Si la pregunta es ¿los tambores de guerra en Ucrania significan un conflicto internacional armado de graves consecuencias entre Estados Unidos de América (EUA) y Rusia, que pueda implicar a China y a otras potencias, alterando la estabilidad mundial? La respuesta es ambigua, nadie puede asegurar por donde podría encaminarse el diferendo. Quizás ni los dos líderes enfrentados: Joe Biden y Vladimir Putin saben hasta dónde puede resistir la liga. Lo evidente es qué hay más focos rojos en Ucrania y la Casa Blanca ordena a sus diplomáticos abandonen Kiev, la capital ucraniana, a la brevedad posible. Entretanto, la generalidad de los miembros de la OTAN consideran que este es el mayor desafío de Moscú a Occidente desde la Guerra Fría (1946-1989). Las consecuencias son impredecibles, Este espinoso episodio necesita punto final rápidamente.
El diferendo se aviva por nuevas acusaciones entre el Kremlin y el bloque occidental ante la posibilidad de una invasión rusa en Ucrania e intentos de desestabilizar su gobierno con un alfil prorruso. A nombre de EUA y de la Unión Europea, Antony Blinken, secretario de Estado, el domingo 23 de enero lanzó un ultimátum a Moscú en el programa State of the Union de la CNN y agravó la amenaza de que si el presidente Vladimir Putin moviliza “una sola tropa” de manera agresiva sobre Ucrania, habrá una “respuesta inmediata y severa” de Washington y sus aliados. Declaración contundente si el Jefe de la Diplomacia estadounidense tuviera todas las cartas en la mano. Al parecer no es así. Hay algo de bluf en las declaraciones y acciones tanto de unos como de otros. Parecen gallos de pelea, midiendo el terreno.
Al menos esto se aprecia desde el momento que Blinken no pudo —o no quiso— contestar claramente la pregunta de una reportera estadounidense, Dana Bash, sobre si el Secretario de Estado veía un escenario que motivara un mayor involucramiento de las Fuerzas Armadas de EUA. Blinken se constriñó a manifestar que la Organización del Tratado del Atlántico del Norte prepara “consecuencias masivas” si Putin activa la movilización de tropas contra Ucrania. Sin precisar lo que significaba “consecuencias militares”.
La verdad sea dicha, en estos momentos el Tío Sam sólo cuenta con aproximadamente 200 elementos de las Guardia Nacional en Ucrania, en misiones de asesoría a las fuerzas armadas locales. Se trata de una pequeña fuerza rotatoria que ha visitado territorio ucraniano desde 2015. Sobre el particular en diciembre pasado el hombre de la Casa Blanca descartó el envío de más tropas estadounidenses en apoyo a Ucrania ante una eventual invasión rusa. Pero, como el desarrollo de la situación en aquella parte del mundo cambia de uno a otro momento, por la tarde del lunes 24 de enero, el portavoz del Pentágono, John Kirby, anunció que aproximadamente 8,500 soldados de EUA están alerta para su despliegue, mientras las tropas rusas se concentran en la frontera ucraniana. El vocero castrense explicó que con esta medida esas unidades militares, la mayoría terrestres, estarán en menos tiempo listas en caso de que Rusia decida avanzar hacia territorio ucraniano. “No las estamos desplegando ahora, no estamos diciendo que la diplomacia ha muerto”, incidió Kirby, quien agregó que al estar en “alerta elevada” se recorta el tiempo de preparación para desplegarse de diez a cinco días”. Asimismo, hizo hincapié en que el grueso de las tropas de su país se desplegareían en naciones de Europa del Este, dentro de la fuerza de Respuesta de la OTAN (NRF, por sus siglas en inglés), por lo que se activarán únicamente si la Alianza Atlántica así lo solicita.
