preservación de la soberanía y de la seguridad nacionales”:
Teoricamente en el ámbito legal nacional, todo bien. Ahora, por el lado internacional la teoria y la práctica, bajo una interpretación debatible de soberania, el abordaje de la migración quedó escrito en un Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenanda y Regular. Pero por un lado, si tomamos en cuenta que, por pacto se entiende un acuerdo entre dos o más personas (en este caso Estados) que obliga a las partes a cumplir una serie de condiciones, al no ser este “pacto” vinculante no entraría dentro de la definición. Por otro lado, para que fuera “mundial” se entendería que la totalidad de los países del mundo; es decir, los 194 reconocidos por la ONU estuvieran de acuerdo con el mismo lo que no fue así ya que de los presentes (porque cabe recalcar que hay paises que ni asistieron a la votación) 152 votaron a favor, 5 en contra y 12 se abstubieron. En otras palabras, ni es pacto, ni es mundial.
Tomando en cuenta lo anterior, me atrevería a sacar una única conclusión: los países del mundo, no hemos entendido dos cosas fundamentales. Primero, la migración lejos de ser una amenaza a la soberanía nacional como muchos países la interpretan debería de ser vista como una oportunidad con un posible impacto positivo en la vida de millones de personas en lo particular y en lo general de ser llevada a cabo con políticas públicas correctas podría favoreceer al desarrollo y crecimiento de los píases involucrados como destino migratorio. En segundo lugar, necesitamos meternos en la cabeza y plasmarlo en documentos vinculantes que el multilateralismo es la única forma de avanzar, prevenir y no solo reaccionar ante los retos en las Relaciones Internacionales actuales.
El autor es egresado y Coordinador administrativo de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac.