John Kirby explicó en una rueda de prensa que depende de la OTAN movilizar esa Fuerza de Respuesta multinacional —compuesta por efectivos terrestres, aéreos y marítimos—, que cuenta con aproximadamente 40,000 efectivos de varios países. Sin embargo, no descartó un posible despliegue de EUA unilateral fuera de la NFR, aunque insistió que en tal circunstancia siempre sería en coordinación y tras consulta con los aliados. Sin precisar en donde sería el despliegue de tropas se concretó a señalar que sería en países del flanco oriental de la OTAN: Estonia, Lituania, Letonia, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Bulgaria y Rumania, antiguas repúblicas satélites de la desaparecida Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS).
El secretario de Defensa, Lloyd Austin, emitió las órdenes de preparación para el posible despliegue, bajo la dirección del presidente Biden. La decisión está en suspenso. En Washington se cree que una invasión rusa en Ucrania podría ser inminente. En tanto, aliados de la OTAN envían buques y aviones de combate adicionales a los desplegados en Europa del Este. De acuerdo al periódico The New York Times, la administración Biden estaría planeando, además, ordenar en envío de fragatas y aeronaves de combate a los aliados de la OTAN en el Báltico y el mar Negro, no lejos de la costa ucraniana.
Los tambores de guerra continúan redoblando. Y, pese al aumento de la retórica bélica desde la Unión Americana, el español Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad dijo que los europeos “todavía no aprecian un riesgo de que pueda incrementar el sentimiento de miedo sobre un ataquen inminente” a Ucrania tras sus conversaciones con el secretario de Estado de EUA, Antony Blinken. Pero sí aclaró que “estamos mostrando una unidad sin precedentes sobre la situación en Ucrania, con la coordinación de Estados Unidos”. Aunque, de momento, los miembros de la UE no seguirán la medida adoptada por Washington de retirar al personal no esencial de su embajada en Kiev.
Por su parte, el Kremlin ha desmentido los supuestos planes para tomar el poder el Ucrania o imponer un gobierno títere como aseguró la Gran Bretaña. Asimismo, el gobierno de Putin advirtió que esta acusación sólo muestra que los provocadores son los países de la OTAN, pues EUA y sus aliados amagan con una “respuesta rápida, severa y unida”, como afirmó el secretario de Estado, Blinken. Sin embargo, Rusia, con aproximadamente 127,000 soldados desplegados en la frontera con Ucrania acusa a los estadounidenses de animar al despliegue de tropas en torno a las provincias rebeldes, tras el envío de 90 toneladas de armamentos. Incluso, el gobierno ruso acusa a la Alianza Atlántica y a Washington de “exacerbar” las tensiones al reforzar su presencia en Europa del Este.
Tras una videoconferencia con los mandatarios de Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y Polonia, el presidente Joe Biden dijo el lunes 24 de enero qué hay coincidencia total con los líderes europeos, y agregó que se trató de una “muy buena reunión”. El nuevo gobierno de Berlín señaló en la video conferencia —con duración de media hora—, que se expresó un apoyo “sin reserva” a la integridad territorial de Ucrania, advirtiendo de graves consecuencias” a Rusia en caso de invadir ese país.
Mientras el conflicto se caldea, la OTAN pone más elementos en alerta y enviaría barcos y aviones caza a Europa del Este y reforzaría su presencia disuasoria en la zona del mar Báltico. Dinamarca enviaría una fragata y desplegaría aviones F-16 en Lituania; España mandaría buques de guerra (la fragata Blas de Lezo, Meteoro y Sella) y un destacamento de cazabombarderos a Bulgaria, y Francia estaba lista para despachar tropas a Rumania. Estonia, Letonia y Lituania tenían previsto enviar misiles antiaéreos y antitanques de fabricación estadounidense a Ucrania.
A pesar de los mensajes de unidad, lo cierto es que no todos los miembros de la Alianza Atlántica están de acuerdo por la misma estrategia de auxiliar a Ucrania. En tanto la Unión Americana y la Gran Bretaña envían armamento —como lo están haciendo las naciones bálticas—, la Alemania del canciller Olaf Scholz, el sucesor de Angela Merkel, se niega a hacerlo y su ayuda se limita al despliegue de un hospital de campaña que se instalará el próximo mes de febrero con un costo de 5,3 millones de euros. Es más, el nuevo gobierno germano ha vetado que terceros países puedan exportar armas de fabricación alemana a Ucrania. Algo que no es novedad, pues el gobierno de Angela Merkel sostenía una posición semejante. “No exportamos armamento letal y eso no ha cambiado”, aseguró días pasados Scholz, en presencia de Stoltenberg.
Además, la OTAN permanece firme en su postura de no permitir que Rusia vete la adhesión de nuevos miembros a la organización militar. “La OTAN no va a comprometer sus principios básicos, cada país puede elegir sus propias alianzas, tenemos las puertas abiertas” aseguró el secretario general de la organización después de mantener una reunión con los ministros de Relaciones Exteriores de Suecia y Finlandia. Países que en los últimos años han estrechado sus lazos con la Alianza y que podrían plantearse solicitar su ingreso en la misma.
La actividad diplomática del alto dirigente de la OTAN es incesante. El lunes 24 de enero se reunió en Bruselas con la canciller británica, Liz Tuss. El Reino Unido afirmó el sábado 22 del mes en curso, tener información privilegiada según la cual Rusia hace lo necesario para colocar un líder profuso en Kiev, en tanto decide si procede con la invasión o no.
Poco antes, mientras los ministros del Exterior de la UE intentaban ofrecer una muestra de resolución y apoyo a Ucrania, el propio secretario Stoltenberg declaró: “que la OTAN tomará todas las medidas necesarias para proteger y defender a todos los aliados…Siempre responderemos a cualquier deterioro de nuestro entorno de seguridad, lo que incluye reforzar nuestra defensa colectiva”.
Mientras los hechos ponen a cada quien en su lugar, desde el Kremlin se anunció el lunes 24 que no esperará de manera indefinida la respuesta prometida por EUA y la OTAN a sus propuestas relacionadas con la reordenación militar de Europa. Como lo anunció el jefe de la delegación rusa para las conversaciones en Viena sobre seguridad militar y control de armas, Konstantin Gavrilov, afirmando que si Occidente desconoce las demandas de su país, la Federación de Rusia se verá en su derecho de proteger su seguridad por otros medios. De ser así, las consecuencias las sentirán “tanto los estadounidenses como los europeos en sus cuellos” (sic).
Así, el Kremlin empezó a endurecer su lenguaje, incluye en su discurso la espinosa palabra “guerra” que había evitado pronunciar durante los últimos días. Salta la posibilidad que cada hora se hace más evidente, no porque los dirigentes en Moscú tengan los arrestos suficientes para iniciarla, si no porque acaso ven que al otro lado de la frontera, Ucrania apoyada y armada por Occidente, podría desencadenar una ofensiva militar para tratar de reconquistar las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk, al este del país, autoproclamadas independientes desde el inicio del conflicto en la primavera de 2014.
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov —la voz de Vladimir Putin—, afirmó el lunes 24, que Ucrania ha concentrado en los últimos días una parte importante de sus fuerzas armadas en el borde oriental que limita con Donbás, considerando esto una “prueba irrefutable” del primer paso que podrían dar en breve. Según Peskov, el gobierno ruso está preocupado por la situación y pidió a la OTAN que no apoye a sus vecinos militarmente si estos recurrieran a la fuerza para resolver el conflicto. En tanto, Vladimir Putin sigue a la sombra, sin pronunciarse personalmente sobre la escalada de la tensión militar entre Rusia y Ucrania.
Desde la Segunda Guerra Mundial no se había dado una escalada y tensión militar de esta magnitud en Europa. Por bien de todos, ojalá y los líderes mundiales que tienen en sus manos el conflicto sepan lo que hacen. Con los fallecimientos provocados por la pandemia del COVID19 desde fines de 2019 hasta la fecha, son más que suficientes. La Humanidad lo exige. No se necesita un testamento político para que esto suceda. Es el momento de los hombres de buena voluntad. VALE.
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